El simbolismo de las higueras en la Biblia

martes, 7 de febrero de 2017

Higos

 

07/02/2017 –   Los símbolos nos van trayendo lo celestial a la tierra.  Los higos y las higueras aparecen en el antiguo y en el nuevo testamento. ¿Qué simbolizan? ¿Qué nos revela este fruto para nuestra vida cotidiana?. En destellos cotidianos intentaremos descubrirlo junto a la profesora María Gloria Ladislao. Agudizamos los canales de la percepción de lo material para descubrir el mensaje que del cielo nos traen.

 

 

La higuera es una árbol de la familia de las moreras, de porte bajo, hojas grandes y lobuladas (Gén 3,21), y frutos apetecibles. Es muy apreciada por varios motivos: da buena sombra, se adapta bien al suelo seco y pedregoso, soporta el calor, y da frutos ricos y dulces.

Desde el punto de vista botánico el higo no es un fruto sino una infrutescencia (o sea un conjunto de frutos). Existen más de 750 especies de higos diferentes entre las que hay comestibles y no comestibles.

Por su gran contenido de azúcar, los higos se pueden secar con un proceso sencillo (por ejemplo dejarlos en la terraza) y luego ser usados durante mucho tiempo. Son un alimento que se puede llevar encima en los viajes y tener a mano todo el año.

En la cultura grecorromana, el higo es símbolo del dominio de lo femenino y de la fertilidad, este último significado asociado, al igual que en muchos otros vegetales y frutos, a la abundancia de semillas en su interior. El higo era uno de los vegetales consagrados a Dionisos/Baco, divinidad, entre otros dominios de la vegetación y del vino.

LA HIGUERA
de Juana de Ibarbourou

 

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste…

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

 

 

La higuera y los higos (en el Antiguo Testamento)

En el Cantar de los cantares, los brotes de la higuera indican la llegada del verano y el tiempo del amor (Ct 2,13):

¡Levántate, amada mía!

               Echa la higuera sus yemas
               y las viñas en ciernes exhalan su fragancia.

               ¡Levántate, amada mía,

               hermosa mía, y ven!

 

En los tiempos bíblicos era muy común que la familia tuviera una higuera en el patio o en la huerta, por su buena sombra y por la facilidad para cultivarla. Por ser un cultivo tan común y tan beneficioso, al igual que la vid, para los profetas representa el ideal de la justicia social y de la paz: que cada familia pueda reunirse y descansar bajo la parra y bajo la higuera.

Mientras vivió Salomón, Judá e Israel vivieron tranquilos, cada cual bajo su parra y bajo su higuera. (1 Re 5,5)

No levantará la espada nación contra nación. No se entrenarán más para la guerra. Se sentará cada cual bajo su parra  y bajo su higuera, sin que nadie lo moleste. (Miq 4,4)

Yo quitaré la culpa de este pueblo en un solo día. Y aquel día – oráculo de Yavé – se invitarán unos a otros bajo la parra y bajo la higuera. (Zac 3,10)

El profeta Jeremías diferencia entre higos buenos y malos: Jer 24,1-10.

 

 

LOS HIGOS

Jeremías Capítulo 24  – Visión de las dos canastas de higos  por Barbara Bozak, Comentario Bíblico Internacional, Ed. Verbo Divino

 

1 Yavé me hizo ver dos canastas de higos, puestas delante del Templo de Yavé. Esto sucedió después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, así como también a los príncipes de Judá, a los artesanos y a los cerrajeros, y se los llevó a Babilonia. 2 Una canasta tenía higos muy buenos, como brevas; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se los podía comer. 3 Yavé me dijo: “¿Qué ves, Jeremías?”. “Higos, respondí; los higos buenos son muy buenos; los higos malos son muy malos, tan malos que no se los puede comer”.

4 Entonces la palabra de Yavé me llegó en estos términos: 5 Así habla Yavé, Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré yo para su bien a los deportados de Judá que envié de este lugar al país de los caldeos. 6 Yo pondré mis ojos sobre ellos para su bien, y los haré volver a este país; los edificaré y no los demoleré, los plantaré y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón para que me conozcan a mí, pues yo soy Yavé; ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. 8 Pero como a esos higos malos, que de tan malos no se los puede comer –sí, así habla Yavé– de esa misma manera, trataré a Sedecías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén, tanto a los que han quedado en este país como a los que habitan en el país de Egipto. 9 Yo haré de ellos un objeto de terror para todos los reinos de la tierra, un objeto de escarnio, de sátira y de risa, y una maldición en todos los lugares adonde los expulsaré. 10 Enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste, hasta que desaparezcan por completo del suelo que les di a ellos y a sus padres.

 

Esta visión le clarifica a Jeremías el significado del exilio impuesto por Nabucodonosor y también el de la verdad del oráculo recogido en 21,1-10. Con las palabras iniciales (en el texto hebreo) “El Señor me mostró…” , el auditorio es invitado a contemplar con el profeta los dos cestos de higos. Esta visión alegórica, que menciona dos veces la calidad de los higos, deja que el auditorio tome posición. Así justifica la desconcertante actuación de YHWH, quien, al prometer vida a quienes abandonen el país, y muerte a quienes se queden allí bajo la dominación babilonia, trastoca completamente sus expectativas y su cosmovisión.

Con su repetición de la pregunta “¿Qué ves?” (24,3) que recuerda las primeras visiones de la trayectoria profética de Jeremías (1,11-16), el texto trae a la memoria lo que había sido proclamado desde el principio, y así elimina del anuncio del exilio cualquier sorpresa. Lo que resulta sorprendente es la promesa de Dios de restableces la alianza y dar al pueblo un corazón nuevo (24,7), ideas que se han de desarrollar más tarde en los oráculos de salvación de 30,1 – 31,40. Igual que los higos buenos presagian un futuro agradable y deseable (24,4-7), los higos podridos auguran ruina y rechazo (24,8-10). La acumulación de imágenes asegura al profeta que la vida se convertirá en muerte para quienes se sometan a Babilonia y para quienes permanezcan en la tierra prometida. Mientras que los finalmente expulsados experimentarán una muerte espiritual y emocional, serán despreciados y considerados una maldición (24,9), quienes permanezcan serán destruidos físicamente por la naturaleza, cuando no por el enemigo (24,10).

Aunque se ofrece esperanza, sus términos ponen en tela de juicio las ideas tradicionales. En los profetas, sacerdotes y jefes no se puede confiar. Quienes predican la paz provocarán destrucción debido a su falsedad, mientras que el que predica destrucción puede (a la postre) resultar ser la fuente de esperanza.

 

Higuera

 

 

 

La higuera en las palabras de Jesús

* Mc 11,12-25: La higuera seca, símbolo de la falta de fe. Símbolo también de la ciudad que no ha reconocido el paso de Dios.

 

+ 12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. 13 Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. 14 Dirigiéndose a la higuera, le dijo: «Que nadie más coma de tus frutos». Y sus discípulos lo oyeron.

15 Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, 16 y prohibió que transportaran cargas por el Templo. 17 Y les enseñaba: «¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones». 18 Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. 19 Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.

20 A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. 21 Pedro, acordándose, dijo a Jesús: «Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado». 22 Jesús le respondió: «Tengan fe en Dios. 23 Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: “Retírate de ahí y arrójate al mar”, sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. 24 Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. 25 Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas».

 

 

+ “Al día siguiente Jesús vuelve a salir de Betania y protagoniza ante los Doce una escena extraña. Jesús ve una higuera con muchas hojas, lo que hace pensar que tiene frutos, pero cuando se acerca ve que no los tiene. Entonces Jesús se enoja y “maldice” la higuera para que nunca más dé fruto. A primera vista podría parecer que esta escena (lo mismo que la siguiente, la purificación del templo) es la reacción de una persona ofuscada. Sin embargo, el texto aclara que no se trata de un exaltado, sino de un signo profético, al estilo de los realizados por los grandes profetas de Israel. La higuera, como la vid, era un árbol que representaba al pueblo de Dios. En Miq 7,1 el Señor se queja de la infidelidad del pueblo que no ha dado frutos en la rebusca. También Jeremías (8,13) dice que no hay brevas en la higuera ni uvas en la vida (cf. Os 9,10; Jer 24; 29,17).

Al llegar el momento culminante de la salvación, Israel se encuentra vacío de frutos. Lo mismo se dirá en la parábola de los viñadores. Luego el tema de la higuera se orienta en otra dirección: la fe y la oración.” (Sergio Briglia, en Comentario Bíblico Internacional)

 

* Mc 13,28-31 y paralelos: La higuera y los signos de los tiempos (Esta imagen es pronunciada en medio del discurso escatológico)

28 Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. 29 Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. 30 Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

* Lc 13:6-9: el jardinero que cuida la higuera, símbolo de la paciencia de Dios (Pronunciada en el contexto de la penitencia. Semana 3ra. de Cuaresma ciclo C)

 

6 Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. 8 Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”».

Jn 1:48-50: Jesús conoce a Natanael que estaba debajo de la higuera

 

 

Prof. María Gloria Ladislao

Palabras con miel