02/12/2025 – ¿Qué pasaría si descubrieras que la compasión no es un sentimiento… sino una misión concreta para transformar el mundo? Liliana Gentile nos invita a dar este paso clave del Camino del Corazón. En una nueva entrega del ciclo Camino del Corazón, Liliana Gentile —referente de la Red Mundial de Oración del Papa en la diócesis de Avellaneda-Lanús y servidora en la comunidad Nuestra Señora de los Remedios— nos guía en el Paso 8: Una misión de compasión, inspirado en la espiritualidad ignaciana y el itinerario propuesto por la Red Mundial de Oración del Papa.
Liliana abre la conversación recordando los pasos 1 al 7: un recorrido que comienza descubriendo el amor creador de Dios, continúa con el reconocimiento de nuestras luces y sombras, y avanza hacia la experiencia de Jesús que salva, llama amigos a los suyos y se hace íntimo compañero de camino.
Cada paso, explica, va moldeando el corazón para “sintonizarlo con el Corazón de Jesús”, tal como enseña el padre Cristian Marín en este itinerario.
Este nuevo paso invita a entrar en la mirada, sensibilidad y acción del mismo Jesús.
“La compasión no es un sentimiento: es un principio de acción”, afirma Liliana.
Para iluminar este llamado, meditan juntos la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37). El sacerdote y el levita “ven pero siguen de largo”; el samaritano ve, se conmueve y actúa.
Liliana lo resume así:
Uno de los aportes más profundos de Liliana es la imagen de la posada:
“El samaritano no solo cura: lleva al herido a una posada que abre sus puertas. Así deben ser nuestras comunidades”.
Un corazón que acompaña, una comunidad que recibe, un espacio donde el otro —desde su fragilidad— pueda volver a ponerse de pie.
Liliana conecta este paso con la escena de los discípulos de Emaús. Jesús camina con ellos, escucha su enojo y dolor, ilumina sus heridas, parte el pan y los llena de una alegría que los hace “volver corriendo”.
Así también nosotros: llamados a ser testigos de la Resurrección en lo cotidiano, no solo hablándola, sino encarnándola en gestos concretos de compasión.
Liliana anima a detenerse cada día: escribir, releer, reconocer qué tocó el Señor. Propone incluso un gesto simple y simbólico: dibujar un corazón, para recoger los frutos de los pasos recorridos.
La gran pregunta final:
“¿Cuál es la invitación que el Señor me hace en este tiempo para colaborar con su misión?”
Desde un joven estudiante hasta un adulto mayor en un hogar, todos —sin excepción— podemos entrar en esta misión de compasión.
El Paso 8 del Camino del Corazón nos recuerda una verdad central del Evangelio: la compasión es el modo en que Dios mira al mundo. Y cuando esa mirada toca nuestro interior, nada queda igual.
La espiritualidad del Sagrado Corazón nos impulsa a una compasión que:
Hoy, en un tiempo marcado por indiferencias, distancias y heridas abiertas, somos llamados a ser “samaritanos cotidianos”, capaces de detenernos ante el dolor del hermano y hacer de nuestras comunidades posadas abiertas, donde cada persona encuentre calor, cuidado y camino.
El Corazón de Jesús late en cada gesto de compasión. Y cuando colaboramos con su misión, incluso nuestras propias heridas comienzan a transformarse en cicatriz y testimonio.