13/11/2025 – La figura de Artémides Zatti, el enfermero salesiano coadjutor, sigue resonando con fuerza en la Patagonia y en toda la Argentina. En una reciente entrevista, el Padre Néstor Zubeldía, director del Boletín Salesiano, compartió detalles de la vida y el legado de este santo que dedicó su vida al servicio de los enfermos, dejando una huella imborrable de fe y generosidad.
El Padre Néstor Zubeldía destacó cómo Don Zatti se ha metido «en la devoción de la gente concreta, de los hermanos», al punto que la audiencia de la radio no permitió que pasara por alto su celebración. Lo definió como «un hombre realmente admirable, un hombre de Dios y entregado completamente a su gente». Zubeldía citó al Papa Francisco para explicar la entrega total de Zatti: «Cuando uno toca la carne sufriente de Cristo y se compromete en serio, la vida se complica maravillosamente». Don Zatti, a pesar de las dificultades, «fue un hombre feliz que hizo felices a muchos […] con algo tan preciado y tan precioso como es la salud».
El camino de Zatti hacia la santidad estuvo marcado por el sufrimiento desde su juventud. Pertenecía a una familia migrante italiana, sumamente pobre, que debió trabajar descalza en el campo. El Padre Zubeldía señala que Zatti tenía «todos los números para ser el candidato a la queja y al lamento». Sin embargo, una experiencia de enfermedad transformó su vida. Contagiado de tuberculosis, el Padre Zatti le propuso hacer una promesa a María Auxiliadora: si lo sanaba, dedicaría su vida a los enfermos. Zatti mismo escribió su testimonio: «Creí, prometí y sané», a lo que el Padre Zubeldía agrega: «y cumplió».
Esa promesa se tradujo en una vida de servicio incansable en Viedma. Don Zatti trabajaba de la mañana a la noche, los 365 días del año. Se movilizaba en su bicicleta para atender a los enfermos a cualquier hora, llevando consigo la salud y el consuelo a los más necesitados. Cuando le preguntaban cuánto le debían por su servicio, su respuesta era clara y humilde: «Vaya a rezar un Ave María por mí o por los enfermos del hospital». Su desapego era tal que, aunque lo detuvieron una vez, él lo vio como un regalo: «Me dieron un descanso, pude rezar un poco».
La gente de Viedma lo reconocía como un pariente cercano. El día de su muerte, el 15 de marzo de 1951, se declaró asueto municipal y comercial. La gente desbordó la capilla para despedirlo y, según el Padre Néstor, «se acabaron las flores ese día». Su biógrafo, el Padre Entraigas, lo llamó «el pariente de todos los pobres», un título que el Padre Zubeldía considera que «le cabe muy bien a Don Zatti». El féretro fue llevado a pulso por la gente hasta el cementerio, en un gesto espontáneo de amor y gratitud.
Don Zatti, el primer salesiano coadjutor santo en el mundo y el primer santo salesiano argentino, es un ejemplo de resiliencia y bondad. El Padre Néstor Zubeldía invitó a imitarlo, especialmente en su actitud de no ceder a la queja. Zatti tenía motivos para lamentarse, pero transformó esa realidad «en servicio y en generosidad para los demás». Para el Papa Francisco, su vida fue tan impactante que «la parábola del buen samaritano se reescribió en la Patagonia con la letra y con el testimonio de Don Zatti».
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