Mirar el año con amor: una retrospectiva que sana y devuelve sentido

jueves, 18 de diciembre de 2025

18/12/2025 – ¿Y si el final del año no fuera solo un balance de logros y fracasos, sino una oportunidad para mirar la vida con más amor y profundidad?. Integrar lo vivido —lo luminoso y lo doloroso— puede convertirse en un verdadero camino de sanación interior. En el marco del ciclo “Buscadores de sentido”, la licenciada Patricia Farías, psicóloga y especialista en logoterapia, compartió en Radio María Argentina una reflexión profunda y cercana sobre cómo cerrar el año desde una retrospectiva amorosa, capaz de integrar las experiencias difíciles sin negar el dolor, pero descubriendo en ellas un sentido más hondo.

Lejos de una mirada castigadora o autoexigente, Farías propuso detenernos, hacer silencio interior y reparar con amor lo vivido, reconociendo tanto lo alcanzado como aquello que costó, dolió o quedó inconcluso.

Retrospectiva amorosa: integrar sin negar

Uno de los ejes centrales de la conversación fue la importancia de integrar la vida tal como fue, sin caer en extremos: ni el optimismo vacío que lo niega todo, ni el pesimismo paralizante que reduce el año a una suma de fracasos.

“No se trata de decir ‘todo estuvo mal’ o ‘todo fue perfecto’, sino de mirar con amor incluso aquello que dolió, porque también ahí hubo aprendizaje y sentido”, expresó Farías.

Desde la logoterapia, este ejercicio permite tomar distancia de lo meramente emocional y descubrir una actitud interior que abre a la esperanza. Las emociones son reales y legítimas, pero no pueden ser el único criterio para interpretar la propia vida.

Cuatro dimensiones para un balance equilibrado

La entrevistada propuso un criterio claro y profundo para evaluar el año vivido: revisar la gratitud en cuatro dimensiones fundamentales:

  • Con uno mismo, reconociendo el esfuerzo y el camino recorrido.
  • Con los demás, agradeciendo los vínculos que sostuvieron.
  • Con el mundo y la sociedad, aun en medio de injusticias y dificultades.
  • Con Dios, fuente última de sentido y esperanza.

Cuando estas dimensiones están en equilibrio, se construye un cimiento interior sólido para pararse ante la vida, incluso en medio de crisis profundas como enfermedades, pérdidas laborales o duelos irreparables.

El dolor también puede tener sentido

Con una profunda sensibilidad pastoral, Farías abordó situaciones límite como la pérdida de un hijo o una enfermedad grave. Sin frases hechas ni respuestas fáciles, recordó que toda vida tiene sentido, independientemente de su duración.

“Un año, cinco años o noventa: cada vida tuvo su sentido en este mundo”, afirmó.

Abrazar el dolor no significa justificarlo, sino reconocerlo como parte de la propia historia, permitiendo que, con el tiempo, aparezca ese “hilo de oro” que Dios va tejiendo incluso en las noches más oscuras.

Esperanza, actitud y libertad interior

Retomando a Viktor Frankl, Farías subrayó que el sentido no depende de las circunstancias, sino de la actitud con la que se las enfrenta. La esperanza fue una de las palabras más repetidas por los oyentes al definir su año.

La logoterapia recuerda que, aun cuando todo parece perdido, nadie puede quitarnos la libertad de elegir cómo mirar lo que vivimos. Esa libertad interior es la que sostiene, incluso en los “campos de concentración” personales que cada uno atraviesa.

Un corazón dispuesto a amar

Cerrar el año desde una retrospectiva amorosa es también un gesto profundamente evangélico. Jesús no vino a borrar el dolor humano, sino a habitarlo con nosotros, transformándolo desde dentro. La Navidad nos recuerda que Dios entra en la historia concreta, frágil y herida, para darle un sentido nuevo.

La invitación es clara: no endurecer el corazón. No ser duros con nosotros mismos, ni con los demás, ni con Dios. Cambiar el corazón de piedra por un corazón dispuesto a amar, aun herido, aun cansado.

La pregunta final que queda resonando es profundamente esperanzadora:
“Después de todo lo vivido… ¿a qué estamos dispuestos ahora?”