Somos protagonistas del Reino de Dios

martes, 31 de enero de 2012
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CATEQUESIS Viernes 27 de enero de 20121

 

Padre Daniel Tejeda

 

Somos protagonistas del Reino de Dios

 

Buenos días a todos los oyentes de Radio María, vamos a irnos disponiendo para que el Señor nos ayude con su presencia y con su misericordia a descubrir su mensaje de amor y nos ilumine desde el evangelio para poder vivirlo con alegría y generosidad.

 

Vamos a pedirle al Espíritu que Jesús prometió a sus discípulos que también nos ilumine para conocer y comprender mejor la palabra del evangelio y poder llevarla a nuestra vida con alegría.

 

Evangelio de San Marcos, capitulo 4 – 26,34, nos dice:

 

Y decía "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

 

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

 

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

 

Palabra del Señor

 

 

Al leer este evangelio de San Marcos nos propone el valor del Reino, Jesús que nos anuncia el Reino y nos presenta este desafío para poder comprender lo que Dios nos regala.

El reino de Dios es como un hombre que hecha la semilla en la tierra, no es el hombre, no es la semilla, no es la tierra, por separado, es el hombre en acción, es ese sembrado pero es el que se asombra y contempla, sea que duerma o se levante, de noche y de día, esa semilla va creciendo y se va formando la planta. La tierra por si misma produce el tallo, la espiga y el fruto, es decir hay toda una dinámica en esta imagen, una imagen en movimiento que nos muestra que el hombre en acción es el que siembra el reino y por esto hoy queremos contemplar esta dinámica del reino de Dios.

 

Un reino que nos invita al asombro, a la contemplación, a una mirada detenida en el movimiento del crecimiento. Toda una perspectiva novedosa que nos invita a estar muy atentos como este hombre que dice el evangelio, sin que sepa cómo, va descubriendo que de noche, de día, esa semilla va creciendo y entonces el poder de crecer no está en el hombre que la sembró o tan solo en la tierra que la albergó y la cobijo sino en este conjunto de Dios, del hombre, de la tierra, de la semilla. La capacidad del reino está en esta conjunción maestra, genial que Dios nos ha querido invitar a compartir.

 

El reino de Dios se va construyendo cuando el hombre se anima a vivir y por eso este desafío es ante todo a contemplar cómo este reino va creciendo. y cuál es el tiempo para la cosecha.

 

Por eso esta primera imagen que nos presenta, esta comparación y parábola del reino hoy nos invita a descubrir que somos parte, que somos protagonistas de un proceso maravilloso, el crecimiento del reino y por eso entonces podríamos pensar ¿Con cuántas acciones hoy vamos a poder sembrar el reino de Dios? ¿Cuáles son las que a lo largo de esta jornada vamos a llevar adelante? y si miramos con atención va a ir dando fruto a lo largo de este día y a lo largo de nuestra vida. Estas acciones, las de todos los días, las que emprendemos al empezar la jornada para el trabajo, para el estudio. En definitiva todo lo que vamos haciendo en la jornada sirve para sembrar el reino, por eso hoy queremos abandonarnos en las manos de Dios, queremos consagrarle nuestras obras aunque parezcan demasiado pequeñas, como dice aquel texto del evangelio, lo que hiciste por el más pequeño de mis hermanos a mí me lo hiciste.

 

 

Dios nos ha invitado a sumarnos como protagonistas, por eso le vamos diciendo al Señor, gracias por dejarnos compartir tu tarea, gracias por invitarnos a ser parte esta siembra de tu reino entre los hombres.

Y dice luego el evangelio, con que otra comparación podríamos servirnos para representar el reino de Dios, y a continuación se presenta esa semilla, "se parece a un grano de mostaza" dice el texto.

 

Son una semillitas muy pequeñas, redonditas de color dorado, muy simples, pero en esta pequeñez está encerrado lo que hoy nos presenta el evangelio. El reino de Dios se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra es la más pequeña de todas las semillas, y sin embargo una vez sembrada crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas. Es decir en esta pequeña semilla está contenida toda la potencialidad y así también el reino de Dios que puede parecernos insignificante si miramos lo poquito que podemos regalarle a Dios, nuestras acciones de cada día, muy pequeñas, casi imperceptibles, como esta semilla, pero dice el evangelio la semilla de mostaza cuando crece extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra. Ya no es esa semilla del sembrador que crece en la espiga, es incluso una semilla que se despliega y sirve para dar cobijo, abrigo y sombra. Un reino de Dios que invita a ponerse debajo de él, a entrar en su presencia a sentirnos parte y protegidos por su amor. el reino de Dios comienza de una manera muy pequeña, pero cuando va creciendo invita a muchos a acercarse, a cobijarse a formar parte de este reino del que nosotros hemos participado como protagonistas.

 

Hoy le vamos a pedir al Señor que nos ayude a contemplar la pequeñez de nuestra entrega, la pobreza o la fragilidad de nuestra siembra, lo chiquito de lo que podemos ofrecer pero aportar un granito de arena, y un granito de arena es quizá más grande que esta semilla de mostaza.

Que todo sea en su nombre, para él y para que el reino crezca, y sirva a todos los hermanos que lo necesitan.

 

Ese Reino de Dios que crece a partir de lo poco que tenemos y somos cuando lo ofrecemos y lo consagramos a Dios. En definitiva todo lo que hacemos si lo ponemos en sus manos va a tomar una realidad nueva, un crecimiento que nos invita a descubrirnos amados por Dios aún en las pequeñas cosas. Descubrir que en las pequeñas cosas simples de la vida, Dios lo toma y lo asume como parte de su reino. Ese reino que ha querido comenzar con nosotros, en nosotros y para nosotros. Dios nos ha puesto en el centro de su mirada, somos sus hijos predilectos y por eso nos invita a compartir su tarea, su obra, su reino de amor.

Dios nos está regalando en este evangelio a la generosidad pero también a una mirada serena, a una mirada de asombro, una mirada llena de fe porque como en nosotros Dios va obrando a nuestro alrededor en muchos de nuestros hermanos. Mirando entonces el mundo actual, la realidad en que vivimos, vamos a poder cuántos granitos de mostaza van sembrando nuestros hermanos, cuántas cosas que Dios va haciendo crecer, dándoles sustento, envergadura y así hacer aún más visible el amor y el reino de Dios entre los hombres.

 

Con muchas parábolas como estas Jesús les anunciaba la palabra y en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, Jesús tomaba comparaciones de la vida cotidiana,

ejemplos muy simples que también a nosotros nos podrían servir. Yo tengo aquí unas semillitas de mostaza, pero cuantas cosas tenemos en nuestro hogar, en nuestro escritorio, en nuestro vehículo, cuantas cosas simples tenemos y Dios en esas cosas también nos invita a reconocer nuestras obras. Aquello que nos parece tan común, tan de todos los días puede servir para hacer presente el reino si se lo consagramos y se lo entregamos, si en definitiva nos animamos a abrirle el corazón para que sui reino crezca en nosotros. Le vamos a pedir al Señor que nos ayude a comprender, que nos ayude a entender tu palabra, tu mensaje, a descubrirnos protagonistas de tu palabra ante los hombres, a descubrir que aunque te ofrezcamos todo, todo depende de tí. que en tus manos ponemos nuestras actividades, nuestras acciones, nuestro trabajo y nuestro tiempo, para que hagas crecer en el corazón de tu Iglesia, en el corazón del mundo, tu reino de amor.

 

Por eso le pedimos que tome nuestro corazón por completo, que nos invite a ser generosos, a que esto que parece muy pequeño para nosotros, es muy grande para Dios porque el lo hará crecer, dar fruto, multiplicarse y mostrar cuanto nos ama el Padre.

Le vamos a ofrecer al Señor nuestra jornada, el Señor nos pide descubrirnos parte de su amor, descubrir su presencia en el corazón del mundo, una presencia nueva que nos invita a reconocer que él está entre nosotros.

 

 Le vamos a pedir la gracia de su Espíritu, el Señor explicaba en privado a los discípulos, sus palabras, sus ejemplos, sus comparaciones, pidamos al Espíritu el poder entender mejor con nuestro corazón. Entender para vivir, vivir para anunciar, que de este modo el evangelio del Señor nos ayude a abrir el corazón a su acción en nosotros y de esta manera contemplar que él nos invita como protagonistas, como sembradores, como parte de este reino.

 

Pidámosle también a la Virgen María que nos acompañe, ella fue capaz de darle todo, fue capaz de consagrarle al Señor su propia vida y así el reino de Dios se hizo aún más presente con la llegada de su hijo nuestro Señor. Que ella nos conceda la gracia de escuchar atentamente la palabra de su hijo y anunciarla con alegría a los demás.

 

 

 

Vamos a despedirnos dándole gracias al Señor porque nos invita a compartir, porque nos invita a nuestra siembra, porque nos invita a descubrir que ese reino que él va haciendo crecer día y noche a nuestro alrededor depende de nuestra generosidad, de nuestra entrega y de todos nuestros hermanos.

 

Le vamos a pedir al Señor que nos regale su bendición, que nos ayude y nos acompañe, que la amistad y la alegría de Jesús nuestro salvador custodie nuestras acciones y que la fuerza transformadora del Espíritu Santo nos inunde con su bondad.