10/04/2023 – Mariana García es consagrada en el orden de las Vírgenes de la Arquidiócesis de Mendoza y participó del encuentro sinodal del Cono Sur en Brasil: La comitiva argentina se sumó a los representantes de Paraguay, Chile, Uruguay y Brasil que participaron semanas atrás de la etapa regional en Brasilia del Sínodo continental. El diálogo comenzó con su testimonio de vida: “Tengo 42 años, vivo en Montecaseros, un pueblo de zona rural del distrito de San Martín. Fui consagrada por monseñor Carlos Maria Franzini el 21 de noviembre del 2015. Vivo con mi mamá, si bien es una persona independiente, necesita de ciertos cuidados, tengo un hermano mayor, que con su esposa Eliana tienen dos hermosos hijos, Antonia y Felipe. Trabajo desde hace 11 años en la secretaria de la parroquia del Carmen, de San Martín, una parroquia muy grande que tiene nueve comunidades, el 70% es de zona rural”.
“Siempre sentí una gran atracción por las cosas de Dios, desde muy niña, viviendo en el mismo pueblo, pero en otra casa, nuestro patio daba al campanario de la capilla, todas las mañanas con mi hermano, mi abuela nos hacía mirar el campanario y nos ayudaba a rezar, dando gracias da Dios por el nuevo día. Cuando me llevaban a misa, el sacerdote decía que a Dios le debíamos dar lo mejor. Así era que en varias ocasiones le llevaba al Sagrado Corazón de Jesús varamelos de dulce de leche y se los dejaba a sus pies. Recuerdo un lindo gusto por ir a la catequesis, aún conservo el cuaderno donde realizaba las tareas, recuerdo lo impactante que fue para mí la parábola del Padre Misericoridoso, tanto así que dibujé cada escena del texto. Ya en la adolescencia, estuvo marcada por amigos, mateadas, el compartir en Grupos juveniles, como tambien la acción solidaria, se abrió un centro de Cáritas, y esto llevo a hacer jornadas solidarias, donde se reunía ropa, calzado, alimentos etc. Si bien yo asistí a la escuela pública de mi pueblo, estas acciones me las permitían realizarlas también en el colegio, con la debida autorización de los directivos. En los retiros de comunidades juveniles, sentía arder el corazón, creo que fui tomando conciencia de que el Señor me iba invitando a seguirlo. El problema era que me gustaba mucho esa invitación. Lo expreso así porque tenia mucho miedo, el pensar que Dios me llamaba a la vida consagrada”, compartió Mariana.
“Servía a la comunidad, desde la catequesis para niños, confirmación, grupos de jóvenes. Tiempo después, ese deseo de estar con Él se fue haciendo cada vez más fuerte y yo intentaba silenciar esa voz, muchas veces lo comparo como si fuera una mancha de humedad en la pared, intentaba taparla con pintura, pero esa mancha surgía cada vez con más fuerza. Comencé un discernimiento vocacional, acompañada por un sacerdote de una parroquia vecina, y lo que temía, se iba aclarando cada vez más, si bien estaba de novia, se acentuaba este querer ser toda para Dios. Cuando manifesté en mi casa este deseo de consagración, no fue para nada bien recibido. Fue por eso que el discernimiento llevó su tiempo. Fui comprendiendo que Dios me invitaba, me llamaba a una vida consagrada, que el miedo que sentía era por el rechazo de parte de mi familia, y de algunos amigos, pero en el fondo del corazón tenía una gran alegría, un gran gusto, un gozo. Me fui animando a dar unos pasos, y a empezar a preguntarle al Señor en que lugar me quería. Fui entendi5ndo desde las entrañas lo que dice el Salmo 135, “el Señor todo lo que quiere lo hace” Porque cuando él llama, se hace cargo de todo. Comencé a conocer las distintas formas de vida consagrada, congregaciones religiosas, institutos seculares, consagraciones laicales, coseché muchos amigos , compañeras y compañeros de camino. Al final , conocí el Orden de Vírgenes, y sentí que éste era mi lugar. El vínculo Esponsal con el Señor, y la diocesaneidad eran muy importantes para mí y lo que desraba vivir”, dijo García.
“Fui aceptada como candidata por monseñor Arancibia, arzobispo de Mendoza en aquel tiempo, y toda la formación la hice en absoluto silencio, es decir, nadie lo sabia, excepto algunas amigas y el sacerdote que era mi acompañante espiritual. Ésta preparación duró aproximadamente tres años y medios. En este período llego a Mendoza monseñor Franzzini, tras varios encuentros con él , y varios diálogos con el sacerdote asesor, y con Teresa Peltier, virgen consagrada encargada para la formación inicial, pedí ser consagrada en el Orden de las Virgenes. Sólo cuando hice este paso, y pusimos la fecha de consagración, lo anuncie a mi familia y demás amigos. En la Arquidiócesis somos 14 las consagradas en el Orden de la Vírgenes, cada una vive en su casa, sola o con su familia, en Argentina somos más de 200 las consagradas.Si bien no vivimos en comunidad, no quiere decir que no vivamos fraternalmente. En Mendoza nos encontramos una vez al mes, toda una jornada, compartimos la misa, rezamos juntas, tenemos nuestra formación permanente, y compartimos la vida. También tenemos dos instancias Nacionales: el Encuentro nacional, que se realiza en octubre y los Ejercicios Espirituales que los realizamos a finales de enero de cada año. Sumado las diversas instancias formativas que realizamos por plataformas virtuales”, manifestó.
“Tuve la gracia de participar de la Etapa Continental del Cono Sur del Sínodo. Fuimos 42 argentinos. La delegación estuvo conformada por laicos, consagrados, sacerdotes y obispos. Dentro de los laicos, había jóvenes, como también un cacique de los pueblos originarios del norte de Formosa y una joven de la diócesis de Orán también representando a su pueblo. Yo fui representado al Orden de Vírgenes de Argentina. Verdaderamente fue una experiencia muy profunda de sentir ser Pueblo de Dios que camina junto, que sueña, pero que por sobre todo busca seguir los pasos del Señor. Busca caminos para ser cada vez más su Pueblo. Fueron días muy intensos, de oración, encuentro, compartir la Eucaristía, compartir experiencias , sueños y dificultades. Comenzamos con un retiro, con una media jornada de oración y silencio, para poder entrenar el corazón para escuchar a Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escuchar al pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama. Nos organizamos por comunidad de discernimiento y a través de la escucha espiritual pudimos profundizar el tercer capítulo del Documento para la Etapa continental, donde se habla de las cinco tensiones creativas. Me quedo con la audacia de los jóvenes que se animaron a decir porque se fueron sus amigos y amigas de la comunidad de eclesial, fue verdaderamente una parresía. Creo que la Iglesia que soñamos todos, o gran parte, es una Iglesia Sinodal, que camina junta, donde Él guía a su pueblo. Soñamos con una Iglesia corresponsable, toda ella ministerial, donde la conversión empieza en el corazón de cada uno, para seguir a la conversión estructural y pastoral”, cerró diciendo Mariana.