¿Te acordás hermano, qué tiempos aquellos…? La nostalgia.

martes, 15 de junio de 2010
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GL: Los cambios han sido tan vertiginosos en estos últimos años que ya incluso gente joven, -de 30 años mas o menos-, experimenta que ya se puede poner ‘nostalgiosa’ porque hace 20 años, cuando ella era chica, las cosas eran muy diferentes.

            Pero en la nostalgia, advertimos ciertos peligros. De ella dice Galeano: “Si aprendiéramos de ella, todo bien. Pero no: NOS REFUGIAMOS EN LA NOSTALGIA CUANDO SENTIMOS QUE NOS ABANDONA LA ESPERANZA, PORQUE LA ESPERANZA EXIGE AUDACIA, Y LA NOSTALGIA, NO EXIGE NADA”

            La nostalgia es esta modalidad que tiene a veces el alma humana de quedarse anclada en el pasado (¿te acordás hermanos qué tiempos aquellos?”) y quedarse anclado en que “todo tiempo pasado fue mejor”, con toda la mirada que eso trae hacia el presente y hacia el futuro, cuando no la ausencia. Porque si nuestro centro, nuestro tesoro,  está en el pasado, y allí está nuestro corazón, estamos ausentes en el presente, y por supuesto, carentes de audacia hacia el futuro.

            También esto tiene que ver con la concepción del tiempo en las sociedades primitivas, que ponían en el pasado, en una edad de oro, en un paraíso perdido, los tiempos verdaderamente sagrados. Por lo tanto todo cambio y devenir histórico era necesariamente decadencia.

            A veces, sin tener concientemente esa concepción, vivimos con esos criterios.    Por eso hoy vamos a abordar el tema de la nostalgia repasando nuestros saberes y vivencias, y desde distintos puntos de vista:

1. SOCIAL, entrevistando a Sebastián Bertucelli, psicólogo social y especialista en redes, y                                          2.    CULTURAL, entrevistando a Carlos Villanueva, profesor de música, especialista en tango

 

SB: La nostalgia es un “regreso necesario”, pero en la medida en que yo afirme el presente, y el proyecto, el futuro No es mala la nostalgia si es temporal. El problema es cuando es permanente, constante, y ya las personas se quedan con el pensamiento circunscrito a una época.

            Este es un tema que inunda toda la Argentina. Es si se quiere un país que tiene que abordar, y rara vez vamos a encontrar tratados sobre el desarraigo, la añoranza en la psicología nuestra. Este es un tema que abordó la psiquiatría europea en los años 1700, porque los médicos veían que en la mayoría de los pacientes que trataban estaba presente.

            Es curioso que los psicólogos no estudiamos ni investigamos el tema. Y a veces reducimos la nostalgia a una depresión, lo medicamos, y se acabó la historia. Mientras que las otras personas pueden padecer la nostalgia, pueden vivirla, nosotros tenemos que explicar algo.      ¿Cómo se da el proceso de la nostalgia?

            Como psicólogo social, no voy a hablar de la nostalgia desde lo psico-patológico, sino desde la salud. A veces, lo poquito que hoy se ve de la nostalgia se lo pone dentro del campo de la enfermedad.

            Voy a hablar utilizando mi historia personal, la de mis abuelos italianos, y lo que me han enseñado los inmigrantes. Utilizando lo que se llama un “rito de pasaje”, digo: hay en ellos tres momentos. Un primer momento que inaugura todo: en este caso de la nostalgia, tiene que haber una pérdida, de ausencia, de sensación de ser arrancado forzosamente, sea solo o en grupo –de un país, de un pueblo, de una patria, de una situación familiar-. Tiene que haber una migración forzosa, de un lugar a otro, como puede ser campo- ciudad, como puede ser en el caso de los internados en institutos de menores: son ‘arrancados’ de su lugar, de su familia, como puede ser en el caso de una guerra cuando el soldado es arrancado de su familia para ir a combatir. Un segundo momento es lo que se llama momento límite: es ‘el silencio del barco’. Es el momento del tránsito. Luego viene el tercer momento: la llegada a la sociedad receptora, a la nueva sociedad donde pretendo vivir. Este es el momento de mayor vulnerabilidad de la persona, porque llega sin trabajo, no tiene afectos… Y hay sociedades receptoras que son hospitalarias, acogedoras. Y otras que no lo son: rechazan. Y allí, el que llega con un alto grado de vulnerabilidad, tiene que superar también el obstáculo de la sociedad receptora que no es amigable.

            Entonces acá hay distintos niveles en la construcción de la vida, en el arraigo: Volver a conectarse Primero: con la nueva tierra, los nuevos olores. Luego  con los hombres , crear una nueva red socio-psico-afectiva. Esto lleva 5 – 10 años. No nos basta con vivir dentro de una familia, encerrados: necesitamos de los vecinos, los amigos, los parientes, en fin, una red social que nos contenga. Es una red donde damos y recibimos ayuda, y sin la cual no podríamos vivir. Y después con Dios.

            Y las personas migran desde una tradición muy fuerte, con el oficio de origen, lo cual permite una gran riqueza. Lamentablemente hay pastorales sociales que no han respetado “El Dios de origen” del migrante, han ignorado todo lo que traían y pasaban a otra cosa.

 

            Esta situación de vulnerabilidad afecta basalmente a familias enteras. Si no se hace bien la adaptación a la nueva sociedad, va a haber más sensación de nostalgia: las personas van a volver hacia épocas ‘supuestamente maravillosas’ –porque hay fracaso en la sociedad receptora, no hay una adaptación feliz a la nueva sociedad. Esto deriva en síntomas de todo tipo: enfermedades spico-somáticas, delito: la impotencia y la sensación de perdida es tan fuerte que preferimos estar enfermos, o preferimos atacar a otros, o preferimos el suicidio. También el tema de la adicción se da por la insatisfacción oral (el dulce de leche, la yerba: hay gente que hace locuras por conseguir estas cosas porque remiten a vivencias de su lugar de origen).

            La música suele ser un ‘gatillador preferido’ en la nueva sociedad donde yo me quiero adaptar.

 

            Hay autores que hablan de que la juventud, y la misma adolescencia, es una “nostalgia sin objeto”: el joven tiene nostalgia porque sabe que hay valores trascendentes, pero nadie se los alcanza. Pero como tiene la certeza de que los hay, de ahí su impotencia y su bronca. Esta nostalgia sin objeto es una oportunidad, no una patología.

 

GL: Hace unos días, hablando con el Padre Juan Manuel Gonzalez sobre el tema de “Sodoma y Gomorra” muchos biblistas afirman que el verdadero motivo por el cual Dios habría mandado un castigo a estas ciudades, es por su falta de hospitalidad. Habría que ponerse en la situación de aquella época: varios siglos antes de Cristo, lo que significaba llegar  a una aldea y encontrar una puerta cerrada.

            No hace falta irse 2500 años atrás: Hoy, en nuestra América Latina y en el mundo, podemos redescubrir el valor de la hospitalidad, y lo grave que es y las repercusiones que tiene la falta de acogida para el migrante, para el expatriado, lo grave que es para todo el cuerpo social carecer de hospitalidad en una sociedad.

 
Pago donde nací, es la mejor querencia
Y más me lo recuerda mi larga ausencia, Ay, ay, ay, si, si.
 
Santiago que dejé con mi rancho querido
Cuna de los mistoles, charqui y quesillo Ay, ay, ay, si, si.
 
Tu sombra de mistol ei' buscar cuando ya cansao' de tanto andar
Vuelva de nuevo al pago , a mi Santiago, Ay, ay, ay, si, si.
 
Forastero que va siempre quiere quedarse
Y del suelo querido suele prendarse Ay, ay, ay, si, si
 
Si la muerte hai' llegar no he de morir contento
Mientras no pite un chala de mi Loreto Ay, ay, ay, si, si.
        
               Atahualpa Yupanqui decía “tira el caballo adelante y el alma tira pa’tras” ¡hay que andar en la vida con estos tironeos ¿no?
 
SB: También decía” yo tengo una pena antigua, inútil dejarla afuera, y como es pena que dura yo la he llamado la añera” ¿por qué? Porque la nostalgia, para tener problemas negativos, debe ser permanente. No es mala la nostalgia si es temporal. El problema es cuando es permanente, constante, y ya las personas se quedan con el pensamiento circunscripto a una época.
               La nostalgia es un “regreso necesario”, pero en la medida en que yo afirme el presente, y el proyecto, el futuro. Es un deseo doloroso de regresar.
               Acá tenemos dos corrientes: 
1. el tradicionalismo: quien se queda adorando una época pasada; y
 2. lo que hay en este momento, problema grave, que en una ‘huída para adelante’, un post-modernismo de huída, donde todo lo nuevo es mejor. Y lo nuevo tecnológico. Porque ¡ojalá fuera nuevo en ideas! Y como dijera Dalí “cuanto más quieren revolucionar, más terminan haciendo lo mismo”. Cuando uno no respeta la evolución de una sociedad es cuando no respetan aquello que los japoneses decían: “el éxito es igual a tradición más innovación”: esto es lo que hace la familia inmigrante: tomando todo lo que trae de sus oficios de origen, sus modos de relacionarse, su modo de tratar con el espacio, su modo de tratar con su Dios, vienen a estas nuevas ciudades. Y desde allí se relacionan y crean el nuevo mundo. En ese sentido, hay progreso, y hay que ver la belleza del lenguaje que usan para expresar lo que sienten. He visto gente que habiendo tenido que arraigarse en una ciudad, cuando vuelve a sus pagos, por ejemplo, con motivo de las fiestas patronales, se curan de tal manera que vuelven mejor a la sociedad receptora. La gente se “auto-cura” (mientras los psicólogos creíamos que nosotros éramos los que curábamos). Me tocó ver cómo a medida que se iba acercando la fiesta, disminuían los síntomas en la familia. Y luego a medida que se alejaba la fiesta comenzaban cada vez más los síntomas de tristeza, insomnio, desadaptación, problemas de aprendizaje en los chicos.
               Por eso, es importante ir siguiendo a la gente e ir acompañándola en esta búsqueda de la salud colectiva, en trabajar su desarraigo y comenzar a buscar nuevos arraigos. Es contraproducente por el contrario, tratarlos de ¡pobres!. Si los tratamos solo como ‘carentes’, ‘menesterosos’, o los ponemos en ‘pacientes psiquiátricos’, perdemos toda esa verdadera obra de arte que hace la gente con su vida.
 
Recomendaciones para los nostalgiosos: partir cada uno de sus raíces, y darle nuevas formas. Las tradiciones son eficaces, y quizá es lo único que contiene todo lo que vivimos y no nos damos cuenta. Vivimos fuera de los centros y no nos damos cuenta de que la fuente está aquí, y desde aquí dar el nuevo paso histórico.
               Lamentablemente, en nuestro pueblo, hasta los intelectuales copian y luego quieren trasladar, y quieren bajar línea, y quieren taponar tradiciones que no se resignan a morir.
 
GL: La nostalgia es entonces una suerte de ‘trinchera de resistencia’
 
SB: De resistencia, en la medida que sea temporal y que nos sirva para aprender. Si sirve para aprender, es una fuete inagotable
 
GL: Gracias, Sebastián, por estar Entre nosotros.
 

 

NOSTALGIASTango 1936 Música: Juan Carlos Cobián  Letra: Enrique Cadícamo

Quiero emborrachar mi corazón para apagar un loco amor que más que amor es un sufrir…
Y aquí vengo para eso, a borrar antiguos besos en los besos de otras bocas…
Si su amor fue "flor de un día" ¿porqué causa es siempre mía esa cruel preocupación?
Quiero por los dos mi copa alzar para olvidar mi obstinación y más la vuelvo a recordar.

Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego su respiración.
Angustia de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado pronto… pronto le hablará de amor…
¡Hermano! Yo no quiero rebajarme, ni pedirle, ni llorarle, ni decirle que no puedo más vivir…
Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud.

Gime, bandoneón, tu tango gris, quizá a ti te hiera igual algún amor sentimental…
Llora mi alma de fantoche sola y triste en esta noche, noche negra y sin estrellas…
Si las copas traen consuelo aquí estoy con mi desvelo para ahogarlos de una vez…
Quiero emborrachar mi corazón para después poder brindar "por los fracasos del amor"…

            

La casita de mis viejosTango 1932

Música: Juan Carlos Cobián Letra: Enrique Cadícamo

Barrio tranquilo de mi ayer, como un triste atardecer, a tu esquina vuelvo viejo…
Vuelvo más viejo, la vida me ha cambiado… en mi cabeza un poco de plata me ha dejado.
Yo fui viajero del dolor y en mi andar de soñador comprendí  mi mal de vida,
y cada beso lo borré con una copa, en un juego de ilusión repartí mi corazón.

Vuelvo vencido a la casita de mis viejos, cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos… locuras juveniles, la falta de consejo.
Hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño, y al golpear, como un extraño, me recibe el viejo criado…
Habré cambiado totalmente, que el anciano por la voz tan sólo me reconoció.

Pobre viejita la encontré enfermita; yo le hablé y me miró con unos ojos…
Con esos ojos nublados por el llanto como diciéndome porqué tardaste tanto…
Ya nunca más he de partir y a tu lado he de sentir el calor de un gran cariño…
Sólo una madre nos perdona en esta vida, es la única verdad, es mentira lo demás.

 

GL: ¡hay del que no tenga nada que extrañar en la vida! En Argentina, en América en general, predominaban generaciones impregnadas de nostalgia. Y conocemos lo peligrosa que es la nostalgia: como un hilo delicado desde donde se puede caer hacia la depresión, hacia un anclaje, hacia un inmovilismo, hacia una huída, hacia una pérdida de vitalidad.
               Pero también pienso en el otro polo: estas nuevas generaciones que probablemente en el futuro no tengan nada que extrañar, porque nunca han tenido raíces. Y el que no tiene raíz no tiene alas.
               Cuando nos hablaba recién Sebastián de la riqueza cultural que la nostalgia aporta cuando se integra, se despliega –entre otros géneros musicales- sin duda, el tango

 

            Vamos a abordar ahora el tema de la nostalgia repasando nuestros saberes y vivencias, y desde el punto de vista cultural, entrevistando a Carlos Villanueva, profesor de música, especialista en tango

 

CV: En el tango tenemos la síntesis de todo lo que se da en un momento histórico en el cual la gente de Europa salía huyendo de todo lo que no conseguía en su tierra, y hacia una ‘tierra prometida’ que era América. En esa huída, en ese exilio, fueron dejando muchas cosas. Y cuando llegaron a destino, esas cosas no las encontraban: no eran iguales. Tenían  que relacionarse, vincularse, generar algo nuevo, y todo lo que encontraron era distinto.

            Hasta que apareció un hecho ‘milagroso y misturador’: una música que lo empezó a vincular. Y de las distintas etnias que venían al Río de la Plata, la mayoría (españoles, italianos, europeos del centro y del este) se vincularon con el tango, con esa cosa nostalgiosa que les proporcionó un lugar y una forma de expresar esa nostalgia que traían de tan atrás.

 

GL: El tango es melancólico, llorón en el sentido de que se anima a ponerle nombre a las penas –lo mismo que la milonga, la copla-. Le ha permitido a culturas diferentes sentirse fusionadas, identificadas con esa música.

 

CV: Hay varias cosas que hacen del tango algo así como la expresión perfecta para lo corporal: una es la cadencia. Si pensamos en el movimiento corporal en un ritmo de tango, es arrastrado: es lento, tiene esa cosa de ‘pegarse al otro’, de buscar el contacto con el otro, con movimientos sensuales pero dentro de su propia rítmica, no porque se busque la sensualidad. La expresión de la emoción del tango es muy propia. Y eso hizo que la gente adhiriera rápidamente.

            El tango “Mi noche triste” es emblemático: aquí aparece el ‘tango-canción’. Hasta ese momento (l914-15), el tango era danza –aunque siempre tuvo letra-. La letra no era lo importante. Lo importante era lo que generaba el ritmo y el gesto corporal que generaba ese ritmo. A partir de este tango se repartía la expresión entre lo que era letra y lo que era música: la letra para escuchar, pero se seguía bailando porque estamos en plena “Guardia Vieja”

 

GL: Es decir, lo terapéutico, lo curativo del tango, venía por la danza

 

CV: Efectivamente: esa búsqueda del cuerpo de expresarse, esa búsqueda de un cambio desde lo corporal, está en la danza. Y fue por largos años: comenzó en 1890 y ahora hablamos de 1915, es decir, ya hay 25 años de danza pura, fuerte, con un cuerpo que se expresa sin titubeos. Siempre se buscó una destreza en los compadritos y las mujeres que estaban en las academias: ese contacto de cuerpo y esa forma de dejarse llevar por el cuerpo, cosa que después la misma sociedad, la cultura, nos comenzó a coartar.

 

GL: como siempre. Los movimientos que van ascendiendo vienen con mucha fuerza vital, pasional, afectiva, hay que disciplinarlos: esa es la exigencia cultural, la norma, y también todos los miedos que genera ese ‘motor’ que se pone en marcha.

            Qué interesante que la búsqueda haya sido a través del cuerpo: buscar ese calorcito que se ha perdido con la tierra, con la familia, con todo lo que es conocido

 

CV: Y el cuerpo en toda su extensión: en el bailarín de tango, todo el cuerpo funciona como una unidad expresiva renovando ese ciclo vital que de alguna manera se cortó, se perdió y había que renovarlo

 

CV: Claro, porque esa renovación de ese ciclo vital de la danza

Mi noche triste (Lita)Tango 1916

Música: Samuel Castriota Letra: Pascual Contursi

Percanta que me amuraste en lo mejor de mi vida, dejándome el alma herida y espina en el corazón,
sabiendo que te quería, que vos eras mi alegría y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo y por eso me encurdelo pa’olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro y lo veo desarreglado, todo triste, abandonado, me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato campaneando tu retrato pa poderme consolar.

Ya no hay en el bulín aquellos lindos frasquitos , arreglados con moñitos todos del mismo color.
El espejo está empañado y parece que ha llorado por la ausencia de tu amor.

De noche, cuando me acuesto no puedo cerrar la puerta, porque dejándola abierta me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos pa tomar con matecitos como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera cómo se pone cabrera cuando no nos ve a los dos.

La guitarra, en el ropero todavía está colgada: nadie en ella canta nada ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto también tu ausencia ha sentido porque su luz no ha querido mi noche triste alumbrar.

ALGIAS
CV: Hay una palabra muy usada en el S XIX y que viene de los griegos “spleen” :es un estado duradero de melancolía e hipocondría, que produce hartazgo de todo. La palabra se modificó por “esplin”,.  Cuando escuchamos el tango “mi noche triste” hay una parte donde dice “dejándome el alma herida y espina en el corazón”. Esa palabra ‘espina’ es la que usaron sustituyendo la palabra ‘esplin’, que ya estaba definiendo todo un cuadro de nostalgia, una palabra que abarcaba y significaba todo eso. Eso nos viene del S XIX con Baudelaire, que es el gran creador de la tristeza en la poesía, y los poetas tangueros toman esa palabra para significar todo ese sentimiento nostálgico, melancólico, a veces hasta enojado.
 
GL: El tango surge en las orillas del puerto, como dentro de ‘lo marginal’, como recepción de esta cultura a los inmigrantes. Sin embargo siempre le atribuyen todos los males de amor ¿Por qué se asocia el tango a un “amor frustrado”?
 
CV: Comencemos el análisis observando que casi siempre las letritas son varones. ¿cuál es la forma de sentirse dolido, solo, abandonado? Justamente el tema amoroso. El tema amoroso, para que duela, tiene que tener condimentos de abandono. Y ahí aparece la mujer que se idealizó y que ya no es aquella. Y ahí, en la mujer, está puesto todo:  la tierra, la familia, el pasado
 
GL: Es decir: se teje una historia amorosa para representar, llorar también aquella “pena antigua”
 
CV: El último amor que perdimos es el que nos hace llorar, pero en realidad la pena viene de antes
 
GL: Vamos a escuchar “los mareados” para ver otra manifestación de esta nostalgia en este caso que ha producido una cultura impresionante. Paradójicamente hoy, por algo será, está resurgiendo en el mundo entero el tango. Lamentablemente en algunos lugares es solo una cuestión turística, lo cual le quita esencia
 
GL: ¿qué tendrá el tango que es capaz de expresar emociones con un lenguaje y un código tan antagónico? Emociones fuertes, tensas, pesadas, antagónicas a estos tiempos tan livianos
 
CV: eso es lo que nos hacen creer. Nuestra memoria genética tiene todo ese otro contenido con esos condimentos que no son tan livianos
 
GL: ¿sabés que pasa? Estamos “mareados”

LOS MAREADOS Letra: Enrique CadícamoMúsica: Juan Carlos Cobián
Rara… como encendida, te hallé bebiendo linda y fatal…
Bebías, y en el fragor del champán, loca, reías por no llorar…
Pena me dio encontrarte, pues al mirarte yo vi brillar tus ojos
con un eléctrico ardor, tus bellos ojos que tanto adoré…

Esta noche, amiga mía, el alcohol nos ha embriagado…
¡Qué importa que se rían y nos llamen los mareados!
Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos…
Esta noche beberemos porque ya no volveremos a vernos más…

Hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi vida…
Tres cosas lleva mi alma herida: amor… pesar… dolor…
Hoy vas a entrar en mi pasado y hoy nuevas sendas tomaremos…
¡Qué grande ha sido nuestro amor!… Y, sin embargo, ¡ay!, mirá lo que quedó…

CV: El tema amoroso siempre fue tratado como forma de restablecer un vínculo, de engancharse con aquello que pasó y traerlo al presente, y de alguna manera sufrir para hacer la catarsis. Y se lo trata de muchas maneras. En el tango tenemos: el amor de la madre, de la novia, del hogar, de los hijos, la pena de amor, la traición de amor y la venganza… Casi todos los temas y las formas posibles  de la relación amorosa están tratados. Al principio las letras eran una anécdota o una traición relatadas. No había metáfora. Ya los últimos escritores de letras de tango son poetas: 
 
GL: aunque nos parezca que el tango es llorón, y aunque todavía ahora gente joven se siente identificada con esa mirada hacia el pasado, tomando lo que hace un rato decía Sebastián: imaginemos una persona que vive la nostalgia de manera estéril, como sumergiéndose en un pasado del cual no puede salir, deprimiéndose patológicamente, no produce nada. Mucho menos, música. Y mucho menos poesía. Mas bien es un encerramiento que genera mucha esterilidad y tristeza. 
               Esta experiencia de nostalgia de los inmigrantes y sus hijos y nietos , esta “pena antigua” ,queda también en herencia. Aunque no hayamos vivido el desarraigo, sabemos de qué se trata. Y no es una nostalgia patológica, porque ha generado este aporte cultural que ha trascendido las fronteras no solamente del puerto y los barrios marginales del “Sur, paredón y después…”: llega a lo universal del alma humana
 
CV: Queda impreso en una población que ya se identifica con eso y ya forma parte de la tradición de esa población. Hablando en términos rioplatenses, ‘siempre hay una forma tanguera de ver la vida’
 
GL: Pero al mismo tiempo esa forma tanguera de ver la vida, es un aporte a la humanidad toda. Por eso el auge que hoy está teniendo el tango y que va contagiando a muchos escenarios en otros países, empezando por Japón. Algo encuentra sobre el hombre
CV: Japón es un caso emblemático: Japón se había apartado, en un gesto de ‘modernidad a ultranza’, de sus tradiciones. Y necesitaban urgentemente conectarse con algo que los llevara al pasado. Y el tango se lo ofreció. Hay muchas letras de tango en japonés. Y hablan de ese pasado que nos marca y nos proyecta al futuro
 
GL: Los abuelos, que muchas veces se ponen nostalgiosos, miran hacia atrás, hablan de sus cosas, y a veces cansan porque parecen no poder decir nada que tenga luz propia en el presente. A veces creo que es un error por parte de los que recibimos esta catarsis no poder generar a partir de eso un movimiento creador. El fundador, el patriarca de una empresa, tiene un error: no deja espacio para las generaciones futuras, porque se afinca en ese pasado donde él fue el patriarca y no hay forma de ingresar ahí. Y una forma de destrabar esto es a través del arte, de la creación, en este caso, a través del relato de la propia historia

 

VOLVER 1935 Letra Alfredo Le Pera, Música carlos Gardel

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo: "Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.

Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada,
que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra.
Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches que, pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.

 
-          Quisiera hacer una reflexión desde la fe: ya nuestra génesis es nostálgica de ese exilio del paraíso perdido, así que nuestros génesis espirituales están cargados de esa nostalgia primigenia, y en tanto eso es así, el problema no es tanto la nostalgia sino lo que hacemos con ella, que –como se dijo- puede ser una fuente extraordinaria de creación
 

NOS REFUGIAMOS EN LA NOSTALGIA CUANDO SENTIMOS QUE NOS ABANDONA LA ESPERANZA, PORQUE LA ESPERANZA EXIGE AUDACIA, Y LA NOSTALGIA, NO EXIGE NADA” Eduardo Galeano

QUE APRENDAMOS DE LA NOSTALGIA, Y QUE NO PERDAMOS LA ESPERANZA

ALLÁ DONDE FUI FELIZ Sé que pronto he de volver
Y vendrán recuerdos a mi encuentro Los buenos recuerdos los reviviré.
Cuántas ganas de correr  por los montes donde ayer
Fui creciendo libre como el viento , allí fui aprendiendo lo poco que sé.
Quiero sentir todas la mañanas el olor a pan casero que mi madre preparó
Luego saludar a algún carrero , gente buena de mi pueblo,gente con alma de sol.
Como en mi niñez iré  a entregarle al río aquel
Mis sueños de ser quien soy ahora : un hombre que ríe y llora también.
Quiero volver a tus casas viejas , a tus calles polvorientas . Quiero ver tu amanecer
Ese amanecer tan diferente y que ya no cambiaría . Se que pronto he de volver.

Texto original Eduardo Galeano DESECHANDO LO DESECHABLE (para mayores de 40)

Seguro que el destino se ha confabulado para complicarme la vida.

No consigo acomodar el cuerpo a los nuevos tiempos.

O por decirlo mejor: no consigo acomodar el cuerpo al “use y tire” ni al “compre y compre” ni al “desechable”.

Ya sé, tendría que ir a terapia o pedirle a algún siquiatra que me medicara.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los gurises.

Los colgábamos en la cuerda junto a los chiripás; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos… nuestros nenes… apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Sí, ya sé… a nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles uruguayas guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor.

Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plast de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están jodiendo!

¡¡Yo los descubrí… lo hacen adrede!!

Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.

Nada se repara.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommier casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se deshecha y mientras tanto producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo.

Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo” pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo.

¡Toooodo!

Lo que servía y lo que no.

Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Le dábamos crédito a todo.

Sí… ya sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.

Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas de jardinera… y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¡¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?!

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones.

El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos.

¡¡Cómo guardábamos!!

¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!

¡¿Cómo para qué?!

Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.

Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.

Y las cosas que nunca usaríamos.

Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.

Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraran al terminar su ciclo, los uruguayos inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas!

Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.

Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.

No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables… eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al cuadril!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque del Banco de Seguros para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.

Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posamates, y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal.

Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.

Así como hoy las nuevas generaciones deciden “matarlos” apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada… ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron “Tómese el helado y después tire la copita”, nosotros dijimos que sí, pero… ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico -las de suero y las de Agua Jane- se transformaron en adornos de dudosa belleza.

Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

No lo voy a hacer.

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo que la bruja me gane de mano … y sea yo el entregado.

Y yo…no me entrego.