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Tener paciencia en las tribulaciones
miércoles, 19 de julio de 2006
Justificados entonces por la fe estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por El hemos alcanzado mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados y por El nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún nos gloriamos hasta en las mismas tribulaciones porque sabemos que la tribulación produce la constancia, la constancia la virtud probada, la virtud probada la esperanza y la esperanza no quedará defraudada .Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado .En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo en el tiempo señalado murió por los pecadores. Difícilmente se encuentre alguien que de su vida por un hombre, tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores y ahora estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos liberados por El de la ira de Dios. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo, mucho más salvados por su vida. Y esto no es todo. Nosotros nos gloriamos de Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo por quien desde ahora hemos recibido la gracia de la reconciliación.
Romanos 5, 1-11
El pecado tiene fuerza destructora. Termina con nosotros, con todo lo que rodea nuestra vida. Particularmente nos desconecta del vínculo amoroso de nosotros con nosotros mismos. No podemos terminar de valorarnos como somos, nos desvalorizamos y nos hundimos en un trato despiadado de nosotros con nosotros mismos El pecado tiene fuerza destructora en el vínculo con los demás. No nos deja establecer vínculos amigables con los otros, establece distancias, genera conflictos, instala la enemistad. El pecado nos desconecta del trato con Dios. En realidad ésta es la raíz del pecado, el no reconocerlo a Dios como Dios, el querer constituirnos a nosotros como dioses o buscar remplazarlo por algún ídolo que por allí está dando vuelta y hacer que otro ocupe el lugar que solo Dios puede ocupar. Cuando el hilo se corta por arriba y por lo más grueso que es Dios, todo se va como descoyunturando, va como perdiendo su razón de ser. Caemos en las situaciones de odio, conflictos, divisiones, envidias. Vamos perdiendo valor de nosotros mismos. No somos capaces de amarnos como merece realmente nuestra vida ser amada, tenida en cuenta, cuidada, valorizada. El pecado es fuerza de destrucción. De la situación del pecado como fuerza de destrucción dice Pablo: nosotros hemos sido librados por la sangre de Jesucristo y justificados. Quiere decir, puestos en su lugar. Jesús en la mirada del Evangelio de Pablo, ha venido por su sangre a reconciliar todas éstas fuerzas descoyunturadas, enfrentadas, en tensión, para ponernos en camino de Jesús y darle plenitud a nuestra vida. Para eso dice el Apóstol debemos recorrer un camino en paciencia, en medio de situaciones donde la gracia de Dios va avanzando sobre el desorden y poniendo las cosas en su lugar, solo que para que esto termine de acontecer en plenitud hay un proceso que recorrer: el camino de la reconciliación de todo nuestro ser, de todo el cosmos interior que hay en nosotros, supone un tiempo que es camino, que la gracia va obrando frente al cual hay que guardar paciencia. En la tribulación, paciencia dice el Apóstol. La paciencia genera la esperanza, y la esperanza no defrauda. Saber esperar pacientemente en Dios que va a poner las cosas en orden. Tenemos como adelante nuestro entonces, el caos que es nuestra vida por momentos y por otra parte la gracia de Dios que actúa en medio de ese caos. Situaciones donde nosotros sabemos que nosotros con nosotros mismos no guardamos relación de cordialidad, por ejemplo cuando nos levantamos a la mañana y nos miramos al espejo y decimos ¡que carita papá tenemos hoy¡ Tenemos nuestros caos, nuestros conflictos, situaciones interiores que no están en armonía, que están en tensión. Por un lado esto, que puede estar reflejado en tu pieza por ejemplo, o en tu placard o en ese cajón que hace mucho que no ordenas. En algún lugar nuestros caos se reflejan. El pecado genera desorden y caos y con él convivimos: el que diga que no tiene pecado que tire la primera piedra. Por otro lado a ésta imagen le acompaña la otra: la de la gracia de Dios que actúa en medio nuestro buscando poner en orden lo que no está en orden. Ante esto que genera tribulación. La tribulación es el encuentro entre estas dos fuerzas, hay que obrar en paciencia, dice el Apóstol. Si nos mantenemos en paciencia, ésta genera esperanza y la esperanza nos conduce a buen camino. La tribulación qué es? Es el encuentro entre éstas dos fuerzas opuestas que generan un gran revuelo dentro de nosotros. Que se hace frente a la tribulación? Se espera a que la luz venza sobre las tinieblas, el orden, la paz, la alegría sobre la tristeza, el caos, la desazón. Dios viene a poner orden con su gracia para rescatarnos de nuestros desórdenes. En paciencia podemos dejar que Dios actúe y ponga las cosas en su lugar con nuestra participación.
Qué es la paciencia? Es la disposición y el empeño para no sucumbir a la presión que nos traen las contrariedades de la vida, sino soportarlas serenamente. En realidad, la paciencia que genera esperanza es como un fruto de la misma esperanza, como virtud teologal. Por eso hay que pedir la gracia de vivir en la esperanza, de alegría en medio de dificultades. El que dice que tiene esperanza sabe que la cruz no es la última palabra, que la gracia de la resurrección tiene la palabra final en la historia. Cuando nos gana la tristeza, cuando enervamos nuestras energías detrás de la tristeza y nos dejamos llevar por las circunstancias que golpean nuestra vida estamos desdiciendo al Dios de la vida. Al que en la cruz murió para darnos vida. La paciencia cristiana procura no dar demasiada importancia a los sufrimientos y a las contrariedades de la vida y los estima y soporta con miras a un bien superior. Por eso cuando hay alguna tribulación que se genera entre la presencia de Dios y los caos con los que convivimos, nuestra mirada puesta en Dios en tu trabajo por controlar aquello que nos inquieta que interiormente y exteriormente nos invita a la dispersión que nos saca de nosotros mismos, que no nos deja ser dueños de nuestra persona, que nos atropella tantas veces, que puede con la sana convivencia, que hace que no se respire el don maravilloso de la paz. Cuando hay paz hay orden, cuando nosotros en medio del caos vamos buscando en paz poner las cosas en su lugar la paz se acrecienta y ésta es la primera manifestación de la gracia de la resurrección. Cuando uno ingresa a un ambiente donde se respira el don maravilloso de la paz y la alegría puede decir aquí está JESÚS RESUCITADO.
Vale la pena manejarse con algunos instrumentos que nos ayuden a ser dueños de nosotros y a dominar las situaciones que nos parecen tan bravas, tan duras, tan difíciles. Por ejemplo: el saber demorar una respuesta. Hay personas que con su actitud, con su manera de ser, con su modo de estar frente a la vida, tantas veces nos resulta negativo o agresivo a nosotros su modo de estar, eso mismo podemos ser nosotros para otros. Cuando le pasa a uno esto que se encuentra con gente que se desayunó o tomó limón puro, entonces todo se hace agrio desde la mañana temprano. Uno ante la primera agresión que hace como reacciona? Reacciona como le sale a uno. Antes éstas situaciones donde el caos quiere dominar nuestras primeras horas o minutos de la mañana, para que responder rápido. A veces suele ocurrir en casa cuando uno tuvo una mala noche y el sueño fue un caos que en el despertar se va como acomodando de a poco en el conciente y se va acomodando de a poquito en la mañana. Cuando la cosa viene cruzada uno sabe que si la enfrenta de golpe y a la primera agresión, respuesta de otra agresión, entre agresión y agresión lo único que hacemos es instalar la guerra, y apartar el don de la paz. Saber demorar nuestra respuesta, y es lo mismo que callarse como si nada pasara. Por un tiempo respirar. Y uno puede preguntarse en una determinada situación que a veces no son tan negras como se planteó anteriormente. Son pequeñas cosas que nos sacan. Porqué me produce esto? Qué me genera de ésta persona o ésta situación que yo reaccione impacientándome, desordenándome, reaccionando violentamente, contentando mal, exponiéndome anímicamente de un modo negativo frente a las cosas? Qué es lo que lo genera? Y a partir de ahí preguntarme, vale la pena todo lo que hago, actúo en relación al otro? Será más bien mejor darle un tiempo al silencio y contestar sacando lo mejor de mi y ponerlo al otro frente a lo mejor que el otro puede tener. Siempre las cosas tienen un costado bueno. Aún las más duras y difíciles, las más agresivas. No se trata de no enfrentar las cosas sino saberlas enfrentar. El que es paciente es fuerte. Porque la paciencia se logra en el saber soportar las contrariedades y buscarle el costado bueno a lo que parece tan oscuro y tan malo. Es bueno saber cuales son nuestros esquemas personales para no responder con ira a las situaciones que nos sacan de nosotros mismos. Dejarse llevar por los cauces que dan lugar, que no es malo, a una reacción violenta, si es que tiene cauce. La reacción violenta, la agresividad, no es buena cuando no tiene cauce. La agresividad en si misma no es mala, deja de ser buena cuando pierde cauce, cuando perdemos los estribos, sabemos decir. Nos pasa que a veces estamos absorbidos por la ira. Tenemos el corazón herido, resentido por una humillación, por un fracaso, por una situación de injusticia. Entonces no estamos dispuestos a meditar y a detenernos y preguntarnos porqué reacciono así, podría ser mejor, habría que sacar de la situación el mejor costado. El costado positivo que tiene no se lo encontramos. La bronca cuando arranca dentro nuestro con toda su furia, la ira cuando se despierta en nosotros nos ciega, no nos deja ver. En ese caso podemos contarle a alguien, un amigo o una amiga, todo lo que sentimos. Poniéndole un nombre a ese estado interior de ánimo. Si eso todavía no disminuye nuestra perturbación, si no aclara nuestra mirada, si la ceguera sigue como poniéndonos ante una violencia que primero es con nosotros y después con todos los que nos rodean suelen ser necesarios algunos ejercicios para podríamos decir así, cambiar de canal y refrenar el empuje de la emotividad desbordada que es la ira. Por ejemplo: gritar mentalmente con mucha fuerza: basta y decirlo con claridad, usando la imaginación, entreteniéndonos en proyectos que sean agradables, posibles, planes para las vacaciones, recuerdos lindos que hemos tenido de otros tiempos. También puede ayudar buscar una canción que nos agrada. Dicen que la música calma a las bestias. Es cierto, cuando uno está en estado de alboroto interior cuando hay sentimiento de bronca, de ira, una buena música puede ponernos en calma el corazón. Usar alguna frase que nos haga sentir que lo que ha sucedido no es tan grave: esto ya pasa, todo pasa, no vale la pena no gastar pólvora en chimango, no vale la pena tanta energía puesto en esto, yo tengo todas las capacidades para resolver esto poco a poco, tengo derecho a no ser perfecto, me doy licencia para equivocarme y aún para la ira pero no lo voy a resolver con sencillamente gritar, con ofuscarme, enojarme, ponerme serio, duro. Son cosas que nos ayudan para ir encontrando un cauce a algo que de suyo viene como un río en crecida en las sierras. Arrasa con todo, la ira. Es ciega, no tiene límites. En la paciencia que tenemos que ir construyendo con mecanismos que nos ayuden a resistir, podemos ir haciéndonos dueños del caos con la presencia de un Dios que en la tribulación quiere salir ganancioso. Por eso es bueno descubrir cuales son esos mecanismos. Uno que me parece clave para no dejar que la ira se nos venga en contra es no aislarnos. Porque la ira cuando es dejada suelta es como decía, un río que crece en las sierras. Uno no se da cuenta y en menos de un minuto arrasó con todo y si uno no se corrió lo lleva. Así es la ira descontrolada. Pero cuando la ira uno la retiene, es decir la reprime, no es que le de cauce, la ira se vuelve en contra de nosotros mismos, nos entristece, nos aísla. Una de las consecuencias que tiene las situaciones caóticas en las que vivimos donde se despierta la fuerza de la agresividad en nosotros es que cuando no encontramos cauce para la agresividad explotamos por otro lado y un modo de explotar es el aislamiento, nos encerramos, nos quedamos con nuestro mundo, cortamos con todo, que nadie me hable, me mire, me toque, estamos como en esa situación de arrinconamiento de nuestra propia existencia donde tampoco nos hacemos bien.
Un pueblo manso puede ser un pueblo reprimido, un pueblo que no reacciona frente a las injusticias puede ser un pueblo adormecido y no se trata de darle cauce en instrumentos ya desgastados de marchas y otras marchas de quejas y otras quejas sino de reinventar la resistencia y de hacerla de todos los días, cotidiana. La resistencia deja de ser resistencia cuando pierde creatividad. En la creatividad la resistencia frente al mal se hace fuerte en si misma. El aislamiento en el que caemos a veces buscando mecanismos demasiado simples para sobrellevar los conflictos es un muy mal consejero sobre todo cuando a esto lo identificamos con la oración. Si, nos aislamos porque queremos un momento de paz, nos vamos a orar y después volvemos peor de lo que salimos, al poquito tiempo, como no hemos incorporado el resto del esquema personal, corporal, psíquico, ambiental, al ámbito de la serenidad y la calma ante cualquier cosa que pasa alrededor nuestro, vuelve el alboroto interior. En cambio cuando nosotros hemos sabido incorporar con otros y en nosotros mismos en nuestro cuerpo y en nuestra psiquis la serenidad y la calma, la fuerza de la ira gana cauce y colabora a resistir frente a los males que pueden estar pasando dentro o alrededor nuestro. Por eso es bueno cuando uno está tenso en medio de situaciones difíciles aprender a relajarse en movimiento. Esto quiere decir que no hace falta aislarse. En un ratito de lo más fragoroso de la situación, respirar hondo por ejemplo, o levantar la mirada, ponerla sobre otro lugar donde la tiene puesta con cierta agresividad. Cuando uno tiene una cosa en la mano y se da cuenta que la está apretando demasiado fuerte y ahí está descargando su tensión, soltarla, tenerla pero decirse la fuerza no vale la pena que esté toda puesta sobre esto que tengo en la mano, que vaya encontrando cauce sobre otros lugares. Entonces animarse a ponerse de pie y si la fuerza que hacíamos en la mano se había instalado también en la espalda, relajarla. Ponerse en una silla, tirar la espalda hacia atrás, mover la cabeza para un lado y para el otro. Se dice todo esto porque esto hace a lo concreto de las tensiones que nos ganan en las tribulaciones y nos impiden estar dándole creatividad a la resistencia en nosotros frente a la tribulación. La fuerza del caos sobre nosotros nos pone tensos y cuando estamos tensos no enfrentamos la situación sino que la cargamos sobre nosotros. Eso no es saludable, nos hace mal. Cada uno de nosotros frente al caos de las situaciones que nos rodean en vez de resistir las mal encausamos. Hay que buscar la forma de darle un saludable cauce. Por ejemplo: de pie, levantarme, llevar la manos lentamente hacia atrás hasta que se toquen y luego dejar que caigan hacia delante por su propio peso, mientras tanto uno se imagina un punto debajo del ombligo y se siente el peso de ese lugar hacia abajo y repetirlo una y otra vez. Todo lo que me pesaba se cae. Ya no lo llevo sobre mi. Acostado boca arriba sobre una superficie que no sea fría, contraer y tensar todos los miembros del cuerpo una y otra vez durante un tiempo en 5 segundos y luego soltar y relajar, contraer y soltar para no estar todo el tiempo contraídos. La situación de caos hace que estemos contracturados. Ponemos las cargas que tenemos en algún lugar de nuestro esquema corporal y psíquico y no nos damos cuenta de que cargamos más de lo que podemos. Todo un aprendizaje que tenemos que ir haciendo para que la fuerza de la ira se transforme en resistencia m{as que en bronca sin cauce que genera violencia. La ira cuando está encausada hace creativa la resistencia y ésta frente a los males que sufrimos nos pone en paciencia y ésta despierta a la esperanza que trae la alegría.
Padre Javier Soteras
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