27/11/2014 – Jesús dijo a sus discípulos:”Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.
Lc 21,20-28
Jesús ciertamente está viendo más allá y contempla la dramática realidad que lo tiene a Él como protagonista. En medio de un cosmos sacudido por la presencia del hijo de Dios que viene.
Llama la atención la expresión “levanten la cabeza” como diciendo no se achiquen, no tengan miedo. Todo esto sucede pero hay que levantar la mirada en el Hijo del hombre que llega. Mientras todo estos desastres sucede, el Hijo del hombre viene llegando. Cuando nosotros vemos que las cosas vienen encontradas nos ponemos mal. Jesús nos invita a leerlo desde una perspectiva diferente, saliendo de la primera impresión para adentrarnos en el corazón mismo de los acontecimientos. Lo que ocurre es una gran conmoción, un sacudón cósmicos, una movida de enfrentamientos, guerras y catástrofes. “No tengan miedo” dice Jesús porque llega lo nuevo y lo viejo tiendo a desaparecer. Cuando nosotros atravesamos alguna crisis personal, familiar o institucional, lejos de vernos apretados por las circunstancias dolorosas que atravesamos, es tiempo de levantar la mirada, levantar la cabeza y contemplar al Hijo del hombre que llega. Cuando todo se sacude es porque algo nuevo llega.
Yo te invito a que sea cual sea la descripción de tus circunstancias dolorosas y difíciles, yo te invito a que levantes la cabeza. La sabiduría está por encima de la inteligencia, la supera y la enriquece. Es tiempo de levantar la mirada y encontrarnos con la sabiduría que llega de lo alto.
La sabiduría va más allá de la edad de las personas y tiene que ver con un saber detenerse y gustar de las cosas. San Ignacio de Loyola recomienda a quienes se disponen a rezar a que cuando encuentren gusto en la oración se detengan en esa escena y no avancen porque no está en el mucho hablar ni en el mucho pensar el gustar interiormente las cosas de Dios sino en el saber detenerse en lo que nos regala. “No el mucho saber harta y satisface el alma sino el saber gustar interiormente las cosas de Dios” (San Ignacio).
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