Textos de Fiodor Dostoievski

lunes, 17 de octubre de 2011

"Todo está encerrado en Tí, Señor"

(El Adolescente, Fiodor Dostoievski)

El próximo jueves 20 de octubre, el programa Entre Nosotros se transformará en una especie de Café Literario. Inspirados en el Ciclo de Charlas sobre Literatura Contemporánea y Cristianismo, que organiza la Basílica Natividad, de Esperanza (Santa Fe), nos sumergimos en las obras de Fiódor Dostoievski.

Este autor es uno de los principales escritores de la Rusia Zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa del siglo XIX.

Con el objetivo de que puedan acercarse a las obras de Dostoiesvski y participar del programa, les proponemos varios fragmentos de sus libros, en los que se destacan una gran calidad literaria e inspiración cristiana.

TEXTOS DE FIODOR DOSTOIEVSKI

«A veces Dios me  envía instantes de paz. En esos instantes amo y siento que soy amado. Fue en uno de esos momentos cuando compuse para mí un credo, 
donde todo es claro y sagrado. Este credo es muy simple. Helo aquí: 
creo que no existe nada más bello, más profundo, más simpático, más 
viril y más perfecto que Cristo; y me lo digo a mí mismo, con un amor 
celoso, que no existe y que no puede existir. Pero si alguien probara 
que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se halla en Él, prefiero 
permanecer con Cristo que permanecer en la verdad» (Fiodor Dostoievski).

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De: El idiota (fragmento)

Un hombre que es asesinado por unos bandidos de noche, en un bosque, o algo por el estilo, tiene hasta el último momento la esperanza de salvarse. Ha habido casos en que un hombre a quien le han cortado el cuello tiene esperanza todavía, o sale corriendo, o pide que se apiaden de él. Pero en este otro caso, por el contrario, esa última esperanza, que permite que la muerte sea diez veces menos penosa, es eliminada con toda certeza: la sentencia está ahí, y la horrible tortura está en que sabes con certeza que no te escaparás, y no hay en este mundo tortura más grande que ésa. Lleve a un soldado a una batalla, póngale delante de un cañón y dispare, y él seguirá teniendo esperanza; pero si a ese mismo soldado se le lee una sentencia de muerte cierta, se volverá loco o romperá a llorar. ¿Quién dice que la naturaleza humana puede soportar esto sin perder la razón? ¿A qué viene tamaña afrenta, cruel, obscena, innecesaria e inútil? 
(…)
El hombre del que hablo fue conducido un día al cadalso con otros condenados, y le leyeron la sentencia que le condenaba a ser fusilado por crimen político. Veinte minutos más tarde se le notificó el indulto y la conmutación de su pena. Los tres primeros fueron conducidos y atados a los postes; sabía de antemano en lo que pensaría: toda su ansia era imaginarse, con la mayor rapidez y claridad posibles, como sería aquello: en aquel instante vivía y existía; en tres minutos qué cosa sucedería alguien o algo distinto. Pero confesaba que nada le fue más penoso que este pensamiento: -Si no muriese. Si me devolviesen la vida. ¡Qué eternidad se abriría ante mí! Transformaría cada minuto en un siglo de vida; no despreciaría ni un solo instante y llevaría cuenta de todos los minutos para no malgastarlos.- 
"

                                      (Fiodor Dostoievski)

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El infierno y el fuego eterno. Reflexiones místicas

LOS HERMANOS KARAMAZOV, 2 parte, libro 6, capítulo 3, apartado i)

i) Padres míos, ¿qué es el infierno? Yo lo defino como el sufrimiento de no poder amar. En un punto, en un instante del espacio y del tiempo infinitos, un ser espiritual tiene la posibilidad, mediante su aparición en la tierra, de decirse: «Existo y amo.» Sólo por una vez se le ha concedido un momento de amor activo y viviente. Para este fin se le ha dado la vida terrestre, de tiempo limitado. Pues bien, este ser feliz ha rechazado el inestimable don; ni le da valor ni lo mira con afecto: lo observa irónicamente y permanece insensible ante él. Este ser, cuando deja la tierra, ve el seno de Abraham, charla con él como se refiere en la parábola de Lázaro y del rico de mal corazón; contempla el paraíso y puede elevarse hasta el Señor. Pero le atormenta la idea de llegar sin haber amado, de entrar en contacto con los que han prodigado su amor, habiéndolo desdeñado él. Ahora ve las cosas claramente y se dice: «En este momento poseo la clarividencia y comprendo que, pese a mi sed de amor, mi amor no tendrá valor alguno, ya que no representará ningún sacrificio, por haber terminado mi vida terrestre. Abraham no vendrá a calmar, ni siquiera con una gota de agua, mi sed ardiente de amor espiritual, este amor que ahora me abrasa, después de haberlo desdeñado en la tierra. La vida y el tiempo han terminado. Ahora daría de buena gana mi vida por los demás, pero esto es imposible, pues la vida que yo quisiera sacrificar al amor ya ha pasado y entre ella y mi existencia actual hay un abismo.»

Se habla del fuego del infierno tomando la expresión en su sentido literal. No me atrevo a sondear este misterio, pero me parece que si hubiese verdaderas llamas, los condenados se regocijarían, pues el tormento físico les haría olvidar, aunque sólo fuera por un instante, la tortura moral, mucho más horrible que la del cuerpo. Es imposible librarlos de este dolor, pues está dentro de ellos, no fuera. Pero yo creo que si se les pudiera librar del sufrimiento físico, se sentirían aún más desgraciados. Pues aunque los justos del paraíso los perdonaran al advertir su tormento y, llevados de su amor infinito, los llamaran a su lado, sólo conseguirían aumentar el mal, avivando en ellos la sed ardiente de un amor activo, que corresponde a otro y lo agradece, amor que ya no es posible en esos desgraciados. Yo creo, sin embargo, que el convencimiento de esta imposibilidad acabará por descargar sus conciencias, pues, al aceptar el amor de los justos sin poder corresponderles, sentirán una humilde sumisión que creará una especie de imagen, de imitación del amor activo que desdeñaron en la tierra… Me parece, hermanos y amigos, que no he podido expresar claramente estos pensamientos. Pero malditos sean aquellos que se han destruido a si mismos, malditos sean esos suicidas. No creo que haya seres más desdichados que ellos. Se dice que es un pecado rogar a Dios por estas almas, y, al parecer, la Iglesia los repudia, pero yo creo que se puede orar por ellas también. El amor no puede irritar en ningún caso a Cristo. Toda mi vida he rogado desde el fondo de mi corazón por esos infortunados, y les confieso, padres, que sigo haciéndolo todavía.

En el infierno hay seres que permanecen altivos y hostiles a pesar de haber adquirido la claridad de pensamiento y de tener ante sus ojos la verdad incontestable. Algunos de ellos son verdaderos monstruos entregados enteramente a Satanás y a su orgullo, mártires voluntarios que no se sacian de infierno, que se han maldecido a sí mismos, por haber maldecido a Dios y a la vida. Se alimentan de su feroz soberbia, como el hambriento caminante del desierto se bebe su propia sangre. Pero son y serán siempre insaciables y rechazan el perdón. Maldicen a Dios, que les llama. Y querrían que Dios y toda su Creación desaparecieran. Arderán eternamente en el incendio de su cólera y siempre tendrán sed de muerte y de exterminio…

Fiodor Dostoievski

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Tomado del Libro “Los Demonios” o “Los Endemoniados”

“El hombre es infeliz porque no sabe que es feliz, sólo por eso… Todo es bueno para los que saben que es bueno”.

“En la vida de los pueblos, la Ciencia y la Razón han cumplido un menester tan secundario como auxiliar; y lo seguirán cumpliendo por los siglos de los siglos. Los pueblos se forman y mueven por otro género de fuerza que los rige, cuyo origen es desconocido e inexplicable. Esa fuerza es la del anhelo infatigable de llegar hasta el fin, al mismo tiempo que niegan que haya un fin. Es el espíritu de la vida, o sea, como dice la Escritura los ríos de agua viva… La búsqueda de Dios, como yo lo llamo de modo más sencillo… La meta de todo movimiento popular, en cualquier pueblo y momento de su existencia, es únicamente la búsqueda de Dios, de su Dios, del suyo propio, y de la Fe en él como único verdadero. Dios es la personalidad sintética de todo un pueblo, considerada desde el principio hasta el fin. Nunca se ha dado el caso de que todos los pueblos, o muchos de ellos, tengan un sólo Dios común, sino que siempre ha tenido cada uno el suyo. Cuando los dioses comienzan a ser comunes, ocurre la primera señal de la descomposición de la nacionalidad. Cuanto más poderosos es un pueblo, más individual debe ser su Dios… El pueblo es el cuerpo de Dios… Un pueblo es pueblo sólo mientras tiene su propio Dios individual y excluye a todos los demás dioses del mundo, sin admitir reconciliación alguna; mientras cree que su Dios vencerá y expulsará del mundo a todos los demás dioses… Pero, la Verdad es una, por lo tanto, sólo uno entre los pueblos puede tener al Dios verdadero”.

Fiodor Dostoievski

 

 

SOY un hombre ridículo. Ahora me llaman loco. Esto

representaría un ascenso de categoría si no continuara

siendo tan ridículo como antes para la gente. Sin embargo,

ahora ya no me enfado, todo el mundo me parece

simpático y diría que más aún cuando se ríen de mí. Yo

mismo me reiría con los demás, no por querer reírme de

mí, sino por amor a ellos. Lo haría si al contemplarlos

no me causaran tanta pena. Me entristecen, porque no

conocen la verdad y yo sí la conozco. ¡Qué duro, ay, ser

el único en conocer la verdad! Pero cosa es ésta que no

comprenderán. No, no la comprenderán.

Antes me molestaba mucho parecer ridículo. No lo

parecía, lo era. Me ridiculizaban siempre, lo sé quizá

desde mi propio nacimiento. Quizá lo supe a los siete

años. Estudié en la escuela; más tarde, en la universidad.

Cuanto más estudiaba, tanto mejor sabía que era ridículo.

Al final resultó que toda mi ciencia universitaria

existía como quien dice para demostrarme y ponerme

en claro, a medida que progresaba en mis estudios, que

yo era ridículo. En la vida me ocurrió poco más o menos

lo mismo que en la ciencia. De año en año adquiría

más plena conciencia de mi ridiculez en todos los sentidos.

De mí se reía todo el mundo, se reían siempre. Una

cosa, sin embargo, no sabía ni adivinaba nadie, y consistía

en que si había en la Tierra un ser que comprendiera

que yo era ridículo, este ser era yo. Nada más lamentable

para mí que este hecho, es decir, que no lo supieran, a

pesar de que yo mismo tenía la culpa de ello, pues fui

siempre tan orgulloso, que nunca quise reconocerlo. Con

los años aumentaba mi orgullo, y si por casualidad hubiera

reconocido ante una persona, quienquiera que fuese,

mi condición de hombre ridículo, me parece que en

seguida, la misma noche, me habría saltado la tapa de

los sesos con un disparo de revólver. ¡Oh, cuánto sufrí

en mi adolescencia temiendo no poder resistir por más

tiempo y confesar mi ridiculez en un momento de debilidad

a algún camarada! Pero desde que llegué a joven

aunque cada año iba adquiriendo un mayor conocimiento

de mi horrible condición, fui volviéndome, sin saber

por qué, más tranquilo. Realmente, sin saber por qué……

 

Fiodor Dostoievski

 

 

Oraciones de Dostoievski

“Y de pronto, quizá desde el otro extremo de la tierra se eleva al Señor tu oración por la paz del alma de alguien así, aunque tú ni siquiera le hayas conocido ni él te conociera a ti. Y tanto se conmueve entonces su alma, cuando se presenta con temor y temblor ante el Señor, porque también hay alguien que rece por ella, porque también en la tierra ha quedado un ser humano que le ama.”

“Señor, ten piedad de todos ellos […], protégelos, son desdichados y los mueve el arrebato, y guíalos por el camino recto. En Ti están los caminos, condúcelos a ellos y sálvalos. Tú eres el amor. También a todos enviarás alegría.”

 

La oración del peregrino Makar Ivánovich en vista de la belleza de la naturaleza: “Todo está encerrado en Ti, Señor, y también yo estoy encerrado en Ti y Tú me asumes.” (El Adolescente, Fiodor Dostoievski)

 

Palabras de Dostoievski:

“Si no tuviéramos una autoridad en la fe y en Cristo, nos extraviaríamos en todo.”