08/06/2017 – La Iglesia vive profundamente ese llamado a ir, aunque a veces lo hemos entendido como “vengan” en lugar de “vayan”.
“Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»”. Mateo 28,16-20
“Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»”.
Mateo 28,16-20
La Iglesia se llama apostólica porque, fundada sobre los apóstoles, mantiene su tradición y es guiada por sus sucesores. [857860, 869,877]
Jesús llamó a los apóstoles como sus más estrechos colaboradores. Fueron sus testigos oculares. Después de su Resurrección se les apareció en varias ocasiones. Les concedió el Espíritu Santo y los envió como sus mensajeros autorizados por todo el mundo. En la Iglesia primitiva eran los garantes de la unidad. Su misión y poder los transmitieron, mediante la de las manos, a los obispos, sus sucesores. Así se hace hasta hoy. Este proceso se denomina sucesión apostólica. 92
En la Iglesia hay laicos y clérigos (sacerdotes del clero). Como hijos de Dios tienen la misma dignidad. Tienen misiones de igual valor, pero diferentes. La misión de los laicos es orientar el mundo entero hacia el reino de Dios. Los laicos están llamados a ser fermento en la masa.
El Papa Francisco pide no “clericarizar la Iglesia” que implica hacer laicos “seudo curas” de sacristía, encerrados, o al contrario, poner por encima de todo la vida sacerdotal e impedir el accionar de los laicos con plenitud en el mundo y en la misma iglesia.
Todos estamos llamados a pastorear, a acompañar y ayudar a crecer. Es el caso de los catequistas con sus catequizandos, o el voluntario en una organización social.
Junto a ellos están los ministros ordenados (clérigos) con los ministerios del gobierno de la Iglesia, de la enseñanza y de la santificación. En ambos estados de vida hay cristianos que, en castidad, pobreza y obediencia, se ponen de modo especial al servicio de Dios (por ejemplo, los religiosos). [871876, 934, 935]
Los religiosos se ponen de un modo especial al servicio de Dios y hacen presente anticipadamente lo definitivo.
¡Qué hermosa sinfonía de vocaciones! Cada uno, a su manera, tiene que testimoniar el evangelio con su propia vida. Descubramos nuestras diferencias y complementariedades para poder hacer una iglesia sinfónica que pueda acompañar la vida de todos los hombres. Todos tenemos que acompañar el crecimiento del pueblo de Dios y la construcción de un mundo mejor.
Todo cristiano tiene la misión de testimoniar el evangelio con la propia vida. Pero Dios traza un camino propio para cada persona. A unos los envía como laicos, para que construyan el reino de Dios en medio del mundo, en la familia y en el trabajo. Para ello cuentan con los dones necesarios del Espíritu Santo en el bautismo y la confirmación. A otros les encomienda el ministerio pastoral; tienen que gobernar, enseñar y santificar a su pueblo. Nadie se puede atribuir este encargo; es el Señor mismo quien lo concede y confiere la fuerza divina mediante el orden sagrado. De este modo pueden actuar en lugar de Cristo y dispensar los sacramentos. 259
Los laicos son enviados para comprometerse en la sociedad, para que el reino de Dios pueda crecer entre los hombres. [897 913,940-943]
Un laico no es un cristiano de segunda clase, porque participa del sacerdocio de Cristo (sacerdocio común). Se ocupa de que las personas de su entorno (en el colegio, la formación, la familia y el trabajo) conozcan el Evangelio y aprendan a amar a Cristo. Mediante su fe influye en la sociedad, la economía y la política. Respalda la vida eclesial, asumiendo por ejemplo servicios de acólito o lector, se ofrece como responsable de grupos, participa en consejos y comisiones eclesiales (por ejemplo el consejo pastoral parroquial o el consejo económico). Los jóvenes deben reflexionar especialmente sobre el lugar que Dios quiere que ocupen.
El principio de la democracia es: todo poder emana del pueblo. Pero en la Iglesia todo poder emana de Cristo. por eso la Iglesia tiene una constitución jerárquica. Al mismo tiempo Cristo le otorgó, sin embargo, una estructura colegial. [874879]
El elemento jerárquico en la Iglesia consiste en que es el mismo Cristo quien actúa en ella ‘ cuando los ministros sagrados por gracia de Dios hacen y dan lo que no podrían hacer ni dar por sí mismos, es decir, cuando dispensan, en lugar de Cristo, los sacramentos enseñan con su autoridad.
El elemento colegial en la Iglesia consiste en que Cristo ha confiado la totalidad de la fe a una comunidad de doce apóstoles, cuyos sucesores, bajo el primado de Pedro, dirigen la Iglesia. Partiendo de este enfoque colegial los concilios son un elemento irrenunciable de la Iglesia. Pero también en otros órganos colegiados de la Iglesia, en sínodos y consejos, pueden fructificar la multitud de los dones del Espíritu y la universalidad de la Iglesia de todo el mundo.
Como sucesor de san Pedro y cabeza del colegio episcopal, el papa es el garante de la unidad de la Iglesia. Tiene la potestad pastoral suprema y es la autoridad máxima en las decisiones doctrinales y disciplinares. [880-882,936-937]
Jesús otorgó a Pedro una primacía única entre los apóstoles. Esto le convirtió en la autoridad suprema de la Iglesia primitiva. Roma, la Iglesia local al frente de la cual estaba Pedro, y el lugar de su martirio, se convirtió después de su muerte en la orientación interior de la Iglesia naciente. Toda comunidad debía estar de acuerdo con Roma; ésta era la regla de la fe recta, plena y apostólica. Hasta nuestros días, todo obispo de Roma, como Pedro, es el supremo Pastor de la Iglesia, cuya verdadera Cabeza es Cristo. Sólo en esta función es el Papa el “Vicario de Cristo en la tierra”. Como autoridad suprema pastoral y doctrinal, vela por la transmisión auténtica de la fe. Si es necesario debe retirar el permiso de enseñanza o suspender a ministros ordenados en casos de faltas graves en su ministerio en cuestiones de fe y moral. La unidad en cuestiones de fe y moral, que está garantizada por el magisterio, al frente del cual está el Papa, constituye una parte de la capacidad de resistencia y del atractivo de la Iglesia católica.
Los obispos no pueden actuar ni enseñar contra el papa, sino únicamente junto con él. El Papa, por el contrario, puede, en casos claramente determinados, tomar decisiones sin el acuerdo de los obispos. [880890]
No obstante, el Papa en sus decisiones está sujeto a la fe de la Iglesia. Existe algo así como el sentido general de la fe de la Iglesia; una convicción fundamental en asuntos de fe, presente en toda la Iglesia y obra del Espíritu Santo, por así decir, el sentido común de la Iglesia, es decir lo que “ha sido creído siempre, en todas partes y por todos” (san Vicente de Lérins).
Sí. Pero el PAPA sólo goza de esta infalibilidad cuando proclama con un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral. También las decisiones magisteriales del colegio episcopal en comunión con el Papa pueden tener carácter infalible, por ejemplo las decisiones de un Concilio Ecuménico cuando proponen una doctrina como definitiva. [888892]
La infalibilidad del Papa no tiene nada que ver con su integridad moral ni con su inteligencia. Infalible es en realidad la Iglesia, pues Jesús le ha prometido el Espíritu Santo, que la sostiene en la verdad y la introduce en ella cada vez más profundamente. Cuando una verdad de fe evidente es negada o tergiversada de repente, la Iglesia debe tener una última palabra que exprese de forma vinculante lo que es verdadero y lo que es falso. Esta palabra es la del Papa. Como sucesor de Pedro y primero de los obispos, tiene el poder de formular la verdad cuestionada según la tradición de la fe de la Iglesia, de tal modo que se presente a los fieles para todos los tiempos como “segura para ser creída o mantenida de manera definitiva”. Un caso particular de esto se da cuando el Papa proclama un dogma. Por eso un dogma no puede nunca tener un contenido “nuevo”. Un dogma se proclama muy raramente. El último es de 1950.
Los obispos son los responsables de la Iglesia particular a ellos encomendada y son corresponsables de toda la Iglesia. Ejercen su autoridad en comunión de unos con otros y para toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa. [886-887,893.896, 938-939]
Los obispos tienen que ser ante todo apóstoles, testigos fieles de Jesús, que los ha llamado personalmente a su lado y los ha enviado. De este modo llevan a Cristo a los hombres y a los hombres a Cristo. Esto se realiza mediante la predicación, la celebración de los sacramentos y el gobierno de la Iglesia. Como sucesor de los apóstoles, el obispo ejerce su ministerio con su propia autoridad apostólica; no es un comisionado o una especie de asistente del Papa, sino que actúa junto con el Papa y bajo su autoridad.
Dios es amor. Él desea también nuestro amor. Una forma de entrega amorosa a Dios es vivir como Jesús, pobre, casto y obediente. Quien vive así tiene la cabeza, el corazón y las manos libres para Dios y para los hombres. [914-933, 944-945]
No faltan nunca personas que se dejan conquistar totalmente por Jesús, de modo que, “por el reino de los cielos” (Mt 19,12), lo dejan todo por Dios, incluso dones tan hermosos como la propiedad privada, la autodeterminación y el amor conyugal. Esta vida según los consejos evangélicos en pobreza, castidad y obediencia muestra a todos los cristianos que el mundo no lo es todo. Sólo el encuentro “cara a cara” con el Esposo divino hará feliz al hombre de modo definitivo.
Padre Alejandro Puiggari
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