01/06/2019 – Hoy conocimos la historia de un matrimonio, aún sin hijos, que es de el de Gustavo Tapia y Cristina Osuna, misioneros que viven en la localidad chaqueña de General Pinedo. En primer lugar, Cristina nos contó que nació en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña, “en el seno de una familia católica integrada por mis padres y dos hermanos varones más, yo soy la del medio. A partir de mis 4 años, mi familia se comprometió un poco más en cuestiones de fe, a través de la parroquia Santa Cruz. Sobre todo, mis padres se metieron mucho en la catequesis familiar y eran ministros extraordinarios de la Eucaristía, teniendo en más de una ocasión que acompañar a las personas que viven en las zonas rurales. Y en esas salidas a mi me encantaba acompañarlos. Y recuerdo que, siendo pequeña, una religiosa que estaba en la comunidad parroquial me invitó a formar parte de una ´cruzada eucarística` y yo me sumé con gusto. Eso implicaba que cada domingo me ponía una cinta amarilla con una cruz azul, eso me encantaba porque me fui acercando a Jesús en la Eucaristía”.
Cristina también indicó que “cuando era adolescente me gustaba saber del Señor para poder enseñarlo a otros. Y estando el padre Fernando Croxatto (hoy obispo de Neuquén y responsable de la comisión episcopal de Misiones) en la parroquia una vez nos dijo a dos o tres jóvenes que estábamos ahí: ´¿Qué saben de la misión ustedes?`. Y yo sentí que no sabía nada. Y entonces el padre Fernando sacó el libro con la ´Redemptoris Missio` de Juan Pablo II y nos empezó a hablar de la misión. Pero lo que más me quedó dando vuelta en la cabeza cuando nos expresó: ´Hay muchos hombres y mujeres que aún no conocen a Cristo`. A partir de allí me enganché muchísimo con todas las actividades misioneras. Yo no podía entender que hubiera personas que no conocieran quién era Jesús. Y me metí en el grupo misionero de la parroquia”.
Por su parte, Gustavo relató que “nací en Roque Sáenz Peña también en una familia católica, pero estuvimos un tiempo viviendo en la zona rural. Al principio no éramos tan comprometidos, más bien solo de misa dominical en la parroquia Santa Cruz. Yo también soy el del medio, en mi caso entre dos hermanas mujeres. En un tiempo volvimos a la ciudad y ahí pude conocer la pastoral misionera, en la misma parroquia donde iba Cristina. Con mis hermanas ingresamos al grupo de la IAM, la infancia y adolescencia misionera. Y ahí se despertó en mí este anhelo profundo por querer conocer a Jesús. Había hecho la primera comunión pero casi como una práctica marcada por la tradición, pero la IAM me transformó en un cristiano comprometido. Cuando entré en la adolescencia me pregunté si es que tenía la vocación sacerdotal y por eso ingresé en el seminario menor primero, y luego en el mayor. Pero después me di cuenta que ese no era mi camino, que no hacía falta ser sacerdote para poder entregarle a Dios todo lo que tengo. Hoy siento que la misión es un estilo de vida, con Cristina transpiramos la camiseta de Cristo”.
“A Cristina la conocí en la parroquia. Al principio solo nos cruzábamos, pero cuando estuvimos trabajando codo a codo en la pastoral misionera, nació una amistad primero, que luego se transformó en noviazgo”, recordó Gustavo. “Yo también tuve una experiencia de vida con una religiosas misioneras, eso me ayudó mucho, pero sentí que la vocación religiosa no era para mí”, expresó Cristina. “Cuando ya éramos novios, charlábamos y nos contagiábamos el ardor misionero. Eso permanece hasta hoy”, expresó Gustavo. Y Cristina agregó: “Gustavo toca la guitarra, así que yo siempre buscada la excusa para juntar al grupo y que él vaya y nos anime. Así comenzó nuestra relación que hoy es un matrimonio”.
Finalmente, los dos compartieron, a coro, esta bella oración:
Padre bueno, Tú que nos pensaste desde el inicio de nuestras vidas,
y sembraste en nuestros corazones el deseo y la pasión por la misión,
Que en estos tiempo difíciles, donde la vida del más frágil se descuida,
Te pedimos: muéstranos el camino para ser luz en estas realidades.
Que tu Hijo Jesucristo, nos cautive día a día con tu amor,
Para reconocer su ternura en aquellos rostros
con los que cotidianamente compartimos la vida.
Queremos salir al encuentro de los demás, llevar su amor,
Para que se encuentren con él y lo amen.
Que tu Espíritu nos ayude a ser audaces y creativos,
A lanzarnos con valentía y confianza a la misión –
Renovando siempre nuestros espíritu evangelizador
y profundizando las razones y motivaciones
que nos ayuden a ser más misioneros.
Que María Reina de las misiones,
nos enseñe a dar un sí constante
en nuestro servicio y compromiso misionero.
Amén.
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