A través de María nos llegan las gracias de renovación

jueves, 12 de enero de 2017
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12/01/2017 – La Anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos”(Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Col 2, 9). La respuesta divina a su “¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1, 35).

De allí que pensar en un tiempo pleno en medio de la crisis, es una invitación para vincularnos a María desde el Espíritu para entrar en contacto con quien es la culminación de los tiempos, Cristo Jesús. Con María, la que pide que adelante los tiempos en las bodas de Caná, le pedimos que nos ponga en sintonía con ella. El alma de María y el Espíritu Santo son los que adelantan los tiempos.

Nos duele en el alma la desproporción injusta de la distribución de la riqueza y de los bienes en el mundo, nos duele la confusión y la mentira detrás del consumismo, del sinsentido de tantos. Nos duele, pero miramos hacia adelante con esperanza y creemos que es posible el cambio y la transformación. No hay posibilidad de cambio sin Aquel que viene a hacer nuevas todas las cosas, Jesús.

Jesús llega en la plenitud de los tiempos

Lo primero que brota del encuentro entre María e Isabel es una canción. Un canto profético que anuncia el tiempo nuevo, que anuncia lo que vendrá, que pone en alto los que están bajos, que vela y mira por los más pequeños y los más humildes. El Espíritu Santo y María están asociados en un proyecto, en el que el Padre ha pensado para la humanidad. Como dice Ignacio de Loyola en su contemplación, la Trinidad decidió enviar a Jesús para que se encarnara en ese pequeño pueblecito de Israel en esa pequeña mujer. Y con la encarnación de Jesús, la humanidad entera ha sido transformada.

El rumbo de la historia se ha modificado por la vida del Espíritu en el seno de María haciendo que tome carne la 2º persona de la Trinidad. El camino que nos lleva al cambio de la nueva historia tiene que tenernos asociados a María. Pedimos gracia de transformación al cielo para que obre en nuestras realidades personales y sociales que necesitan de un tiempo nuevo.

El Señor es el que anuncia un nuevo día y un nuevo tiempo. María es el lugar de la morada de Dios en medio nuestro, es el Arca de la nueva alianza. Nosotros queremos asociarnos como familia mariana para que la Palabra se haga gesto y para que esos gestos sean capaces de hablar con elocuencia en medio de nuestro tiempo. Ahí nos asociamos al acontecimiento de predestinación de Dios sobre María a quien la creó Inmaculada. El corazón Mariano es un lugar único donde se le da la bienvenida al Dios que da pasos y viene a hacerse uno de los nuestros para desde dentro transformar la humanidad y mostrarnos el Amor del Padre.

En el espectro celestial, Cristo es el sol y María es como la luna que no tiene luz propia pero que refleja luz en las noches. María es sin pecado concebida, es toda pureza. Dios la preparó para que su Hijo fuera bienvenido, para que el cielo no fuera extraño en su corazón. María es un pedazo de cielo que Dios nos regala para que encontremos en la tierra un destello del cielo.

Dios ve el dolor, la búsqueda y la oscuridad, ve de lo que carecemos y todo lo hace nuevo desde el momento mismo que no le alcanza con lo que intentó y abre un nuevo camino. Dios, por así decirlo, lo intentó. Lo hizo con Moisés, con Abraham, con los profetas y no le alcanzó. Y así buscó volver por los caminos por donde nos habíamos perdido de Él. Y así, el camino ahora es su propio Hijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Así Dios vino a la tierra para mostrarnos el camino que es Él mismo y que nos viene dado a través de María.

Padre Javier Soteras