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Tu presente es ya
jueves, 19 de octubre de 2006
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas por miedo a los judíos, del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.
Después que les dijo eso les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió yo también los envío”.
Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos”.
Tomás, uno de los doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Los otros discípulos le decían: “¡Hemos visto al Señor!”.
Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mis dedos en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en el costado, no lo creeré”.
Ocho días después estaban otra vez los discípulos y también estaba Tomás dentro de ellos. Se presentó Jesús en medio de ellos, estando las puertas cerradas. Y dijo: “La paz esté con ustedes”.
Luego le dijo a Tomás: “Acerca aquí tu dedo. Mira mis manos, trae tu mano, métela en el costado, no seas incrédulo sino creyente”.
Tomás le contestó: “Señor mío, y Dios mío”.
Jesús le dijo: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y han creído”.
Lucas 20, 19 – 29
Llama la atención la indicación que Juan nos deja en las dos oportunidades en las que Jesús se aparece en la comunidad de los doce que están reunidos. El detalle es: la puerta está cerrada. El miedo cierra el corazón. El temor a la amenaza de muerte que se cierne sobre la comunidad de los discípulos, proyección de aquel escándalo terrible de la Cruz que terminó con la vida de Jesús, hace que los discípulos lejos de salir a caminar por Galilea anunciar la Buena Noticia, tengan todo bien cerradito, bien cuidado. Particularmente encerrados están en esa habitación que los reúne, donde seguramente habrán resonado los reproches, las competencias, las luchas por el poder que ya se habían dado antes.
En ese ambiente de tanta confusión, de tanto dolor, de tanto temor, de cerrazón, Jesús se aparece atravesando lo cerrado de los discípulos y se instala en medio de ellos para comunicarles el don primero de la Resurrección: la gracia de la Paz- La paz esté con ustedes.
Así nos encontramos como los discípulos muchas veces: encerrados, temerosos, confundidos, llenos de sombras en el corazón y de oscuridades que nos impiden ver el camino. En esos lugares particularmente el Señor viene a comunicarnos el don precioso de la Paz.
El Señor que ha vencido los cerrojos que tenían los hombres encerrados en los sepulcros de la muerte, sale Él mismo de la muerte, venciendo Él, y habiendo vencido en el nombre del Padre en el Espíritu, la muerte de toda muerte de todo tiempo para llamar a la vida y al don maravilloso de la Paz.
¿Cuál es el lugar donde el Señor viene a comunicarte la Paz?¿Cuáles son los espacios donde vos sentís que el corazón se te cierra, que los ojos se te nublan, que tu interior está tormentoso, que no hay lugar de sosiego, que todo es un andar y andar sin detenerse, sin poder respirar profundo, descansar, encontrar un alivio en tu camino? ¿Cuál?
Para que allí puedas sentir en lo hondo de tu corazón que el Señor viene a decirte Paz, paz, paz, tené paz, soy Yo, estoy con vos. No estoy muerto, estoy a tu lado, no te atolondrés, no te confundas, no te encierres. Descansa en Mi. Soy Jesús, tu Paz. He resucitado. Estoy vivo, estoy a tu lado
Este Señor que está al lado tuyo y que está aquí conmigo. Este Señor que nos permite estar en comunión y en comunicación a unos con otros, superando todas las distancias y que nos regala la posibilidad de sentir en los mas hondo del corazón que Él es capaz de atravesar fronteras y que es capaz de atravesar puertas y vencer muros. Ese Señor viene con un mensaje de Paz, que particularmente hoy queremos descubrir en la luz de la contemplación del misterios de la Eucaristía.
Jesús resucitado viene con el mensaje de la paz muy especialmente, así como ayer lo veíamos en el corazón de María que pacifica, como primera discípula de la Resurrección, el corazón de los discípulos también llega en aquel maravilloso regalo que el Señor nos dejó en la Ultima cena: el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía.
El Amor de Dios que pacifica el corazón se encuentra en el corazón de maría. Ella nos comunica la Paz, es la Reina de la Paz, porque el príncipe de la Paz le ha comunicado ese don primero de la gracia, la Resurrección, como dice san Ignacio de Loyola: “seguramente entre todos los discípulos a la discípula predilecta de Jesús, su misma Madre”. Pero también es en la eucaristía y el Templo donde la eucaristía se celebra y donde Jesús está en el Sagrario, un lugar pacificador, un lugar de paz.
Se nota la diferencia cuando en un lugares templo es lugar de visita, de paso o de turismo. O cuando es lugar de oración, de contemplación, de misterio.
En estos días que pudimos visitar distintas Iglesias que guardan y esconden la historia maravillosa de una Europa que fue testigo del esplendor del cristianismo por mucho tiempo, y que ahora la guardan como reliquias y en muchos casos como museos, se siente la frialdad de quien pasa por allí no creyendo en la presencia misteriosa de Jesús. Se identifica con aquel lugar como un lugar majestuoso, lleno de esplendor, de belleza artística que atrae al corazón pero no lleva al encuentro con Dios. Porque su lenguaje pertenece a aquel tiempo, donde el arte y la arquitectura respondían a un modo de entender la fe y de vivirla para un momento determinado de la historia.
Entonces sólo el vínculo es como un foto, es para tener a Cristo en una foto, un Cristo que es belleza artística de un tiempo que dejó un legado. Hoy nada nos dice, sólo que es una bella obra artística.
Qué distinto cuando uno entra a otros templos donde se respira la oración y la presencia de lo Santo. Pero los lugares más lindos que me tocó visitar en estos días, la Iglesia donde está enterrado san Ignacio de Loyola. Y la mano de san Francisco Javier, que bendijo a tantos y tantos… en su misión apostólica en Japón.
¡Qué hermoso poder sentir la presencia de lo Santo en un lugar donde el esplendor también está, la belleza artística también; pero se conserva se guarda el respeto, el silencio y clima de oración que reconoce que delante del nombre de Jesús, toda rodilla se postra, en el Cielo y en la Tierra. Y toda lengua proclame que Él es el Señor, como dice el apóstol Pablo.
Recuerdo también ya muy cerca de nosotros que impresión de unción interior me dejó la visita a los tres cerros en Salta, donde María, bajo la advocación de María Madre del corazón eucarístico, regala su presencia a miles y miles de argentinos que sienten que la fe se renueva, que su corazón se transforma.
Yo particularmente, cuando estuve en ese lugar simple, una montaña pelada, un oratorio puesto allí porque Dios, así entendemos los que creemos en este signo, eligió ese lugar para hacerse presente.
Cuanto de recogimiento interior nos regala Dios en un espacio tan simple y sencillo. Lo Sagrado, lo Santo.
Pero particularmente, María y la eucaristía nos ponen de cada al misterio de la Paz; que no es otra cosa que la armonía interior y la serenidad y mucho más que esto la comunión que existe entre lo más profundo de nuestro corazón y un Dios que atraviesa toda nuestra circunstancia dolorosa donde nos encerramos en el miedo, para decirnos como a los discípulos, tené paz como yo, comparto con vos el camino.
Qué bueno que desde esta catequesis vos puedas recoger la indicación esta de ir a lo Santo, a lo Sagrado, que puede ser la capillita de tu Parroquia, puede ser también un templo en el centro, donde vos entres para hacer sencillamente una visita. Que nosotros decimos, eh, que mal no?, porque en realidad el que nos visita es Él, Que vos puedas entrar en un templo y descubrir que Dios viene a visitarte a vos, que sos su templo.
Que puedas encontrar el Señor en un sencillo acto de recogimiento interior y de ponerte de rodillas por unos minutos. Percibir que Dios está ahí, ahí está para sostenerte, para consolarte, para sanarte. Ahí está Jesús. Para iluminarte, para pacificarte, para abrazarte y para amarte. Simplemente para todo esto.
El poder de la presencia de Dios en los lugares sagrados. Cuánto cuidado tenemos que tener en estos lugares! Y como se siente también que hay lugares donde lo sagrado no sólo respetado, sino también contemplado. Son las comunidades donde se reza y donde la oración es viva. Y el templo, que no son las paredes solamente, sino cada corazón y la comunidad puesta en oración, respira la presencia de Dios.
¡Qué hermoso es entrar en una comunidad parroquial de un movimiento, de una comunidad de radio, como nos toca a veces en algunas radios, y se siente que la gente es ese lugar ora.
La oración nos acerca a Dios. Se siente la cercanía de Dios porque hay un pueblo que clama al cielo- y Dios al clamor del pueblo no se detiene. Por eso digo yo, cuanta riqueza tiene para nosotros el camino de Jericó que venimos haciendo. Qué hermoso que es descubrir este pueblo orante, el de Radio María aquí en Argentina y ojalá que se extienda por todos los lugares.
El poder de Dios, o la debilidad de Dios como dicen algunos. La oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios. Es donde nos fortalece a nosotros y es donde Dios abre sus brazos para bendecidnos.
El lugar Santo del templo que visitamos a la que hacemos nuestra puesta de rodillas buscando entrar en comunión con Dios, está llamado a ser eso; lugar de oración.
No de paso, no de turismo, no para sacarse una foto, sino realmente, para poner el corazón en remojo con la gracia de Dios.
El único intercesor, dice el autor de la carta a los hebreos, el sacerdote que habiendo roto las ataduras de la muerte está de cara al misterio para orar e interceder por sus hermanos es Jesús. El único sacerdote que intercede constantemente por nosotros. La eucaristía, la presencia real de Jesús. Por eso el templo está llamado a ser, y es de hecho, un lugar de oración.
El templo, el lugar donde somos recogidos por el único que intercede por nosotros. Nosotros podemos sumarnos a la gracia de su intercesión y compartir con Él el misterio parcial que supone la acción del sacerdote, que de cara al Padre, intercede por sus hermanos. Jesús le acerca al Padre el corazón de los hombres.
Jesús acerca a los hombres el corazón del Padre, es el mediador, es el puente, el Pontífice, el que está delante de Dios para interceder por nosotros. Orar es unirnos en comunión de amor con Jesús, el único intercesor en aquel lugar donde particularmente Jesús está presente, sino en le eucaristía. El poder de la oración del pueblo de Dios es una constante bendición que va impregnando los cimientos de la vida del pueblo, y va construyendo un templo sagrado para Dios.
Una expresión maravillosa escuchamos estos días estando en Europa, de parte del director internacional de Radio María. “Radio María es una gran Catedral de este tiempo”.
Es como un espacio construido por la oración del pueblo de Dios que impregna el aire de la presencia de aquel que viene a pacificar el corazón, a ser mensaje de amor. Así como el aroma del incienso perfuma un ambiente, la oración frecuente de los sacerdotes y del pueblo de Dios colma con una fragancia particular, limpia, nítida, bendita. El lugar donde se ora y se ora con el corazón.
La oración atraviesa las puertas, las paredes, las bóvedas, las nubes y perfuma más que el incienso.
Toca el corazón misericordioso de Dios, llega hasta Él.
Es la debilidad de Dios la oración. El, que es rico en Paz y Bondad, oye las súplicas de sus hijos y derrama sin demorarse la lluvia de los donde que quiere comunicarles. Es la gracia de Dios que permite los milagros cotidianos en quienes nos disponemos interiormente a percibirlo y aceptarlo como regalo que el cielo nos hace.
Una expresión muy linda tiene Emanuel Ferrario, “el cielo ayuda”, el cielo se abre. En medio de todas las tormentas, a uno le da mucha bronca por ahí, porque uno le va, le presenta un problema que no sabe que hacer: el cielo se abre y bendice a los hijos de Dios que buscan los caminos que conducen al mismo Dios y acercarnos a otros para que se encuentren con el Dios de la vida.
Qué gesto más grande de amor es el don de la oración y el de la evangelización. Poner en contacto a las personas con la razón de su vida.
En la Iglesia la Paz de Dios parece estar suspendida en el lugar como esperando para que se derrame en aquellos que acuden con deseo de respirar tranquilidad, quietud. Eso que reina en el templo cuando ahí se ora y ahí se bendice, se venera y se adora a Jesús particularmente en el misterio de la eucaristía.
Uno entra a ciertos lugares donde el Santísimo está presente, donde la gente ha orado delante de Él y rápidamente es como si entrara en una dimensión
distinta. Se intuye la presencia del Señor, se percibe en el corazón. Para como con cierta música, que siendo de inspiración del Espíritu, nos pone en contacto con Dios, eleva el alma a Dios. Con otra música no pasa eso no? Es más para un momento de divertirse, de distraerse, de bailar, de jugar con ella.
Pero la música cuando es inspirada nos pone de cara a Dios. Así para con los lugares que están habitados por la presencia del Espíritu, donde ha habido un pueblo que ora delante del aquel que es el único que intercede delante del Padre, que es Jesús.
El corazón humano anhela estar en la presencia de Dios. El
salmo 84
lo dice así, expresa existencialmente el deseo profundo que hay en el corazón.
Qué hermoso es tu santuario Señor Todopoderoso, c
on qué ansias y fervor deseo estar e
n los atrios de tu templo.
Con todo el corazón canto alegre a
l Dios de la vida. Aun el gorrión y la golondrina hallan lugar e
n tus altares donde hacerle n
idos a sus polluelos.
Oh, Señor todopoderoso,
Rey mío, ¡Dios mío!.
Felices los que viven en tu templo y
te alaban sin cesar.
Felices los que en ti ecuentran ayuda, l
os que desean peregrinar hasta tu monte Santo.
Una maravillosa expresión nos deja Charles de Feaucoult, respecto del camino de oración que pacifica el alma. La mejor oración dice él, es aquella en la que hay más amor. Aquello que Teresa de Jesús, decía tan claramente, “ se trata de amar mucho en la oración” y lo que san Ignacio de Loyola indica como camino de que si es Jesús en oración. Y lo demás es más. Dios es siempre más. Cuando hablamos más de Dios es más amor, hay mucho amor que Dios está dispuesto a dar. ¿Cómo se recibe ese amor? Rompiendo con nuestro modo habitual de entenderlo y animarnos a entrar en la dimensión en la que Dios nos llama a comprender de una manera distinta. Para hacer ese ejercicio hay que dejarse querer, hay que dejarse amar.
Y estar en la presencia de Dios es silencio reconociendo que en ese lugar donde a mi me falta paz, me falta alegría, me falta consuelo, fortaleza, soy carente de luz, hay un gran oscuridad. Allí donde yo siento profundamente que las cosas no van; allí mismo dejar que Dios me diga: “ Te amo, te quiero, estoy a tu lado. Yo soy tu Dios”
En esos lugares que el corazón no encuentra paz y sosiego, ahí Dios viene a decirnos lo que Jesús:” el que este abatido y agobiado, que venga a Mi. Yo lo voy a aliviar. Yo le voy a calmar el corazón.” Con la presencia de Jesús y su amor se calma la tormenta y todo vuelve a la bonanza, a la paz.
Recordar aquel texto de la Palabra donde Jesús aparece en la barca como entre dormido, mientras ésta sacude, y los discípulos buscan sacar el agua de adentro, hasta que le dicen: “Bueno, despertate!” Jesús se levanta y dice:-“Basta!”
Es un basta, el suyo, cargado de amor, cargado de fortaleza. El Señor hoy viene con ese basta a tu corazón. Basta de odios, basta de preguntas que conducen a nada. Basta de querer buscar hacia atrás la respuesta. Cuando en realidad hacia atrás, sólo la Misericordia, basta de preguntarte como será el futuro. Hacia delante, sólo la Providencia. Basta de decir que presente me toca vivir. En el presente sólo el Amor de Dios. El tiempo en pasado, presente y futuro es tiempo siempre de Dios. Nosotros hacia el pasado a veces nos vinculamos tortuosamente:¿Por qué? ¿Por qué? Y los reproches y las preguntas y las búsquedas humanas tantas veces, hurgando no bien, no haciendo una verdadera revisión saludable de la historia en espíritu pacificador y en la búsqueda de la verdad, sino tortuosamente, vinculándonos al tiempo que pasó. Lo único que logramos con eso es revolver lugares donde todo vuelve mal. En realidad, el mejor remedio para el pasado no resuelto es comenzar a resolverlo desde la conciencia de que Dios es Misericordioso.
Después sí, indaguemos todo lo que tengamos que indagar. Aprendamos de la historia y su paso en nuestra vida. Saquemos provecho aun de las cosas negativas y duras que nos ha tocado vivir desde este único lugar, donde Dios es capaz de llevarnos a su presencia pacificadora y misericordiosa.
Basta de estar mirando para atrás sin sentido. Hacia atrás el punto de referencia es la misericordia. Claro que también nos gana a veces la angustia que vendrá, a donde vamos? Como los discípulos nos encerramos para que empezar se sabemos que la historia viene cruzada. Nos quedamos en cama y cuando nos levantamos, andamos somnolientos, tristes, cajoneados, hundidos, en un pozo. El futuro tiene un solo nombre; la Providencia de Dios. ¿Sabés qué significa? Significa Dios vio antes. Pro-vidente. Hay alguien que vio antes tu futuro, y el que vio tu futuro no vio un futuro negro para vos. Ve un buen futuro para vos. Sólo que vos te estás vinculando, como me pasa muchas veces a mi, a mirar la historia por otros lentes que no son los de Dios. La caja boba, la tele. Nos muestra la realidad y creemos que allí se nos dice toda la verdad. Pero hay alguien que ve más, más hondo, mas profundo. Con esa mirada estamos llamados a contagiarnos particularmente de aquel lugar donde el viejo sabio de Ars le decía al cura: “-yo o miro y Él me mira” Y ahí se resuelve la historia. No pasa más nada que eso.
¿Qué hago yo acá todo el tiempo, que estoy de cara al Santísimo? Mirarlo. Siento que me mira. Cuando te dice así y tomamos esta frase casi como una muletilla para explicar lo que es la oración, uno puede no terminar de entender. Lo que está diciendo es que él se está contagiando de la mirada de Dios. No sé se vos te has dado cuenta, pero hay gente que al estar mucho tiempo juntos, comparten ideales, búsquedas, caminos, van como contagiándose en su misma mirada, la actitud frente a la vida. Dios te quiere dar la nueva actitud frente a la vida. Miralo, dejá que te mire, contagiarte de su mirada. Mirar con los ojos de Dios y aprender a ver como Él ve. El futuro tiene un nombre: es la Providencia de Dios, tú porvenir, lo que vendrá.
Mirá como lo mira Él, no lo mirés desde otro lugar ¿Y ahora qué hago, en el presente?
El presente es el mayor tiempo de Dios, el pasado es su misericordia, el futuro la providencia, el presente es el momento en el Dios actúa aquí. También cura el pasado, también prepara el futuro, pero desde el presente.
Tu presente vale. Hoy es el día, dice la Palabra. Hoy. Hoy es el día de la salvación. Hoy legó Dios a tu puerta y la está golpeando. Abrile, dejá que pase a compartir con vos tus cosas, tu mesa tu cosa cotidiana. Seguramente ahí vas a encontrar lo que estás buscando: la paz que el corazón anhela.
El corazón humano anhela la paz. ¡Qué hermosa tu presencia Señor! Con cuanto fervor y ansia deseo estar delante de Ti!
Lo dice el salmo 84. Que el Señor te regale este don.
Padre Javier Soteras
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