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Un amor de locura!!!
jueves, 9 de agosto de 2007
Los publicanos y los pecadores se acercaban a escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban; “este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿No deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se le había perdido hasta encontrarla? Y cuando la encuentra la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos y les dice; alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido. Les aseguro que de la misma manera habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión”.
Lucas 15; 2 – 7
El amor de perdón sea acaso de aquellos amores que más muestran esta lógica no racional, no basada en la justicia, sino sencillamente basada en la razón de ser del Amor, que tiene una lógica muy particular. La de la gratuidad cuando alcance el amor su plenitud.
Y justamente en este amor de gratuidad, en este amor de entrega, sin esperar nada a cambio, donde se entiende y donde se justifica el amor misericordioso. Este que Dios tiene para con nosotros y que no siempre nos sentimos perdonados cuando nos lo ofrece, y lo actúa a favor de nosotros.
No advertimos muchas veces, esta presencia de amor que trasciende lo que razonablemente nosotros esperamos en lo vincular, como ida y vuelta en el amor.
El amor puede ser no correspondido y seguir siendo amor.
Esto es lo que hace del Amor de Dios, un Amor fuera de los parámetros en los que nosotros humanamente nos relacionamos y nos vinculamos.
La Misericordia es el Amor que va más allá de la justicia. Y nuestro ser cotidiano en relación al Amor, no siempre encuentra esta gratuidad. Aunque a veces si, por encima de las expectativas que tenemos en relación a la respuesta que vamos a recibir del amor que entregamos, nos animamos a tener gestos de amor que van mucho más allá de lo que, razonablemente, por nuestro modo de ser, somos capaces de hacer; nos sentimos profundamente identificados en lo que hacemos, rompiendo con los modos con los que habitualmente tenemos para obrar y actuar. Son amores ciertamente ilógicos. Son amores ciertamente irracionales.
Donde los que te conocen dicen; “mirá vos lo que se animó” “fijate vos lo que hizo”. De esto Dios está totalmente habituado, y cuando vos dejándote llevar por la fuerza de ese amor que te hace hacer lo que no harías, si vivieras bajo la manera de lo que habitualmente hacés.
Siempre recuerdo a uno de mis hermanos, Pablo, como le costaba ver a un chico hecho en sus necesidades. Y cuando tuvo sus hijas, el primero en cambiarlas. Este que muy pulcro él, y esta dificultad suya para abordar la caca de los chicos, de repente cuando se encontró con sus propias hijas, con cuanto amor y con cuanto cariño, con cuanta dedicación, cuanta entrega de padre, de amor de padre, que lo hizo. Quien diría que él se hubiera animado.
Y cuánto de estos “Quién diría no?!” Que te hubieras animado, si vos eras tan tímido/a, y de repente, por una fuerza de amor que superó la razonabilidad de tu modo de ser, fuiste más allá de lo que fuera comprensible dentro de este modo de ser tuyo.
Estas son las locuras de amor que nos ponen más allá y que a la larga nos hacen madurar. Es la que Dios ofrece desde la cruz.
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos”
Quien diría a vos que tenés un sueño absolutamente profundo, que no te despiertan ni pasándote con un camión al lado, que de repente con el llanto de tu hijo, o de tu hija, eras el primero o la primera en salir al cruce de su necesidad, para que fuera realidad en este vínculo, de padre, madre, con su hijo, a que los dolores de amor se curan con presencia y con figura.
A que tu presencia y figura fuera capaz de consolar el llanto del que va apareciendo en la vida y no entiende mucho que es lo que es esto de la noche y del día. Cuando en el vientre materno todo era tan placentero y de repente, empieza a encontrarse con este nuevo seno que es la humanidad, donde para adaptarse hace falta un tiempo.
Tu presencia fue y es tan saludable en este sentido.
Locuras de amor son las que Dios tiene para con nosotros, desde el momento mismo en que Crea el mundo.
Juan Pablo II tiene una expresión con respecto a esto que a mi me conmueve. “
La misericordia, que es la gran locura del amor de Dios, va más allá de la justicia. El universo en cuanto creado, es una sobreabundancia del Amor de Dios”.
Vos y yo en el momento en el que fuimos creados, no fuimos porque lo merecíamos. Nadie vino a la existencia por merecimiento. Hemos llegado a la vida por gratuidad de Amor de Dios, que en un gesto de irracionalidad, en la interna de su vínculo Padre, Hijo y Espíritu Santo, decidieron ir más allá de el Amor entre estas personas y por la lógica misma que tiene el amor, salir para crear seres en los cuales pudieran verse reflejados y que pudieran contemplar y reflejar el amor de Dios.
Locuras de amor. Al modo de Dios. Al estilo de Dios.
¿Dónde fuimos capaces de ir más allá de lo que nosotros mismos pensábamos de nosotros, que éramos capaces?
El amor de Dios, cuando nos gana el corazón, y la fuerza del amor, que siempre tiene a Dios en el fondo. De cualquier presencia de amor Dios está en el fondo, nos hace ir más allá de lo que creíamos. En el fondo, muy en el fondo, es la gran razón de la madurez humana y del crecimiento humano. El amor que nos hace dar pasos más allá de lo esperado.
En este texto maravilloso
Testigos de la esperanza,
Van Tuan, Dios en cierto modo estaba un poco así como canta el tango. Un poco piantao.
Por esta locura de amor que es irracional al modo de querer entender a Dios con la propia razón, y al modo de querer entenderlo todo desde la razón,
el amor siempre genera una ruptura que parece verdaderamente una locura.
Entre estas locuras, dice Van Tuan, de Dios por el hombre, parece que el mismo Dios hubiera perdido la memoria.
Fijate como lo dice tan maravillosamente Van Tuan, “esta irracionalidad que le hace perder la memoria a Dios”. En la cruz durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha. “Jesús acuérdate de mi cuando vengas en tu reino”.
Si hubiera sido yo, dice Van Tuan, le hubiera contestado, no te olvidaré, pero tus crímenes tienen que ser expiados; al menos con veinte años de purgatorio. Sin embrago, Jesús le responde, “Te aseguro que hoy, estarás conmigo en el paraíso”.
Olvida los pecados de aquel hombre. Cuando uno pierde la memoria, ciertamente se mueve en un grado de cierta razón. Va perdiendo la razonabilidad. Algo análogo sucede con la pecadora que derramó el perfume a los pies de Jesús. No le pregunta nada sobre su pasado escandaloso, sino que le dice; “Quedan perdonados tus muchos pecados porque has demostrado mucho amor”.
En la parábola del hijo pródigo, se muestra esta ausencia de memoria, en Jesús. Nos cuenta que éste, de vuelta a la casa del padre, prepara en su corazón lo que va a decir. Padre, pequé contra el mundo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo trátame como a uno de tus jornaleros.
Pero cuando el padre lo ve llegar, de lejos, no espera que el hijo venga con su discurso. Él sale al encuentro y su iniciativa hace que se estrechen en un abrazo que haga olvidar lo que pasó.
A veces el amor nos hace perder la memoria. Y no está mal. Es una buena locura.
Si Jesús hubiera hecho un examen de matemática, dice Van Tuan, quizá lo hubieran reprobado. Lo demuestra la Parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él inmediatamente va a buscar el resto, va a buscarla dejando a las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra carga a la pobre criatura sobre sus hombros.
Para Jesús, uno, equivale a noventa y nueve e incluso a más.
¿Quién aceptaría esto?
Su misericordia es la que da razón de esto. Esa que se extiende, como dice la Palabra, de generación en generación.
Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se desanima. Por ningún riesgo. Por ningún esfuerzo. Contemplemos sus acciones, dice Van Tuan, llenas de compasión cuando se sienta junto al pozo de Jacob, y dialoga con la Samaritana. O bien cuando quiere detenerse en casa de Zaqueo.
Qué cantidad de gestos de sencillez sin calcular. Que amor que lo hace vivir en esta clave de irracionalidad. Jesús es un testigo del amor que se hace locura cuando busca abrir camino dentro de los parámetros de lo esperado. Jesús siempre sorprende.
Y vos también seguramente dentro de los caminos de la vida, te has visto sorprendido por la fuerza del amor, que pudo más de lo que esperabas, y de lo que otros esperaban de vos.
Si pusiéramos delante de Jesús a la ciencia del marketing. Jesús queda como un desubicado. Como un rayado, como un loco, como uno que no entendió absolutamente nada de cómo se presenta un producto de calidad, y como se ha de buscar la forma para hacerlo apetecible a la mirada o al gusto del cliente en cuestión.
Jesús, podríamos decir así, de publicidad no sabe nada.
Nada semejante en Jesús a las escalas de propagandas con las que se presentan hoy los productos. Si juzgamos la propaganda en Jesús a los ojos humanos, está determinada absolutamente al fracaso.
Él promete a quien lo sigue, procesos y persecuciones.
A sus discípulos que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida, ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida.
A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde; las zorras tienen guaridas y los pájaros sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, tal vez sean de aquellos que más hablan de este autorretrato aventurero de Jesús en el amor del Padre y a los hermanos.
Es como la cara de la paradoja. Bienaventurado los pobres. Bienaventurados los que lloran, los perseguidos; cuando los injurien y los persigan con mentiras y toda clase de mal contra ustedes, alégrense en ese momento, regocíjense porque su recompensa será grande en el cielo.
Este Jesús al que nosotros seguimos, de marketing, no sabe nada. Sin embargo, con su sola presencia, atrae desde la cruz a todos hacia él.
Cuando yo sea levantado en lo alto, en la cruz, atraeré a todos hacia mí.
Como el amor se muestra, así estamos invitados a darlo, como a recibirlo. Si tuviéramos que hablar de otro defecto o de otra no racionalidad, o de una lógica que es distinta de la que plantea el mundo de hoy en Jesús encontramos a un hombre. Uno de los nuestros. Claro, Dios hecho hombre. Que no entiende de lo que el mundo de hoy entiende como lo que marca el rumbo del mundo.
Las finanzas y la economía.
Por eso puede que la propuesta de Jesús ante el mundo de hoy, resulte un tanto como disparatada. Irracional. Un tanto loca.
Recordemos la parábola de los obreros de la viña, dice Van Tuan; “el reino de los cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia el mediodía, y hacia las tres y hacia las cinco, y los envió a su viña. Al atardecer, empezando por los últimos, y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno. Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de una empresa, esas instituciones, dice Van Tuan, quebrarían, e irían a la banca rota. ¿Como es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde, un salario igual a quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? No, lo hace a propósito. Porque explica, es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero, o va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?
Todos estos despistes, faltas de memoria, de Jesús, tiene una sola razón, dice Van Tuann, es el Amor de Dios el que se expresa como aquel capaz de transformarlo todo, aun lo que está dado vueltas en el mundo.
¿Por qué Jesús tiene estos defectos como le llama Van Tuan? Porque es Amor. El amor auténtico dice el obispo vietnamita, no razona. No mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas, no pone condiciones. Este es el Amor de Dios, el que queremos testimoniar, y que en tu vida actúa. Pero estoy absolutamente seguro, que en más de una oportunidad, puede más el amor que tu razón, que tu cálculo, que tu especulación, que las barreras que has levantado en tu vida.
Padre Javier Soteras
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