30/09/2014 – Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Lc 9,51-56
El camino de Jesús es el que suma voluntades. A la barca de Jesús queremos sumarnos. Es verdad que hay diferencias, pero es cierto que las diversidades se pueden sumar en la construcción de un proyecto común. “Me hice uno con todos con tal de sumar algunos” dirá San Pablo. No supone dejar de lado lo que somos, sino estrechar puentes de encuentro. Jesús va a Jerusalén a llevar a término su misión; está decidido. No encuentra lugar en Samaría pero decide seguir camino. Los discípulos quieren confrontar, pero Él los corrige “nosotros hemos venido a sumar y a construir”. No es eligiendo nuevos enemigos como se encuentra el camino, sino que ahí se detiene. Jesús busca, que aún siendo de lugares distintos y culturas diferentes, buscar armar algo en comun.
Nuestro país también se divide en miles de rivalidades donde prevalece más lo particular que el bien común. Nosotros, en medio de nuestro contexto, queremos subirnos a la barca de la comunión, del diálogo… a la barca de la discusión saludable, de la revisión histórica de los acontecimientos para curarnos, mirando el futuro con mayor esperanza… queremos subirnos a la barca del cuidado del medio ambiente, sumando a la sintonía con la creación. Aunque sabemos que hay una tormenta de fuerzas contrarias, del mal, que busca enfrentarnos y destruírnos, el medio ambiente y todo lo que es humanamente saludable.
La presencia del mal, en las Escrituras, aparece muchas veces bajo la forma del agua. Ese es el sentido que tiene el diluvio, como presencia del mal. Lo mismo cuando Jesús camina sobre las aguas sacudidas por el viento, caminando sobre las fuerzas del mal. O como cuando predica en la barca de Pedro por sobre el mar, calma la tempestad y anuncia el reino. La barca a la que nos queremos subir, de diálogo y encuentro, es una pequeñita barca que busca sumar a muchos… en medio de muchas sacudidas del mal. Te invitamos a subirte, y que vengas a recorrer mar adentro los desafíos que se nos presentan, anunciando la buena noticia esta de una humanidad centrada en el misterio de Cristo.
Como en el caso de Noé nosotros también nos sumamos a esta barca, y no hace falta estar tan fresco, de hecho dice la Palabra que estaba tan contento que se había tomado unos vinos de más. “Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña. Pero cuando bebió vino, se embriagó y quedó tendido en medio de su carpa, completamente desnudo” Gn 9, 20-21
A veces nosotros pensamos que tenemos que tener todo claro y sabido para asumir una responsabilidad de enfrentar las situaciones difíciles que tneemos adelante. Sin embargo, no pareciera que Dios siempre elija a la gente mejor parada para llevar adelante sus designios. De hecho elige a Pedro que es un terco, Pablo y sus contradicciones, Mateo un recaudador de impuestos; Moises, un prófugo de la justicia; a Juan y a Santiago que en el evangelio de hoy sugieren mandar fuego a los que piensan diferente. Dios no es así, y Él elige a los que quieren. En el caso de Noé, incluso borracho, es llamado por Dios para una misión más grande.
Dios elige el lugar de los débiles, de los pobres y de los frágiles para hacer su obra.
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