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Vengan y verán: para anunciar a Cristo es necesario conocerlo personalmente
viernes, 5 de enero de 2007
Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo:-“Sígueme”
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: -“Hemos hallado a Aquél de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús de Nazareth el hijo de José. Natanael le preguntó: -¿Acaso puede salir algo bueno de Nazareth? -Ven y verás le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael Jesús dice:-“Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. -¿De dónde me conoces? le preguntó Natanael. Jesús le respondió:-“ Yo te vi antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”. Natanael respondió:-“Maestro, Tu eres el Hijo de Dios, Tu eres el Rey de Israel”. Jesús continuó: -“ Porque te dije “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: Les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre.
Juan 1, 43 – 50
En éste último día de la semana y de ésta catequesis también, quisiera compartir con ustedes la catequesis que el Papa Benedicto XVI realiza todos los miércoles. Entre los meses de Abril y Junio fue haciendo toda una catequesis sobre los apóstoles testigos enviados de Cristo.
Al comenzar ésta catequesis del Santo Padre sobre los Apóstoles, éstos primeros elegidos del Evangelio de Juan . Benedicto XVI nos dice en ésta catequesis sobre los apóstoles, testigos y enviados de Cristo: “La carta a los Efesios nos presenta a la Iglesia como un edificio construido sobre el cimiento de los apóstoles y profetas siendo la piedra angular Cristo mismo. Los evangelios concuerdan al referir que la llamada a los apóstoles marcó los primeros pasos del ministerio de Jesús después del bautismo recibido del Bautista en las aguas del Jordán”.
El Papa va a seguir diciendo sobre los relatos de Marcos, Mateo y de Lucas. Nosotros vamos a comentar hoy con él lo que se refiere al Evangelio de Juan. Y dice lo siguiente: “El evangelista San Juan pone de relieve precisamente éste aspecto desde el primer encuentro de Jesús con sus futuros apóstoles. Aquí el escenario es diverso. El encuentro tiene lugar en las riveras del Jordán.
La presencia de los futuros discípulos , que como Jesús, habían venido de Galilea para vivir la experiencia del Bautismo administrado por Juan, arroja luz sobre su mundo espiritual. Eran hombres que esperaban el Reino de Dios, deseosos de conocer al Mesías cuya venida se anunciaba como inminente. Les basta la indicación de Juan Bautista que señala a Jesús como el Cordero de Dios, para que surja en ellos el deseo de un encuentro personal con el Maestro. Las palabras de diálogo de Jesús con los primeros dos futuros apóstoles son muy expresivas. A la pregunta ¿Que buscan?, ellos contestan con otra pregunta. Rabí, Maestro, ¿dónde vives? La respuesta de Jesús es una invitación: -Vengan y lo verán.
Vengan para que puedan ver. La aventura de los apóstoles comienza así como un encuentro de personas que se abren recíprocamente. Para los discípulos comienza un conocimiento directo del Maestro. Ven a donde vive y empiezan a conocerlo. En efecto, no deberán ser anunciadores de una idea sino testigos de una persona. Antes de ser enviados a evangelizar deberán estar con Jesús, entablando con El una relación personal. Sobre ésta base, la evangelización no será más que un anuncio de lo que se ha experimentado y una invitación a entrar en el misterio de la Comunión con Cristo”.
De esa manera el Papa va diciendo que los apóstoles son los testigos y enviados de Cristo. En lo que hace a Juan, autor de ésta cuarto evangelio, comentábamos al comenzar ésta catequesis de que ese discípulo de Juan el Bautista, que no ha sido nombrado, normalmente se lo identifica con el autor del evangelio que es el mismo Juan. Nos dice el Papa: “Según la tradición, Juan es el discípulo dilecto.
Juan, en el cuarto evangelio se recuesta sobre el pecho del Maestro. Durante la última cena se encuentra al pié de la cruz junto a la Madre de Jesús y por último es testigo tanto de la tumba vacía como de la presencia del resucitado. Sabemos que los expertos discuten hoy ésta identificación, pues algunos de ellos sólo ven en él al prototipo del discípulo de Jesús. Dejando que los exegetas aclaren la cuestión, nosotros nos contentamos ahora con sacar una lección importante para nuestra vida: El Señor desea que cada uno de nosotros sea un discípulo que viva una amistad personal con él. Para realizar esto no basta seguirlo y escucharlo exteriormente. También hay que vivir como Él.
Esto sólo es posible en el marco de una relación de gran familiaridad impregnada del calor de una confianza total. Es lo que sucede entre amigos. Por esto Jesús dijo un día: -Nadie tiene mayor amor que aquél que da su vida por sus amigos. No los llamo ya siervos porque el siervo no sabe lo que hace su amor. A ustedes los he llamado amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Que esta sea la primera idea fuerza que nos quede en ésta reflexión. Si nosotros también queremos ser discípulos de Jesús tenemos que buscar, tenemos que intentar encontrarnos más seguido con el Señor. Poder experimentar esa cercanía amorosa y salvadora de Jesús en nuestra vida. Se lo pidamos con mucha confianza porque el Señor nos dijo: -“Pidan y recibirán”. Pidamos encontrarnos con El y El se encontrará con nosotros.
El relato del día de ayer se nos presentaba a Andrés como a uno de los dos que se presentaron a Jesús y le preguntaron: -“¿Dónde vives?” En la catequesis del Papa, el dice:-“La primera característica que impresiona en Andrés es el nombre. No es hebreo como se podría esperar, sino griego, signo notable de que su familia tenía cierta apertura cultural. Y después, más adelante, continúa precisamente con éste relato el evangelio de Juan y dice:-“El cuarto evangelio nos revela otro detalle importante.
En un primer momento, Andrés era discípulo de Juan Bautista, y esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la Palabra del Señor, la realidad de la presencia del Señor. Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza. Un día escuchó que Juan Bautista proclamaba a Jesús como al Cordero de Dios, entonces se interesó y junto a otro discípulo cuyo nombre no se menciona, siguió a Jesús a quién Juan llamó:- Cordero de Dios. El evangelista refiere, “vieron donde vivía y se quedaron con El”.
Así pues, Andrés disfrutó de momentos extraordinarios de intimidad con Jesús. La narración continúa con una observación significativa: Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. Encontró el luego a su hermano Simón y le dijo:-“ Hemos hallado al Mesías” que quiere decir “el Cristo”, y lo condujo a Jesús demostrando un espíritu apostólico fuera de lo común. Andrés por tanto fue el primero de los apóstoles en ser llamado en seguir a Jesús.
Por este motivo la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de “protócritos”, que significa precisamente “el primer llamado”, y no cabe dudas que por la relación fraterna entre Pedro y Andrés, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten entre sí de modo especial como Iglesias hermanas. Para subrayar ésta relación, decía el Papa, mi predecesor el Papa Pablo VI en 1964, restituyó la insignia reliquia de San Andrés, hasta entonces conservada en la Basílica Vaticana, al obispo metropolita ortodoxo de la ciudad de Patras, en Grecia, donde según la tradición, fue crucificado el Apóstol.
Y termina ésta catequesis sobre el Apóstol San Andrés diciendo:-“Así pues que el apóstol Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud, a hablar con entusiasmo de El a aquellos con los que nos encontremos y sobre todo a cultivar con El una relación de auténtica familiaridad conscientes de que sólo en El podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte”.
Qué hermoso esto que nos dice el Santo Padre y que debemos también nosotros asumirlo personalmente. Que San Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud, a hablar con entusiasmo de El a aquellos con los que nos encontremos y sobre todo a cultivar con El una relación de auténtica familiaridad, conscientes de que sólo en El podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte. Aquello que decía el Apóstol Pablo: “Sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos”. Quien vive ésta familiaridad con Jesús tiene ésta certeza que tenía el apóstol Pablo, de saber que en todo momento somos propiedad de Jesús, El es nuestro salvador.
Y ya en el relato que hemos proclamado hoy Jesús se encuentra con Felipe y después Felipe invita a Natanael. Nos dice el Papa acerca de Felipe en esa catequesis:-“El cuarto evangelio cuenta que después de haber sido llamado por Jesús, Felipe se encuentra con Natanael y le dice:- Hemos encontrado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley y también los Profetas. Es Jesús el hijo de José de Nazaret. Ante la respuesta más bien escéptica de Natanael: -de Nazaret puede salir algo bueno?, Felipe no se rinde y replica con decisión: Ven y lo verás.
Con ésta respuesta escueta pero clara, Felipe muestra la característica de un auténtico testigo. No se contenta con presentar el anuncio como una teoría sino que interpela directamente al interlocutor sugiriéndole que el mismo haga una experiencia personal de lo anunciado. Jesús utiliza esos dos mismos verbos cuando dos discípulos de Juan Bautista se acerca a El para preguntarle dónde viven. Jesús respondió:-“Vengan y lo verán”. Podemos pensar que Felipe nos interpela también a nosotros con éstos dos verbos que suponen una invitación personal. También a nosotros nos dice lo que le dijo a Natanael: Ven y lo verás.
El apóstol nos invita a conocer a Jesús de cerca. En efecto, conocer de verdad al otro requiere cercanía, más aún, en parte, vive de ella, por lo demás, no conviene olvidar que como escribe San Marcos, Jesús escogió a los doce con la finalidad principal de que estuvieran con El, es decir, de que compartieran su vida y aprendieran directamente de El no sólo el estilo de su comportamiento sino sobre todo quién era El realmente, que sólo así, participando en su vida, podían conocerlo y luego anunciarlo.
Más tarde, en su carta a los Efesios, San Pablo dirá que lo importante es aprender a Cristo, lo importante no es sólo escuchar sus enseñanzas, sus palabras sino conocerlo a El personalmente, es decir su humanidad y divinidad, su misterio, su belleza, El no es sólo un Maestro sino un amigo, más aún, un hermano. ¿Cómo podríamos conocerlo a fondo si permanecemos alejados de El? La intimidad, la familiaridad, la cercanía, nos hacen descubrir la verdadera identidad de Jesucristo. Esto es precisamente lo que nos recuerda el apóstol Felipe, por eso nos invita a venir y ver, es decir, a entrar en un contacto de escucha, de respuesta y de comunión de vida con Jesús día tras día”. Repitámonos esto para nosotros:
El apóstol Felipe también nos invita a venir y ver, es decir, a entrar en un contacto de escucha, de respuesta, y de comunión de vida con Jesús día tras día. Qué hermoso que nosotros podamos hacer ésta experiencia. Quizás muchos han tenido ésta experiencia de encuentro con el Señor, pero no debemos contentarnos, nunca vamos a dejar de experimentar cosas nuevas. Y a aquellos que todavía les falta, sigan buscando, sigan pidiendo. Esta es la Gracia que el Señor también quiere darnos a todos los que hemos sido elegidos por El.
En ésta última parte vamos a hablar de Bartolomé. Decía en la catequesis el Santo Padre:-“De Bartolomé no tenemos noticias relevantes, en efecto, su nombre aparece siempre, y solamente, dentro de las listas de los doce citadas anteriormente y por tanto no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración pero tradicionalmente se lo identifica con Natanael, nombre que significa Dios ha dado, similar a lo que significa en Griego Deodor, don, regalo de Dios. Este Natanael provenía de Caná y por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran signo realizado por Jesús en aquél lugar. La identificación de los dos personajes, probablemente se deba al hecho de que éste Natanael en la escena de vocación narrada por el evangelio de San Juan está situado al lado de Felipe, es decir en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los apóstoles referidas por los otros evangelios.
A éste Natanael Felipe le comunicó que había encontrado a ese del que escribió Moisés en la Ley y también los Profetas. Jesús, el hijo de José, el de Nazareth. Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte. De Nazareth, ¿puede salir algo bueno? Esta especie de contestación es en cierto modo importante para nosotros. En efecto, nos permite ver, que según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazareth, pero al mismo tiempo pone de relieve la libertad de Dios que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos.
Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente de Nazareth, sino que había nacido en Belén y que en último término venía del cielo, del Padre que está en los cielos. La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión. En nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras, Felipe en su réplica dirige a Natanael una invitación significativa:-“Ven y lo verás”.
Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva. El testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús.
De modo análogo, los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con El y después de ese coloquio dijeron a la mujer: -Ya no creemos por tus palabras, nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Esta reflexión que hace el Papa acerca de Natanael, su disposición en el encuentro con Jesús es también algo que nosotros debemos ir guardando en nuestro corazón, no basta con escuchar hablar de Jesús sino que debemos buscar, como ya se dijo también hablando de Felipe, primero buscar esa relación más familiar, más personal con el Señor e implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús.
Siguiendo la catequesis, dice el Papa:-“Volviendo a la escena de vocación el evangelista nos refiere que cuando Jesús ve a Natanael acercarse exclama: – “Ahí tienen aun israelita de verdad en quien no hay engaño. Se trata de un elogio que recuerda el texto de un Salmo: Dichoso el hombre en cuyo espíritu no hay fraude, pero que suscita la curiosidad de Natanael que replica asombrado:¿De qué me conoces? La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible, le dice:-“Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. No sabemos que había sucedido bajo esa higuera, es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael. El se siente tocado en el corazón por éstas palabras de Jesús. Se siente comprendido y llega a la conclusión: -“Este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de éste hombre puedo fiarme verdaderamente. Y así, responde con una confesión limpia y hermosa diciendo:”- Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tu eres el Rey de Israel”. En ella se da un importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús.
Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús. Es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quién es hijo Unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado Rey. Clasificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de éstos dos componentes ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente y si por el contrario reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue”.
Continúa la catequesis del Papa diciendo:-“Sobre la sucesiva actividad apostólica sobre Bartolomé Natanael, no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio en el siglo IV, un tal Anteno habría encontrado incluso en la India, signos de la presencia de Bartolomé.
En la tradición posterior a partir de la Edad Media se impuso la narración de su muerte desollado que llegó a ser muy popular. Pensemos en la conocidísima escena del Juicio Final en la capilla Sixtina en la que Miguel Ángel pintó a San Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda a su propia piel en la cuál el artista dejó su autorretrato.
Sus reliquias se veneran en Roma en la Iglesia dedicada a El en la Isla Tiberina. Concluyendo, podemos decir que la figura de San Bartolomé, a pesar de la escasez de información sobre él, de todos modos sigue estando entre nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es y seguirá siendo Jesús mismo al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte”.
Esta reflexión, ésta catequesis del Papa es para que nos ayude a todos. Al leerla me ayudó muchísimo a mi en la comprensión de quienes son los apóstoles y sobre todo como vivir éste ministerio sacerdotal, éste compromiso, el saber de que le ministerio no es algo personal sino que viene de Dios y tenemos que hacerlo en Nombre de Dios.
“Concluyendo, podemos decir que la figura de San Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, sigue estando ante nosotros que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales”.
Juan Pablo II en su última carta a la Iglesia, después de hablar del año Santo y de todo lo que se había vivido dice: Ahora toca vivir de un modo extraordinario lo que vivimos ordinariamente. Ese testimonio que nosotros debemos dar en nuestra vida cristiana de todos los días, en las cosas sencillas, aún en las cosas que no interesen a los demás.
Yo te busco Señor, yo te busco” decía una canción como expresión de lo que nosotros también tenemos que hacer. Buscar a Jesús para poder encontrarlo, para poder estar con El, para poder dejarnos iluminar por El. Para que de esa manera entonces también nosotros podamos ser discípulos y testigos del Señor. Que tengamos esa capacidad de poder anunciarlo también nosotros a nuestros hermanos aún en la sencillez de cada día como San Bartolomé.
Hoy con el Papa Benedicto XVI hemos hecho ésta catequesis y quiera Dios que llegue al corazón de todos. Es la palabra del Santo Padre, Vicario de Cristo para toda la Iglesia. Y también quien en nombre de Cristo guía a toda la Iglesia y su palabra también está llena de la Gracia del Espíritu y su enseñanza. Pidamos con mucho amor y fuerza por el Santo Padre para que siga desempeñando ésta tarea con la fuerza, con la Gracia del Espíritu. Que el Señor lo colme con sus bendiciones.
Oración de la Madre Teresa de Calcuta
Padre Emilio Lamas
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