Visita de María a Isabel

viernes, 16 de diciembre de 2011
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“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá, entró en la casa de Zacarías, y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre e Isabel llena del espíritu santo exclamo: ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumpliera lo que te fue anunciado de parte del Señor. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque miró con bondad la pequeñez de su servidora”

 

María, la que visitó a Isabel, visita en Guadalupe a Juan Diego.

En estas dos visitas, a Isabel y a Juan Diego, la motivación es la misma, hay una necesidad grande de su presencia. Esto es lo que invita a María a acercarse allí, donde están los que sufren y esperan en el Señor. De allí que la iglesia, ante cualquier situación de dolor, de postergación, de sufrimiento, de pobreza, se siente junto a María, invitada a ir al encuentro de los que esperan en el Señor.

El ángel se lo ha dicho: “Mira a tu pariente Isabel”. María también mira el dolor del pueblo que nace de la fusión y el mestizaje de dos culturas: la española y la de estos pueblos que por estas tierras originarias esperaron y recibieron el mensaje. Allá es el gozo y la alegría que traen la paz a la anciana Isabel. Por aquí, por estas tierras, la presencia pacifica se ve colmada por la ternura y el amor cercano de María que graba definitivamente en la tilma de Juan Diego y en el corazón de nuestra tierra, su rostro, su imagen.

En la casa de Isabel, la visita es alegría, se alegra el niño, Juan el bautista, que está en el vientre de Isabel, salta de gozo ante el saludo de María. Se alegra María en el clima de gozo que supone el encuentro fraterno y canta entonces, El magníficat, la grandeza de Dios, que ha obrado con poder en ella, se alegra Isabel. Todo es alegría. En el Tepeyac se presenta la ternura de su amor, en la casa de Zacarías la alegría, en Guadalupe es alegría tierna y firme presencia conciliadora, con la que María viene a unir dos culturas, la de los pueblos originarios y la del pueblo español.

Que belleza es la ternura de María, se le nota en el dialogo con Juan Diego: Juan Dieguito, hijito mío, Juan Diego a quien amo tiernamente, como un pequeño y delicado, ¿a dónde vas?. Así se vincula María con nuestro pueblo y así también nos trata hoy, mi querido pueblo latinoamericano, mi muy amado pueblo latinoamericano, mi esperanzador pueblo latinoamericano, ¿a dónde vas? En el peregrinar que la llevó a la casa de Isabel y Zacarías, María es portadora de la alegría con la que Dios ha visitado a su pueblo, esa que después se va a propagar por todas partes, cuando nazca el niño y entonces sea el gozo que se le comunica a través de los ángeles, a los pastores, que están metidos en sus tareas en la noche y se acercan a ver al niño que está envuelto en pañales. Esa misma que se puede contemplar viendo a José cuando nace el niño, nacido de su esposa María. En el contexto del Tepeyac es la ternura la que identifica el estilo mariano de la comunicación al más pequeño de sus hijos, a Juan Dieguito, y a nosotros ¿qué nos deja María cuando nos visita, particularmente en la oración del rosario, qué efectos posteriores deja en nuestro corazón la presencia de María?, a algunos tal vez luz, a otros certezas, a muchos firmezas, ganas de vivir, fuerza y liberación se esconden en el rosario. Es la oración mariana, por excelencia, el Señor nos visita en María y nos deja un rasgo que identifica su modo de comunicación entre ella y nosotros. Con Isabel y en la casa de Zacarías fue la alegría, con Juan Diego, nuestro amigo, el hombre de estas tierras, fue la ternura y la firmeza. En nuestra vida ¿Qué deja María cuando nos visita?

 

En diciembre de 1531, diez años después de ser tomada la ciudad de México por Cortez, caminaba Juan Diego de estos pueblos originarios que procedían del norte de la metrópoli, oyó una música melodiosa que lo llamaba dulcemente, era una hermosísima Señora que le habló con palabras maternales: “Juan Diego, hijo mío, ¿a dónde vas?, él contesto: “a oír misa” y la Señora añadió: “Yo soy la siempre Virgen María, madre del verdadero Dios”.

 

Los diálogos entre la Virgen y Juan Diego son realmente una delicia de dulzura, de ternura: “Juan Dieguito, hijo mío, el más pequeño, no se turbe tu corazón, ¿no estoy aquí, yo que soy tu madre? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?, y contesta Juan Diego: Señora mía, hija mía, la más pequeña, jovencita mía, niña mía, mi muchachita ¿Cómo amaneciste? ¿Sientes bien tu amado cuerpecito niña mía?”

 

La Virgen le pide que vaya al obispo de Zumárraga para decirle que desea que alcen allí un templo, donde ella mostrará su clemencia y consolará a los que acudan a ella. El obispo le respondió que pidiera alguna prueba de su mensaje. Siguen luego varias apariciones. Juan Diego no se atrevía a ir al obispo, un día se desvía para no encontrarse con la Virgen, pero la Virgen le sale al encuentro y Juan Diego le dice que iba a ver a su tío Juan Bernardino, enfermo y la Virgen se le aparece y lo cura. Juan Diego obtuvo la prueba, una rosa como las de Castilla, en pleno invierno, en la cumbre estéril, él cortó por mandato de la Señora, recogió en su tilma o ayate, especie de manto, de tela burda que usaban los indios. Volvió al obispo, extiende la tilma y aparece pintada nuestra Señora. No se sabe cómo, ni por qué medios, ni con que material pudo haber sido impresa en la tilma, la hermosa imagen de nuestra Señora. Llama también la atención la perfecta conservación de la tilma de Juan Diego, confeccionada con un hilado de no muy larga duración, se calcula que podía durar ese hilado de diez a doce años como mucho y además, ha estado expuesto a toda clase de pruebas a lo largo de los siglos. La imagen de la Virgen quedó en la tilma de Juan Diego y también en el corazón del pueblo de estas tierras.

 

Esta Virgen tierna, cercana, amiga, compañera de camino, que se cruza en el peregrinar de Juan Diego que va hacia el lugar donde celebran la misa y a escuchar la doctrina, es también la que sale a nuestro encuentro y nos acompaña en nuestro peregrinar cotidiano. En realidad desde el momento mismo en que María partió hacia la casa de Isabel, no ha dejado de peregrinar misioneramente. Hace ya más de dos mil años que ella se ha hecho compañera de camino, de todos y de cada uno de los hermanos que en su pobreza y humildad esperan en el Señor. Ella acompaña a su pueblo porque mira la necesidad que tiene y le regala la gracia de ponerlo de cara al tesoro que lleva dentro suyo, su hijo y con la invitación a tener confianza en Jesús, a mirarlo, a escucharlo y a obedecerle, nace en nosotros el milagro, como en Canaán de Galilea, de ver que todo se multiplica a partir de la intervención maravillosa de María que con su mirada tierna, servicial se acerca para contemplar lo que nos pasa y acercarnos a aquello que necesitamos para ir adelante con ella, como peregrinos también nosotros a visitar a los que nos necesitan.

 

Hoy te invitamos a compartir ¿Qué deja María en tu vida cuando te visita? A algunos nos deja el don de la paz, a otros ternura, a otros bondad, a otros serenidad y confianza, a otros alegría, a otros presencia materna. Hay tantos modos de estar Ella junto a su pueblo y tantos son diversos los efectos que produce en el corazón.

 

A veces cuando hablamos de la presencia de María en el camino, Ella que se manifiesta con tanto prodigio a favor de hermanos nuestros, lo referimos tal vez, porque impacta a las grandes apariciones, como la de Guadalupe, Fátima, Lourdes o algunas otras de las tantas que por este tiempo también van ocurriendo en el mundo y sin embargo, hay una presencia suya que es visita cotidiana a la que no siempre prestamos mucha atención porque tal vez estemos justamente impactados o expectantes de aquel otro modo suyo de extraordinaria manifestación, cuando en realidad a los que somos invitados a creer sin ver y llamados felices por esto, el camino de la oscuridad de la fe nos invita a encontrar en más de una oportunidad, en el gesto suyo, sencillo, simple y cotidianos, esa presencia contundente que viene a marcarnos la vida. Los que verdaderamente vivimos en vinculo de relación filial y de alianza con ella podemos percibir esta su presencia. Suele darse cuando la fragilidad y la debilidad, la vulnerabilidad nos dispone a estar como más atentos y más permeables a su materna visita.

 María le decía a Juan Diego: “oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad pero es del todo preciso que tú mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumple mi voluntad, sos el más pequeño de mis hijos y el Padre te ha elegido”.

Cuando nosotros experimentamos esta misma certeza interior de fragilidad y de vulnerabilidad, de pobreza y de miseria hasta de verdaderamente considerarnos como poco, es cuando en la verdadera dimensión de la misericordia de Dios que abraza nuestra pobreza podemos hacernos como decíamos, permeables a la presencia manifestación de María en medio nuestro. María se nos acerca para visitarnos en la pequeñez y en la fragilidad, por eso entrar en la presencia mariana, en la oración, supone más que disponernos a cumplir con la oración con ella, a ser abrazados por su amor y desde este lugar poniéndonos bajo su manto aprender a ser amados profundamente por el amor del Padre en Jesús a través de esta presencia materna suya que siempre va acompañada por el don de espíritu que ora en nosotros. El Señor lo pudo haber hecho con otros le dice María a Juan Diego pero, te eligió a vos. Así también María te dice ahora que pudo haber elegido a otros para ir al encuentro de lo que ella necesita para que se haga el querer de Dios, sin embargo, también ella te dice que te eligió a vos.

 

Quien recibe a María se hace peregrino junto con ella. ¿Será su modo de visitar, su modo de andar, su presencia peregrina tan llena de esperanza y alegría en la que nos pone en marcha y nos contagia? ¿Será por eso que en tantos lugares las peregrinaciones marianas tienen un sentido vincular tan fuerte?

Quince millones de personas se acercan a la Virgen de Guadalupe, en México por año y cinco millones de peregrinos se acercan en el día de hoy al santuario. Es el acontecimiento religioso más grande del mundo. Juan Pablo II dijo, en realidad María está en todas partes y nos visita de tantas maneras, pero vienen cinco millones mayoritariamente mexicanos, aunque hay gente de todo el mundo, que van a encontrarse con esta maravilla, la imagen estampada, en la Tilma de Juan Diego.

Los instrumentos que se han aplicado sobre la Tilma, han revelado cosas increíbles. Cuando se pone de costado la Tilma, se le introduce un instrumento de lectura para ver cómo es que permanece tantos años ahí la imagen que en una tela tan frágil hecha de vegetales, se constata que hay algunos milímetros que separan la Tilma de la imagen, como que de verdad la imagen está suspendida sobre la tilma. Como si la imagen estuviera apoyada y al mismo tiempo suspendida y atrayendo hacia la sobre la tilma dándole una contextura nueva, como diciendo, todo lo que se pierde en el tiempo se desgasta, ante esta presencia, permanece en el tiempo, se renueva, es la presencia de María.

María con nosotros también nos atrae y despierta en nuestros corazones sentimientos tan hondos, tan profundos. Los sentimientos marianos lo ponen a uno en marcha.

Nosotros decíamos quién era la Virgen en tu vida, te suscita paz. El que recibe paz comunica paz, el que recibe alegría comunica alegría, el que recibe certeza anuncia certeza, quien recibe fuerza en el anuncio habla con claridad y fortaleza lo que Dios pone en su boca. Y de María recibimos como comediadora con Cristo muchísimas gracias que nos ponen en situación de ser con Ella, servidores y peregrinos.

 

 

Bendiciones para todos en el día de la Virgen de Guadalupe y que así como la Virgen llenó de rosas la tilma de Juan Diego, y así dejó grabado su rostro, su imagen, así también una lluvia de bendiciones recaiga sobre tu corazón y quede grabada su presencia en vos.

 

                                                                                                                        Padre Javier Soteras