¡Viva la Virgen del Rosario del Milagro ! Por Padre Marcelo Amaya

sábado, 2 de octubre de 2021

 02/10/2021 – En un nuevo ciclo del programa Madre del Pueblo, el padre Marcelo Amaya, desde Catamarca, recorrió la historia del Señor y la Virgen del Milagro de Salta. Comenzó relatando que “Fray Francisco de Victoria, quien era Obispo del Tucumán, estuvo presente en la fundación de Salta en 1582”. “Terminado su servicio pastoral, ya en España, mandó dos obsequios para América, uno con la imagen de la Virgen del Rosario para Córdoba, y otra con el Señor Crucificado para la Iglesia Matriz de Salta. Es en el puerto de Callao, en Perú, donde acontece el primer prodigio. Al salir la gente de la ciudad hacia el puerto, divisan dos cajones flotando sobre las aguas”, indicó el padre Marcelo.

Continuó diciendo que “Sacados ambos del océano, los abren y se dan con la grata sorpresa de las dos imágenes que enviaba el antiguo Obispo de Tucumán. Nunca se supo del navío que las traía ni de su tripulación”. “Ya en Lima en 1592, la sensación de amparo y bendición que produjeron las imágenes en el Callao hizo que fueran portadas en procesión por los pobladores hacia Lima, la capital”.

“Finalmente las autoridades decidieron cumplir con la voluntad del Obispo Fray Francisco de Victoria, haciendo llevar las imágenes a sus respectivos destinos: el Señor Crucificado a Salta y la Virgen del Rosario a Córdoba”.

“Corría el año 1592, por septiembre”. “La comitiva continuó su camino a la ciudad de Córdoba llevando a la Virgen del Rosario, actual Patrona de esa ciudad, dejándola en el Convento de los Padres Dominicanos”.

“Pasadas las celebraciones, comienza paulatinamente, una triste historia, la del olvido ingrato del Crucificado, dejándolo sin ningún recuerdo especial, en el Altar de las Ánimas, por un siglo entero. Pasaron 100 años del encuentro original del Señor y su pueblo”. “Cuando comenzaron los terremotos del 13 de septiembre de 1692, a hs. 10, la ciudad de Esteco, centro geográfico y comercial, rica y apartada de Dios, se hundió, quedando totalmente arruinada”, expresó el padre Marcelo.

“Fueron evidentes los signos de la protección del Señor y la Virgen sobre la ciudad de Salta. La gente, desolada, se dirigió hacia la plaza y algunos entraron a la Iglesia Matriz para sacar el Santísimo Sacramento y se hizo luego una procesión con Jesús Sacramentado alrededor de la plaza”. “Quienes entraron, delante del Tabernáculo pudieron observar la imagen de la Pura y Limpia Concepción, caída de su hornacina, en actitud suplicante e intacta. Su corona real, se encontraba caída al pie del Sagrario como ilustra el himno “Perdona decías, mi Dios a este Pueblo sino la corona de Reina aquí os dejo”.

“Uno de los Padres de la Compañía de Jesús, el padre José Carrión, afligido por la situación sintió una voz que con toda claridad le decía que “mientras no sacasen al Santo Cristo, abandonado en el Altar de las Ánimas, no cesarían los terremotos”. “El sacerdote, con una llama de esperanza encendida en él, se dirigió urgentemente a comunicar el mensaje recibido”.

“En Salta, entre aquellos primeros hombres y mujeres y el Cristo y la Virgen, se selló el pacto de la alianza con el amor de Dios”. “Como testimonio de gratitud por los milagros realizados en los terremotos de septiembre de 1992 y la protección brindada a la ciudad de Salta, la festividad del Señor y la Virgen del Milagro se solemniza anualmente desde entonces”.

San José, el varón justo, el esposo

El padre Marcelo Amaya, recorrió el punto 3 de la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos del papa Juan Pablo II, hoy San Juan Pablo II, sobre la figura de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia.

En este sentido, citó el punto 3:

<Durante su vida, que fue una peregrinación en la fe, José, al igual que María, permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final. La vida de ella fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer «fiat» pronunciado en el momento de la anunciación mientras que José —como ya se ha dicho— en el momento de su «anunciación» no pronunció palabra alguna. Simplemente él «hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1, 24). Y este primer «hizo» es el comienzo del «camino de José». A lo largo de este camino, los Evangelios no citan ninguna palabra dicha por él. Pero el silencio de José posee una especial elocuencia: gracias a este silencio se puede leer plenamente la verdad contenida en el juicio que de él da el Evangelio: el «justo» (Mt 1, 19)>.

<El varón «justo» de Nazaret posee ante todo las características propias del esposo. El Evangelista habla de María como de «una virgen desposada con un hombre llamado José» (Lc 1, 27). Antes de que comience a cumplirse «el misterio escondido desde siglos» (Ef 3, 9) los Evangelios ponen ante nuestros ojos la imagen del esposo y de la esposa. Según la costumbre del pueblo hebreo, el matrimonio se realizaba en dos etapas: primero se celebraba el matrimonio legal (verdadero matrimonio) y, sólo después de un cierto período, el esposo introducía en su casa a la esposa. Antes de vivir con María, José era, por tanto, su «esposo»; pero María conservaba en su intimidad el deseo de entregarse a Dios de modo exclusivo. Se podría preguntar cómo se concilia este deseo con el «matrimonio». La respuesta viene sólo del desarrollo de los acontecimientos salvíficos, esto es, de la especial intervención de Dios. Desde el momento de la anunciación, María sabe que debe llevar a cabo su deseo virginal de darse a Dios de modo exclusivo y total precisamente por el hecho de llegar a ser la madre del Hijo de Dios. La maternidad por obra del Espíritu Santo es la forma de donación que el mismo Dios espera de la Virgen, «esposa prometida» de José. María pronuncia su «fiat»>.

<El hecho de ser ella la «esposa prometida» de José está contenido en el designio mismo de Dios>.

 

Testimonio de Santiago Mamerto Esquiú, sobrino tataranieto del beato Fray Mamerto Esquiú

También se sumó un invitado muy especial, que se presentó él mismo ”Santiago Mamerto Esquiú, tengo 65 años soy salteño, soy ingeniero industrial y soy sobrino tataranieto de Fray Mamerto Esquiú, mi tatarabuelo era Odorico Esquiú que era el único hermano varón de Fray Mamerto, que se fue a vivir a Salta siendo joven y armó su familia en Salta, de ahí venimos”, contó Santiago, familiar de nuestro flamante beato Fray Mamerto Esquiú”.

“Llevar el nombre Mamerto implica un gran responsabilidad llevar el nombre del beato”.

¿Cómo vivieron la beatificación?

“Pudimos ir a la fiesta de beatificación, fuimos con mi esposa, fue una experiencia inolvidable, vi un pueblo agradecido y compenetrado y admirador de Fray Mamerto, cosa que acá en Salta no pasa”. “Es muy fuerte lo que siente el catamarqueño por Fray Mamerto Esquiú”.

“En el inicio de la misa se acercó un sacerdote y me invitó a llevar en andas las reliquias de Fray Mamerto desde la casa natal ahí en Piedra Blanca hasta donde estaba el altar, fui gustoso, estaba muy emocionado cuando llevé las reliquias de mi pariente antepasado beato”. “Fue muy fuerte, la verdad que no lo voy a olvidar nunca”.

“Muy agradecido por haber podido estar en esta ceremonia tan importante para la iglesia de Catamarca y para la iglesia de Argentina”, expreso el sobrino tataranieto de nuestro beato argentino Fray Mamerto Esquiú.