Vivir en clave de comunicación

martes, 19 de junio de 2007
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Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.” Pero yo les digo:  “Amen a sus enemigos y amen a sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque Él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia a sobre justos y pecadores. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene?.  También los cobradores de impuestos lo hacen.  Y si saludan solo a sus amigos, ¿qué tiene de especial?, también los paganos se comportan así.  Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo”.

Mateo 5, 43 – 48

La comunicación tiene que nacer de la experiencia del amor, o de una búsqueda de la comunión, porque el amor es la esencia de la vida, y la finalidad del amor es lograr el encuentro, el descubrimiento y la unión.  

“Padre, que todos sean uno, como Tu y yo somos uno”, decía Jesús.

Todos podemos reestablecer nuestra comunicación si la tenemos quebrada, sanarla si la hemos herido, todos necesitamos un ejercicio profundo de humildad, de apertura a la verdad, tenemos que reconocer si no hemos favorecido la comunión y el diálogo en algunos aspectos o con algunas actitudes.

Quizás tengamos que unir a la experiencia de la comunicación el llamado profundo a terminar de comprender que es comunicarnos mirando la Eucaristía.

Dice la Palabra de Dios:  “Si al presentar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti antes deja tu ofrenda y ve a reconciliarte con tu hermano y luego vas al altar a presentar tu ofrenda al Señor”.

Que lindo el gesto de la verdad, que es no pasar por encima de la realidad para el encuentro con Dios, no es pretender un encuentro, un diálogo, una unión con Dios fuera de la unión, la sinceridad y la apertura con los prójimos y con las personas que nos rodean.

Quizás no tengamos que plantearnos esto con todo el mundo, pero si debemos ocuparnos de aquellos con los que tenemos deberes primarios, sobre todo nuestro esposo, esposa, hijos, papás, abuelos, autoridades, sacerdotes, y esta búsqueda de comunión en el diálogo entre nosotros nos dará vida, nos permitirá ir adelante y nos obligará, en esta búsqueda de comunicación y de comunión, a pedir perdón, a ofrecer perdón, a estar dispuesto a la experiencia de amar, a la experiencia profunda de amar, animémonos a vivir en clave de comunicación.

El amor que admite al otro es menos extenuante que la constante presión de tener que vencerlo, cuantas veces nuestra experiencia de convivir es imponer al otro, exigirle y obligarle.

Después de los años pasados, que gracia que nos da el Señor, de poder comprender que mas que gobernar, lo importante es gobernarse así mismo, y que uno de los objetivos importantes del gobierno de sí mismo tiene que ver con la aceptación del entorno, del prójimo y de lo real, ya sea de los dones para maravillarse y agradecer, ya sea de las pobrezas para ejercer la misericordia y comprender mejor a los otros, comprendiéndose a sí mismo desde la pobreza personal.

El amor no pasará ni por encima ni por el costado de nuestras miserias y experiencias, ni por las miserias y experiencias del prójimo, va conectando directamente el amor a sí mismo y el amor al prójimo con el amor al Padre.

Al saltear el plano del triunfo y de la derrota escapo a la lucha permanente de tener que afirmarme, eso pasa cuando queremos dominar y ejercer soberanía sobre los demás, de pronto descubro muchas alternativas positivas para relacionarme con el otro.

Cuando cambiamos la presión sobre el otro para aceptarlo, entonces se despiertan nuevas alternativas que son positivas y puedo alegrarme y descubrir que hay un valor en el otro.

Cuando la relación se establece entre las personas yo descubro lo concreto de la persona.

El desafío es descubrir y establecer una comunicación para vivir una nueva riqueza de la comunión, puedo alegrarme por su valor, esto no estrecha mi valor sino que me da participación en su riqueza.

Alegrarme por el valor concreto que descubro en el otro, en esa decisión de caminar en este día en clave de encuentro, de diálogo, de comunicación para una experiencia de comunión. Esto no estrecha ni dificulta mi valor personal, sino al contrario, porque en la medida que nos abrimos nos enriquecemos, y eso me da participación en la riqueza del otro, animarme a recibir al otro que tiene tanto para darme, tanto de lo que yo carezco, que me va a dar felicidad, ilusión, que me va a despertar otros aspectos adormecidos en mi persona, solo se requiere mucha fantasía para saltear el plano del triunfo y de la derrota y lograr una solución de segundo orden.

Es parte de la esencia del amor guiarse por las intuiciones, pensar soluciones plenas de fantasía y descubrir nuevos caminos y posibilidades, el amor da inventiva, es creativo, es original, el amor renueva y sorprende, a veces también es un poco loco, pero sus soluciones locas son mas humanas que el juego sin fin, en el plano del triunfo y de la derrota.

El Señor se muere de amor por las personas, por la salvación, por la paz y por la conversión de los corazones, se muere de amor por entrar en diálogo con el hombre, Dios está muerto de hambre por esa vivencia cara a cara con cada uno de nosotros, y ese morirse de amor se manifiesta en la parábola en la que el rey hace la fiesta y manda a invitar a sus amigos, y ellos están ocupados, se excusan, entonces dice: salgan al cruce de los caminos, inviten a todos los que encuentren, es el Dios del amor, el que tiene un corazón enorme y deseoso de encontrarte.

En Lucas 15 encontramos la verdad de Dios, es un Padre que todas las tardes sale hasta la tranquera del campo para mirar si a la caída del sol regresa el hijo que se había ido de la casa.

El amor de Dios, el amor incondicional que solo espera poder ejercer su potencia en la misericordia, ese amor que se quiere manifestar en el perdón, por eso el nombre propio de Dios es la Misericordia.  Dios ama a todos y cada uno de una manera concreta, personal, de tu a tu.

La gran mentira del demonio es que tenemos que amar a nuestros amigos y odiar a nuestros enemigos, esa es la gran mentira de aquellos que no quieren enfrentar la vida en la vocación profunda a vivir en serio, no hay que odiar, hay que amar.

Es irracional hacer que el odio y el desprecio sean algo humano, decimos:  somos humanos para odiar, entonces digamos la verdad profunda:  si somos humanos para odiar somos humanos para amar.

El discípulo de Jesús no se conforma con un reconocimiento y una aceptación de su limitación para amar y de la dificultad que tiene para amar a todos, nosotros no dejamos de considerar, como discípulos de Jesús, que hay personas a las que nos cuesta querer.

Tenemos que ser fieles a la verdad de las cosas, lo que se dice es: enemigos verdaderos, no se si habrá muchos, pero a veces uno cree que son enemigos y quizás no lo son, simplemente piensan distinto, tienen otra manera de hacer las cosas.

Tal vez nos ha tratado mal y ese momento fue una debilidad, fue un estado de soberbia momentáneo, no un estado permanente del corazón del otro para conmigo, quizás alguien le llenó la cabeza y reaccionó de una manera inadecuada conmigo, cuantas maneras hay de entender a los enemigos, a veces quizás tengamos que llevar a la reflexión esto, ¿serán los que consideramos adversarios nuestros enemigos?.

Si, el Señor nos está pidiendo que amemos al enemigo, ¿se puede amar al enemigo?, parece que sí, porque la enseñanza de la Palabra de Dios dice que Dios nunca nos va a pedir mas de lo que podemos, quiere decir que amar a los que nos cuesta amar podrá dolernos, pero no que no podemos amarlos.

Habrá que entender qué es amar, habrá que encontrar más a Dios, comprender más que quiere decir que Dios fue bueno conmigo, que fue misericordioso conmigo, que me eligió y me amó, que hace salir el sol sobre buenos y malos, que Dios es tan generoso que está dispuesto a ayudarme cuando tengo que amar a alguien que me esta costando amar.

Y si pienso que no puedo, o decido no amarlo, eso es contrario a la dignidad y es contrario al amor de Dios, por eso no tenemos paz cuando vivimos así, entonces, volver al camino del amor será un proceso de cambio y de transformación muy importante en nuestra vida.

Quizás en este momento el Señor me está llamando a hacer ese cambio, esa transformación y esa decisión.

Para vivir en clave de comunicación quizás tengamos que perdonar dolorosamente, pero ese perdón no será por el perdón que demos sino por el orgullo que tengamos que vencer y que está muy dentro nuestro, muy en lo íntimo.

Quizás sea el orgullo el que no nos deja vivir en paz y quizás es lo único que hay que vencer, a veces creemos que el enemigo es el otro y en realidad el enemigo es el egoísmo, la autosuficiencia que tenemos, es la locura de no aceptar la realidad como la dispone la providencia de Dios, es la locura de querer ser yo y que el mundo sea a mi medida.

Ese es el enemigo que hay que vencer, por eso necesitamos entrar muy adentro y escuchar a Dios, recibir su perdón y no olvidarme que yo soy amado personalmente, aunque no soy digno, que soy amado gratuitamente y que Dios es amor, por eso me puede amar, sanar y transformar.

Quizás yo tenga que perdonarme a mí mismo también para ejercer esta libertad del perdón, del amor y aceptación de aquellos que me rodean, de aquellos que comparten la vida conmigo, pidamos a Dios esa gracia del amor sobrenatural que no tenemos, esa fuerza de la que carecemos, pero de la que necesitamos hondamente para poder vivir el don de la paz.