Vivir en clave de consagración

miércoles, 30 de diciembre de 2009
image_pdfimage_print


Catequesis del 29/12/09

Evangelio según San Lucas 2,22-35.

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Si nosotros vamos al libro del Exodo por el capítulo 13 vamos a ver como el Señor va pidiendo al pueblo de Israel que hagan esa consagración de los primogénitos. Esta consagración es la que viene en la presentación en el templo que hace María. Responde en actitud de obediencia la mujer fiel a estos deseos de que los primogénitos les pertenezcan al Señor. El Señor dijo a Moisés, nos recuerda la Palabra en el libro del Exodo: conságrame todos los primogénitos entre los israelitas tanto de los hombres como de los animales. Ellos serán míos y que fuerte caló esto en la tradición del pueblo judío y cuanto sentido tenía para María el poder consagrar a su Hijo que le era dado de la manera que le había sido dado. Era algo misterioso para María. Algo que trascendía mucho las costumbres que había pero costumbres que iban indicando que había un proceso en toda la historia del pueblo de Israel hacia una plenitud y esa plenitud iba ser éste Niño Jesús que nacía en la sencillez, en la pobreza, en la humildad entre la condición humana de la manera sencilla con la que históricamente quiso nacer y esa primera Navidad que evocamos hoy tuvo mucho sentido. No por el esplendor porque no lo tuvo y si lo tuvo fue porque María y José se la rebuscaron ya que donde iban no había lugar para ellos. El Niño va a nacer como peregrino, como de viaje, como los padres teniendo que cumplir con las prescripciones del gobernante en obediencia. Este es el verdadero marco del nacimiento del Señor, del misterio de la encarnación: la obediencia de María y de José. Un espíritu de docilidad, de aceptación, de obediencia, de correspondencia con un designio divino por eso aquella primera Navidad fue humanamente algo desapercibido, algo que no se notó, no era tenido en cuenta por el mundo. El mundo tenía otras necesidades, andaba por otros rumbos pero el Señor estaba allí secretito, calladito pero manifestándose a los que tenían capacidad de obediencia y docilidad. María y José nos dejan la presencia de la vida nueva del Salvador de ésta manera. Como no estar agradecidos en éste tiempo. El corazón se nos va haciendo grande, se nos va dilatando. También la contemplación del misterio de la Navidad nos va invitando y seduciendo para tener ésta profundidad en nuestra mirada, en nuestra manera de existir y vivir. Como dar sentido a nuestra vida a través desde el misterio de la Navidad contemplando al niño, aprender que lo más grande siempre suele tener una expresión serena, sencilla y que para ser percibida hay que hacer silencio y hay que aprender a contemplar

Estaba pensando plantear nuestra vida a la luz de éste Evangelio en clave de consagración. Yo me consagré al Señor como sacerdote pero antes me consagré como bautizado y con la Confirmación el Espíritu me tomó y me arrebató y me marcó más profundamente la experiencia de la fe. KLa vida de un cristiano es la de un consagrado porque ha sido tomado por el Espíritu de Dios para ser ungido, marcado y por tanto dotado con la condición de hijo de Dios. Es la adopción como enseña Pablo ya que el hijo natural de Dios es el mismo Cristo pero todos somos hijos en el Hijo .Vivir mi Bautismo esa es la consigna para hoy. Vivamos la vida y sentirla, pensarla, soñarla y proyectarla como una vida que se vive desde la consagración. Que quiere decir esto? Que la Gracia del Bautismo me devolvió la posibilidad de ser hijo de Dios y a ser portador del Reino de Dios, a ser yo mismo un germen del Reino de Dios. Yo ahora por el Bautismo le pertenezco al Señor Todo varón primogénito le pertenece al Señor, será mío, dice el Señor. En una manera la Palabra de Dios manifiesta no solo éste designio eterno sino un designio lleno de celo. No un celo egoísta, sino un celo realizador. El Señor quiere que le pertenezcamos porque El es capaz de pertenecernos a nosotros. Esto es lo que nos anima a vivir la vida hoy. Vivirlo como consagrado y que lindo cuando consagramos nuestros niños a Dios con la Gracia del Bautismo. Antes lo hacían de ésta manera haciendo la presentación en el templo la tradición judía. Esta tradición unida a la experiencia de la circuncisión que era como un signo de pertenencia al pueblo de Israel era como enseñan los Padres de la Iglesia un anticipo de la Gracia del Bautismo como lo ha sido todo el Antiguo Testamento. Una preparación remota, lejana que se fue haciendo cada vez más cercana hasta explotar en la experiencia de la Encarnación y del nacimiento del Hijo de Dios. Ahora Dios no nos habla por una ley, por profetas, nos habla en el propio Hijo y Dios se consagra al mundo, abraza al mundo a través del misterio de la Encarnación por eso nosotros podemos tener la posibilidad de tener ésta pertenencia que es una pertenencia que pasa a ser una situación que nos hace sobrenaturales. La Gracia del Bautismo que nos permite vivir una consagración no radica en la capacidad nuestra de poder darle algo a Dios o vivir una fidelidad para con el amor con Dios sino radica en la iniciativa generosa y abundante con la que el Señor ha querido cautivar nuestra vida. Nosotros tenemos que parar un poco, sacarnos todas esas luchas, esos esfuerzos que estamos haciendo, hacer como un alto en el camino en estos días de la Navidad y darnos cuenta de la gratuidad, de la iniciativa y de la faz salvadora que tiene la cercanía de Dios y como no podríamos vivir la Gracia de una consagración bautismal si el Señor no nos hubiera conquistado, no se hubiera entregado a nosotros. Te invito a revivir tu condición de bautizado. Le perteneces al Señor porque eres consagrado y estás ungido por la Gracia del crisma en el día de tu Bautismo. También María tuvo su alegría el día de tu Bautismo de ver que nacías en el seno de la Iglesia y Ella misma te recibió y te concedió la Gracia de su propio Hijo. Ahora le perteneces también a María y a la Iglesia ¿ y que le pertenece a Dios y a la Iglesia de tu persona? Todo. Tu mentalidad, tu racionalidad, tus afectos, tus tendencias, tu libertad, tu capacidad de amor, tu don, tu talento. Sos un patrimonio del pueblo de Dios. Esto es lo grande de la consagración. Vivir en clave de consagración. Descubrirme parte de un pueblo, parte de un amor, de una vocación sobrenatural que trasciende mis fuerzas pero que a la vez es un llamado maravilloso en el que Dios quiere realizarse. Tiene un sueño y quiere realizarlo con mi persona Le pertenezco al Señor soy suyo, soy miembro de su pueblo y cuantas consecuencias salen de esto. Quien le pertenece al Señor jamás estará solo, desprotegido, abandonado. No puede decir mi experiencia de vida que está sellada por la orfandad. La experiencia bautismal hace que nosotros al haber sido consagrados al Señor nosotros tengamos la Gracia y la fidelidad de Dios sobre nuestra persona y Dios ciertamente se encarga hasta de los detalles porque cuando nosotros aceptamos que le pertenecemos y nos doblegamos y aceptamos el señorío de Dios en nuestra vida entonces El nos va dando enormes Gracias por las cuales nos va conteniendo, impulsando y haciéndonos crecer en el camino de la Iglesia, de la historia. Como signos suyos tenemos una misión maravillosa. Le pertenecemos para que también el mundo que me rodea le pertenezca al Señor. Vivir en clave de consagración recordando mi experiencia de bautizado

Estamos compartiendo ésta contemplación a la luz de éste momento de la vida del Señor que Maria al mes de haber nacido el niño primogénito se lo van a consagrar al Señor. Sentirme parte del cuerpo viviente de una Iglesia que no solo está en el cielo porque sea santa sino que está en la tierra. Iglesia que tendrá límites, sus pecados, el ámbito de la concepción de mi vida. No está solo el cristiano, nunca está solo. Eso es algo maravilloso que podemos ir animándonos y sintiendo en nuestra oración. Cuando nosotros nos propongamos en el encuentro con el Señor, con la Palabra que lindo dejar que surjan estos sentimientos de pertenencia en el pueblo de Dios. También esto es una Gracia porque hay una verdad profunda: el consagrado no está solo, le pertenece al Señor. Soy su ungido, tengo el Espíritu del Señor, fui marcado con el sello para siempre en el Bautismo y en la Confirmación. Vivir una consagración es dejarse pulsar Dios es fiel y te da el Espíritu y el Espíritu es el que hace nueva tu vida. Nos da la creatividad, la fuerza, la lucidez, la capacidad de contener, de acoger, de sentir, de anunciar, de ser profeta. El consagrado se transforma en alguien que le pertenece a Dios y tiene los atributos de Dios por eso se transforma en una gran luz, una luz que uno no controla. El consagrado le pertenece a Dios y Dios le es fiel y le pertenece y el le pertenece a Dios y de ésta manera por la Gracia Bautismal nosotros pertenecemos a la Iglesia y al mundo. Nuestra vocación es el mundo y vivir una consagración elevando, dignificando como María que va a elevar a su Hijo hasta el Padre para ofrecerlo como primogénito nosotros cada día elevamos nuestra vida a Dios pero lo hacemos en la tarea. Por eso revivir en el encuentro personal con la Palabra en la condición de consagrados en el Bautismo significará contar con la Gracia de Dios para vivir tu presencia en el mundo, en tu trabajo, en la casa donde estés, en las tareas que estás realizando, en tu descanso dando un sentido sobrenatural a tu vida. Eso es lo propio del consagrado a Dios que tiene de Dios la Gracia, la virtud para darle un sentido sobrenatural a lo temporal. Ese es el aporte del consagrado, la misión del consagrado, ser sal y ser luz en el mundo. Nosotros no somos bendecidos con agua bendita, somos consagrados. No es agua bendita, tenemos el Espíritu Santo por tanto somos hijos de Dios. Tenemos que iluminar: no se enciende una lámpara para esconderla debajo de la mesa sino para ponerla sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Vivir la consagración como Jesús la vivió, como María le entrego a Simeón, nosotros le entregamos al Señor el corazón y la mente y El se encargará y El mismo lo cumplirá en nosotros: ustedes son la luz del mundo, ustedes son la sal de la tierra

Padre Mario Taborda