Vivir por dentro lo que Jesús vivión en carne propia

lunes, 20 de abril de 2009
image_pdfimage_print




Cuarto poema del Servidor del Señor

“Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande.

Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.

¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor?.

Él creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestra miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos.

Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada”.

Isaías 52, 13

La unción de Jesús en Betania

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, dónde estaba Lázaro, al que había resucitado.  Allí le prepararon una cena:  Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.  María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.  La casa se impregnó con la fragancia del perfume.  Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:  “Porqué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”.  Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.  Jesús le respondió:  “Déjala.  Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.  A los pobres los tiene siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.  Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él”.

Juan 12, 1-11

A través de esta palabra te propongo que podamos hacer el camino de este Lunes Santo, mirando mucho a Jesús, centrando bien la mirada en el Señor, enfocando nuestro objetivo, agudizando esta contemplación. Mirar al Señor especialmente. Tiene que cautivarnos y robarnos la atención, el corazón, el interés, la búsqueda en esta jornada especialmente, mirar al Señor.

Quiero vivir de cerca todo lo que le va pasando al Señor por fuera, según nos va mostrando y por dentro según se nos va manifestando Él.  Tal vez haya que volver a decir que quizás todo el objetivo de toda la cuaresma a sido justamente, centrar la mirada en Cristo y poner allí nuestro conocimiento. Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. Comprender un poco todos esos signos, ese lenguaje simbólico de aquellos acontecimientos que se vivieron históricamente, pero que tiene eso que decimos una transignificación.

El Señor muestra mucho más de lo que está mostrando, hay que entrar entonces en su interior, en su corazón, en su sentir. Como siguiendo el consejo de Pablo, que este tiempo de contemplación tiene que llevarnos a tener los sentimientos de Cristo Jesús, de aquella carta a los filipenses tan linda. Que el cual no tuvo en cuenta su condición divina como nos recordaba la segunda lectura la de ayer del Domingo de Ramos, sino que se anodadó a sí mismo tomando la condición de servidor y haciéndose semejantes a nosotros en todo menos en el pecado.

Tenemos que entrar en el corazón del Señor, este es el secreto de este Lunes Santo y de esta Semana Santa. Hoy particularmente, uniéndonos a María que se atreve a la unción, quiere ungir el cuerpo de Jesús como con esa capacidad de signo que tiene la palabra de Dios en San Juan, como anticipando la sepultura de Cristo.

El olor a la Pascua ya se siente en este Lunes Santo, cual será el olor pascual que emita mi comportamiento, mi mirada, mi relación, mi actitud ante los demás, mi encuentro con el Señor, será realmente un olor pascual, de vida nueva, de resucitado, o será todavía el olor nauciabundo de un corazón apegado y aferrado a sí mismo, a sus miedos y peor aún, a sus mezquindades y a su experiencia de pecado de la que no piensa quizás salir todavía. Dios quiera pueda haber un lindo perfume.

Ayer lo vimos glorioso y victorioso ingresando a la Jerusalén. La palabra decía, encaminó decididamente hacia Jerusalén, Lucas, se encaminó decididamente hacia Jerusalén, allí tenía que ir, movido por esa urgencia de la salvación. Impresionante la vocación del Señor. Contemplando a Jesús podemos decir, sobretodo a la luz del profeta Isaías, qué vocación la del Señor, anunciada y preanunciada desde antiguo y vivida como vamos viendo a sido vivida.

Mirar al Señor con ojos atentos y descubriréis el rostro mismo de Dios. Vivir el presente con pasión. Decía Juan Pablo II, en la encíclica con la que abriera el comienzo del tercer milenio de la humanidad. Uno lo mira a Jesús y en Jesús no hay especulaciones, eso me seduce, verlo al Señor sin pérdidas de tiempo, sin recoveco, sin entretenimientos estériles, inútiles. El Señor dedicado de lleno a la misión y además esa pasión vivida desde el concepto de la urgencia, pero no desde la ansiedad, de la desesperación por vivir, sino de la intensidad con la que va viviendo.

Puede ser ligero, puede ser despacio, puede ser comiendo, disfrutando de una relación con alguien, puede ser aceptando las humillaciones en medio de las calumnias, en miedo de las persecuciones, escondiéndose, pasando por el medio de aquellos que lo quieren desbarrancar, pero el Señor en todo lo que viva tiene como dos elementos fundamentales, una extremada sensación de paz y de claridad que le da esa claridad y ese rumbo, y por otro lado esa serena urgencia, esa rara mezcla de agridulce que tiene la vida del Señor, de paz y de urgencia.

¿Cómo vivir este secreto? ¿Cómo vive el Señor este misterio?, es lo que tenemos que ir descubriendo, ese es el llamado que me hace la iglesia en este tiempo de la cuaresma y en esta Semana para que seamos santos. Vivir la santidad de Dios desde la entrega. Qué lindo que en este Lunes Santo podamos hacer con esta serena pasión y esta profunda entrega, serena y profunda, todos nuestros pasos.

Hoy voy a orar, hoy voy a tener tiempo de encuentro, voy a leer la palabra, la urgencia no estará en el corazón, esa urgencia no será una desesperación por vivir, una corrida desesperada, sino que será aquello con que quizás sin querer y con tanta profundidad dijera Napoleón, apúrate lentamente.

Otra cosa que me apasiona del Señor, es verlo así, contemplarlo, Él es la verdad, dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, aquello que no puede dejar de ser conocido, sin embargo Él que tiene todo centrado en Él, Él que está en la plena comunión con el padre y que el es Dios, para enseñarnos la verdad acepta el silencio, el desprecio, la humillación, verlo al Señor con qué grandeza, con que firmeza en esa verdad, no como algo que se tiene como para decir, yo reclamo la verdad, yo tengo la verdad, yo se la impongo a los demás, a mí nadie me hace callar porque yo tengo la verdad, la razón, entonces puedo gritarle a todo el mundo, puedo decirle lo que pienso a todo el mundo, no, en nada de eso se parece actitud del Señor, sino permanentemente en una serena entrega, y aunque parece que todo se pierde por ser fiel a la verdad, sin embargo esa verdad es lo que lo sostiene.

Aunque todo parece que se pierde en esa verdad, lo que sostiene esa verdad es ese amor, esa profunda humildad. A veces yo me pregunto, porqué uno patalea tanto ante la vida, porqué uno quiere imponer tanto, porqué tanto capricho, tanta locura, porqué tanta imposición, porqué tanto esfuerzo en la vida, el Señor están simple.

La verdad los hará libres, nos va a decir también. porqué contemplar al Señor, porqué aprender ese misterio de la vida contemplando al Cristo que ama de esta manera, con esa paz y con esa serena urgencia interior, con esa búsqueda de la verdad y conseguirla para nosotros por el camino de la humillación, porqué contemplar, porque acá tenemos la gran escuela para el hombre, el gran ámbito de aprendizaje, aquí está la contemplación necesaria que debe hacer todo ser humano en esta semana, todo cristiano especialmente, pero todo el mundo está llamado. Tenemos que contemplar, no puede pasar indiferente a la historia el acontecimiento de aquel que siendo la verdad, siendo lo definitivo, es capaz de amar y entregarse de esta manera.

La Pascua es no sólo la resurrección, la vida nueva en el espíritu, sino que antes es la aceptación del plan de Dios y la entrega. Dios obrará el milagro de su gracia y el misterio de la vocación de cada uno de nosotros, siempre y cuando aprendamos a escuchar y obedecer como lo hizo el Señor.

Me encanta como detalla Juan, los detalles, porque todo tiene su orden, su significación, porque todo esto era necesario ser vivido como se vivió. Todo esto era necesario, que importante que nos demos cuenta como el Señor va viviendo en todo la voluntad del Padre. Es que en definitiva, para qué es esta mirada hacia Cristo, este comprendernos en Él y comprender el sentido de nuestra vida para darnos cuenta que también aquello que nos cuesta, que no entendemos, eso que supera tu dominio, tu señorío, tu acostumbrado, tu ejercicio de poder sobre vos mismo y vos dependes y no sabes cómo se sufre. Cómo necesitamos mirar a Jesús. Encontrar el sentido a nuestras actitudes frente a nuestro dolor.

Como estaremos sufriendo, cuanto tenemos que aprender.

Cuanto detalle no nos deja la descripción del evangelista, yo digo que es lindo detenerse en esa observación, en esta palabra, para ir tomando conciencia de la gravedad de la situación, no de lo trágico, porque acá no es una tragedia la muerte de Cristo, es la gracia mas grande que ha recibido la humanidad y es la mayor manifestación del poder de la misericordia.

Es impresionante ver lo que puede el amor, el amor en Cristo nos muestra que se puede vencer al pecado y a la muerte.

A Cristina le digo estas palabras, que recién me hablaba, llorando la pérdida de su hijo, no es para menos, pero tiene tanta necesidad Dios de la aceptación tuya y del ofrecimiento tuyo, ese dolor tiene una misión tan grande, es el dolor que es el vehículo de misericordia, no es para que te quedes triste, es para salvar almas del pecado, hacete universal en el amor, abríte a los hermanos.

Quizás leyendo a Isaías podemos preguntarnos lo que hoy nos preguntamos, como estamos sufriendo nuestro sufrimiento, a veces lo que hacemos es disparar, vivimos disparando del dolor, en nuestra cultura se vive huyendo del dolor, con una cobardía terrible y una pérdida de sentido tan grande, como si el dolor anulara a la persona, su sentido de la felicidad y eso no es así, es un error.

Vivimos disparando, que hacemos con nuestros errores, yo creo que hay que mirar al Señor para entender y dejarnos que nos diga que hacer con este dolor.

Tenemos un llamado, una vocación muy grande, darle sentido al dolor, ese es el tema.