Volveré a la casa de mi Padre

miércoles, 18 de junio de 2008
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Jesús dijo: "Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. "Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!. Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. "Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.

Lucas 15, 11 – 24

Una pincelada compartíamos ayer de misericordia en el Evangelio de Lucas como el Evangelio que más concentrado trae éste sentimiento de Jesús de los cuatro que nos relatan los hechos y las palabras de Jesús que en éste caso viene relatado por una Parábola. Es una Parábola más que conocida por nosotros. Diría yo es corazón dentro del Evangelio de Lucas si al Evangelio de Lucas se lo identifica como el Evangelio del Espíritu y el de la misericordia.

Aquí el Espíritu nos conduce a una expresión parabólica en boca de Jesús, es decir Jesús habla en términos comparativos y a partir de ésta enseñanza nos regala sus sentimientos. En Lucas ya ha comenzado antes a expresarse la misericordia. Aparece en boca de María que entrando en la casa de Zacarías proclama como su alma canta la grandeza del Señor por su misericordia. Esta que las generaciones proclaman y cantan de las que se hacen partícipes los hombres que viven en el temor de Dios. Poca después como recordando la elección de Israel, ella proclama la misericordia de la que se recuerda desde siempre el que la escogió a ella.

Sucesivamente al nacer Juan Bautista en la misma casa de Isabel, su papá Zacarías, bendiciendo al Dios de Israel glorifica la misericordia que ha concedido a nuestros padres y se ha recordado de su santa alianza. En las enseñanzas de Jesús mismo ésta imagen heredada del Antiguo Testamento se simplifica a la vez y se profundiza.

Esto se ve quizás con más evidencia en la Parábola que estamos compartiendo hoy donde la enseñanza de la misericordia aunque ésta palabra no se encuentra a lo largo de todos los versículos del texto está expresada de una manera particularmente límpida, transparente.

Son todos sentimientos de perdón los que ocupan el centro de la escena y de un perdón que está latiendo desde el comienzo del relato cuando el padre sin miramiento al pedido de los hijos entrega sus bienes y dejándolo en libertad al menor permite que se vaya lejos sabiendo que aún cuando el percibe como buen padre que va a malgastar lo que tiene, a la vuelta tendrá con el sentimiento atraído por el corazón del padre del pedido de perdón y El anticipadamente ya en el momento mismo que lo ve partir comienza a preparar la fiesta del regreso al hijo que parte, que se va lejos, al que se pierde en una vida desordenada, dice el texto que hemos compartido, el Padre lo atrae con su corazón misericordioso, lo trae con la cuerda del amor, de la misericordia, del perdón, de la compasión que siempre se gesta desde el lugar de la libertad interior con la que los hombres necesitamos expresar lo que hay dentro nuestro aun cuando nos podamos equivocar.

El Padre de la misericordia deja que el hijo vaya por los caminos y sea atraído por ese amor lazo que es la compasión. El hijo tiene la memoria viva de que es y como es el CCorazón del Padre, de como es el corazón de Padre y por eso se anima a decir. Por eso se anima a decir desde el lugar más sentido, mas dolido donde se percibe con mayor fuerza la miseria, donde se viven con crudezas las distancias.

Volveré a la casa de mi Padre y le diré Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Para llegar a ese lugar de memoria clara del corazón misericordioso del Padre, el hijo ha tenido que transitar en el ejercicio errado de su libertad los caminos del desorden que lo llevaron a encontrarse con el límite de no tener ni siquiera que comer y por eso desear alimentarse con las bellotas con los del trabajo en el que el trabajaba le daban los cerdos y entonces allí en el límite, en el punto de mayor fragilidad, vulnerabilidad, debilidad y flaqueza comienza a despertar la memoria viva del corazón del Padre de la misericordia. Volveré.

Volveré por los caminos que nunca debería haberme apartado. Volveré por el desordenado y camino que me lleva a éste lugar de encuentro con la ternura. Volveré y le diré la verdad de lo que ha ocurrido. Malgasté tus bienes. Perdí lo que me diste. Volveré a la casa de mi Padre y le diré Padre pequé contra el cielo, pequé contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo trátame como a uno de los jornaleros. Esta determinación del hijo de volver a la casa del Padre, ésta firme voluntad suya de recorrer los caminos que lo llevan al encuentro con la ternura, la misericordia, la compasión del corazón paterno está generado desde el mismo corazón del Padre. Es más, seguramente el Padre echando un vistazo por donde el hijo se fue le está mandando una señal que se emite desde lo más hondo de su corazón para que el hijo vuelva.

El Padre mira para un lado y para otro haber si aquello que le llega desde el corazón del hijo como señal y determinación suya se hace realidad en cualquier momento porque cuando el amor habita en medio de nosotros las señales del amor nos llegan también a la distancia y ésta señal que el Padre envía, ésta señal que está metida dentro del corazón del hijo, señal de la misericordia tiene como correspondencia la señal que el hijo envía de reconocimiento de su lugar de filiación perdido que ahora arrepentido ha tomado la voluntad y ha determinado su camino nuevo a recorrer.

Ojalá podamos a partir de la fuerza que en si misma tiene la Palabra de Dios proclamada desde éste lugar encontrar nosotros los caminos por donde volver. ¿Como volvemos a encontrar lo perdido? Primero tenemos que hacer acto de conciencia de lo que hemos malgastado de los dones recibidos, de haberlos tomado sin el temor que supone, el temor de reverencia que supone lo recibido cuando lo reconocemos que viene de la mano de Dios el Padre. Entonces cuando nos falta ese respeto, ese saber agacharnos en el buen sentido ante el don recibido lo que hacemos con lo dado es un fantoche. Es decir maltratamos lo bien venido de lo que Dios nos ha regalado desde el don de la vida al don del vínculo, en la amistad en la relación de noviazgo, de matrimonio, el don de la oración, del encuentro con Dios en el silencio en su Palabra, el don de la súplica confiada constante como María, el don de la misión, de proclamar la Buena Nueva a todos sin excluir a nadie, el don de la caridad, el don del servicio.

Los dones recibidos, las gracias que Dios ha depositado en nuestro corazón ¿ que hicimos con ellas? Seguramente si revisamos por un lado y por otro vamos a llegar al punto donde el hijo llegó donde terminó su voluntad en firmeza de retornar por el camino que lo conducía a recuperar lo perdido. Te invito a que puedas hacer experiencia de encuentro con lo perdido, lo que no puede hallarse por los lugares donde deberían estar y a partir de allí de buscar lo perdido puedas encontrarte con el que te está esperando, Dios, su misericordia, Dios, el Padre.

La posibilidad de pegar la vuelta hacia el lugar donde hemos abandonado lo dado, lo recibido, lo donado, lo entregado gratuitamente por las manos pródigas de Dios el Padre, la posibilidad de pegar la vuelta sobre lo que no tenemos ya entre las manos a pesar de querer buscarles las mil caretas para poder cubrir la ausencia de lo perdido la posibilidad está en hacer un profundo acto de reconocimiento de que donde estamos no estamos tan bien como de donde estábamos. Es decir hacer el acto de reconocimiento de lo perdido.

Las verdaderas y las más profundas conversiones nacen de éste lugar de arrepentimiento. Las voluntades de cambio sin éste reconocimiento y éste arrepentimiento son voluntades más que guiadas por la verdad de la realidad por alguna idea que tenemos de perfección que no corresponde a la realidad de lo que estamos llamados a ser.

Yo puedo tener una idea modélica de quien quisiera ser lo cual no quiere decir que corresponda a una idea real de quien estoy llamado a ser que depende de un proyecto, un plan, que decimos está en las manos de aquel que desde el seno materno antes de ser gestado nos llamó para configurar en nosotros un modo al que le llamamos proyecto de vida. La diferencia entre éste proyecto de vida gestado en el seno de la eternidad de Dios el Padre que nos llamó a la vida con una marca en sello que puso en nosotros de la idea que yo tengo de quien estoy llamado a ser es una distancia muy amplia, infinita diría yo, como del cielo hasta aquí.

Cuando nosotros configuramos nuestro modo de ser detrás de una idea y no detrás de una realidad la voluntad no termina de comprometerse con aquello que sentimos creemos deberíamos obedecer y por eso nuestros planes de transformaciones de la vida tienen tan poco alcance.

Constatamos que alguna cosa en nosotros está desordenada y decidimos un plan de acción que involucra a ese aspecto pero que no toque la vida toda y podemos llegar a ordenar algo de nosotros pero no sentimos la satisfacción de haber dado en el clavo como decimos.

Yo digo son los buenos propósitos que duran muy poco tiempo no son las voluntades firmes que nacen del encuentro real, verás, cierto de lo que nos pasa. Una voluntad se afirma detrás de una determinación de transformación y de cambio cuando la verdad atrae su decisión y la verdad está en la realidad de las cosas como son no como yo quisiera que fueran o como imagino que tendrían que ser. Por más que la mona se vista de ceda mona queda.

Es al ñudo que lo fajen dicen también.

Es decir no hay forma de que seamos algo tan distinto de lo que somos y eso que somos, eso que verdaderamente yo soy es lo que más debo aprender reconocer y con lo que estoy llamado a reconciliarme como punto de partida para llegar a ser lo que todavía no conozco de mi mismo y que está esperando manifestarse detrás de la aceptación de quien soy.

A veces llegar a la aceptación de quien soy para empezar verdaderamente a desarrollar un proyecto consistente de vida supone hacer ésta experiencia de crudo reconocimiento de quien soy llegando al encuentro conmigo, lo más bajo que hay en mi mismo, con una mordida de la realidad de quien soy que suele ser a veces muy dolorosa. Llegar a pensar que me puedo alimentar con lo que comen los cerdos en términos de lo que el Evangelio nos presenta como figura es decirnos a nosotros mismos que a veces nos movemos por lugares más bajos y solamente cuando nos movemos por lugares más bajos y solamente cuando nos movemos por allí si nos detenemos frente a ellos podemos reconocer la parte más débil de lo que somos y a partir de allí asumiéndola, comenzar a transformarla.

No hace falta llegar sobre ese extremo. Podemos comenzar hoy a tener un reconocimiento más crudo de quien soy y no de quien me imagino que podría ser o quisiera ser y a partir de allí verdaderamente comenzar a recorrer un camino de ida al encuentro con lo que todavía no reconozco o no se o no está del todo claro para mi de lo que está pensado desde el proyecto paterno para mi propia vida, para mi propia existencia, para mi realización.

Esto es lo que decimos cuando sostenemos que lo mejor de nuestra vida todavía no ha llegado ni se ha manifestado. Cuando yo salgo de mi mismo, del mi mismo que me encierra en una idea de lo que no soy. Cuando salgo de ese mi mismo me encuentro con lo que verdaderamente soy. Cuando voy al encuentro con el mi mismo más crudo tengo la oportunidad de comenzar a lanzarme hacia lo que viene y el Dios en el que nosotros creemos es el Dios que viene, que está, que asume lo que somos, que abraza nuestra pobreza, que se identifica con nuestro límite.

Es más, que carga con nuestro pecado, con nuestro desencuentro con nosotros mismos, con los demás, con lo creado y al mismo tiempo el Dios que viene y comienza a hacer nuevas todas las cosas. El proyecto de vida que hay para mi está viniendo, caminar hacia el desde la verdad de lo que soy, no desde una idea de quien quisiera ser.

La ideas de lo que quiero ser habitualmente vienen como construidas de algunos lugares modélicos donde la sociedad ha construido lo humano y entonces si lo humano en la sociedad en la que vivimos está marcado por el consumo, el éxito, el placer, por hacé lo tuyo, realizate por encima de todo y si tenés que pisar a alguien hacelo tranquilamente porque por encima de todo estás vos, olvidate de los demás y hacé la tuya entonces ese modelo habrá que confrontarlo con lo que verdaderamente dicta el corazón de quien soy yo y a partir de allí ver si aquello que aparece como modelo idílico de quien estoy llamado a ser corresponde a lo que yo puedo sostener humanamente para alcanzar lo que se me presenta.

Ese modelo descrito crudamente de lo que la sociedad de hoy pretende del hombre de hoy dicho en muy pocas palabras y muy crudamente, ese modelo se me ocurre que es insostenible para todos, para cualquiera que pise sobre ésta tierra en éste tiempo. Porque no es verdad que todo es éxito, no es verdad que todo es placer. No es cierto en la vida de los hombres que todo puede ser consumo.

No es verdad que la belleza se identifica con alguna figura modélica estética que cruza por alguna pasarela. Hay otras bellezas que cruzan adelante de nosotros que difieren de aquella construcción modélica ofrecida en una pasarela y que hablan de lo bello de una manera distinta. No tenemos más que caer en la cruda realidad de lo que somos para comenzar el camino de construcción de lo que estamos llamados a ser. Es lo que hace el hijo pródigo. Se encuentra consigo mismo y a partir de allí se decide a caminar sobre el lugar donde se puede perdonar.

Es el corazón del Padre.

Cuando un modelo de ser humano como el que ofrece la sociedad de hoy es tan rígido, es tan duro, es tan dictatorial en su modo de ser. De tal forma es la dictadura que plantea el modelo humano del tiempo en que vivimos que si vos no tenés determinada edad, no pesas determinados kilos, no desarrollas determinada capacidad, no tenés un modo determinado de vivir y no te prestás a determinado tipo de vínculo andá pensando que tu lugar de desarrollarte digo a nivel laboral, digo a nivel económico debe estar en otro lado y bajo otro sistema pero no en éste en el que vivimos.

Es una dictadura muy solapada bajo el signo del show que se ha montado alrededor de ella. Nadie puede vivir sometido sino con mucha culpa bajo esa dictadura, con mucho dolor y por eso desarmarla, desarticularla, desvincularnos de ese modelo hierático, duro, inalcanzable supone recorrer el camino de la propia verdad y acercarnos desde el lugar de la misericordia del Padre.

Cuando el hijo pródigo dice volveré a la casa de mi Padre está diciendo volveré a mi origen, volveré a lo que me da razón de ser, a donde yo soy más yo mismo, donde no hace falta que me ponga una máscara para poder vincularme con lo que soy, donde me entiendo y me entienden como soy, donde el amor corre y el amor reconstruye y el amor arma una fiesta genuina.

Lo que hace el Padre apenas lo encuentra, en el estado en el que llega, deplorable, pordiosero, habiendo perdido todo. Sin llegar a tener la más mínima dignidad hasta llegar a pensar que puede alimentarse con las bellotas de los cerdos.

El Padre arma la fiesta pero no para premiar al chico que se mando la grande.

No es ese el lugar donde el Padre construye la fiesta.

El Padre arma la fiesta desde un corazón de perdón y misericordia.

En el Padre hay fiesta.

Es la fiesta del perdón, del amor, de la misericordia, la verdadera alegría. Es el verdadero gozo que lo pone de pie al que perdió el camino y que permite recuperar lo perdido, encuentra lo que estaba buscando, su propia identidad.

La comienza a buscar cuando dice volveré porque así como estoy no se ni quien soy. Porque a pesar de buscar por otro lado lo que supuestamente me iba a realizar no lo tenía sino en aquel lugar original que es el vínculo con el amor que hace de mi ser lo que estoy llamado a ser.