Yo sé en quién tengo puesta mi confianza

martes, 28 de febrero de 2012
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Buen día para todos, buen comienzo de jornada. Iniciamos nuestro encuentro de la mano de María y su extensión por toda la República Argentina para alcanzar el mensaje de fe, esperanza y caridad.

 

Con mucha alegría queremos llegar hasta donde te encontras y lo hacemos guiados por la presencia de María, para traerles gozo y alegría, para traerles esperanza, para poner el consuelo en el corazón sabiendo que "lo mejor está por venir".

 

Estamos en la primera parte de la profesión de la fe, en la primera Sección "Creo – Creemos" en el capítulo tercero: La respuesta de Dios al hombre.

Hemos visto como Dios sale al encuentro del hombre en su acto de darse a conocer a sí mismo y como Dios capacita al hombre para dar respuesta a la propuesta de Dios.

Ayer veíamos como tenemos de testigo a nuestro amigo y padre en la fe Abraham y como modelo acabado del espíritu creyente a María.

Tomamos la carta a los hebreos y citando este texto decíamos: por la fe Abraham obedeció y salió para el lugar que habría de recibir en herencia, sin saber adónde iba. Así salimos cada mañana nosotros, Dios nos tiene preparada su herencia, vamos hacia adelante en el desconcierto de un mundo de profundo cambio, sin saber adónde vamos, seguro que vamos al mejor lugar a donde Dios nos conduce cuando caminamos en fe.

 

Ayer, después de considerar qué es la fe, trabajamos las perspectivas desde donde Abraham recorrió ese camino según el texto de Hebreos 8, también nos adentramos en el espíritu creyente mariano, María como mujer de la fe, la Iglesia que venera a María quiere encontrar en ella el modelo, el testimonio y la guía que la conduce en ese espíritu de ofrenda y de entrega creyente.

Hoy nos detenemos en la expresión de Pablo " Yo sé en quien tengo puesta mi confianza".

 

 

Ciertamente el camino del creyente supera la racionalidad, los sentimientos, los afectos y hasta la misma voluntad, aunque en todo ese aparato integral humano se deposita el don y la gracia del creer, trasciende toda la estructura humana y la eleva. Por eso cuando uno dice Amén a ciertas propuestas discernidas en Dios, se rompe el molde del cauce de la vida y se abre un nuevo camino y un nuevo horizonte.

Hay hitos en la propia biografía donde rompimos con lo que fue y nos abrimos a lo que venía. Es bueno encontrarnos con esas bisagras donde recordamos lo que cada uno sentía en ese momento, como es que ahora, perteneciendo a otra realidad nos encontramos en otra dirección a donde éramos conducidos.

Qué bueno recordar esos momentos y compartirlos. De dónde salías y hacia dónde Dios te conducía, los moldes que se rompieron por la opción de la fe nos ayudan a entender esta consigna (Timoteo 1, 12) "Yo sé en quien tengo puesta mi confianza" . Nosotros queremos también reafirmar nuestro paso por ese lugar y esa es nuestra consigna.

 

Luchar por algo distinto y por algo diferente desde el espíritu creyente. Buen día hoy te invitamos a compartir esos momentos bisagra de tu historia, donde rompiste con lo que eras para ir detrás de lo nuevo y desconocido cuando el molde ya no contenía tu modo de ser y la fuerza de Dios te hizo decir dejo atrás lo que fue y me lanzo hacia delante según la expresión del mismo Pablo.

 

En el camino de la fe los parámetros humanos se modifican porque lo que marca el rumbo y el sentido del camino es Dios, y desde esta perspectiva los moldes previstos quedan al margen. La fe que supone la naturaleza humana trasciende lo humano porque la fe es ante todo una adhesión personal a Dios, es asentimiento de corazón a lo que Dios nos dice y nos muestra, para no errar en quién es el que invita, para que no sea nuestra fantasía, para que sea realmente la presencia de Dios la que va mostrando el camino, lo que Dios dice se pone a consideración del discernimiento y allí confluyen el sentir interior, los signos externos con lo que Dios va mostrando y al mismo tiempo la confirmación de esos signos bajo la mirada de otros, los hermanos, la comunidad a la que pertenecemos, la Iglesia con la capacidad de 2000 años de decodificar y leer la presencia escondida de Dios en los signos del tiempo. Así nuestro peregrinar en fe nos muestra un nuevo horizonte hacia donde Dios nos invita a decir Amén y cada día es una posibilidad de leer ese horizonte nuevo que Dios nos marca para animarnos a decir lo que es motivo de nuestra catequesis de hoy, Por la fe, Abraham obedeció, salió al encuentro, al lugar que debía recibir en herencia y salió sin saber a dónde iba.

 

 

Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en aquel que él ha enviado, "su Hijo amado", en quien ha puesto toda su complacencia, Dios nos ha dicho que les escuchemos.

El Señor mismo dice a sus discípulos: "Creed en Dios, creed también en mí" . Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" y nos lo ha dado conocer, viene a invitarnos a recorrer un camino de nueva humanidad y este es el proyecto que Dios tiene para nosotros en Jesús, que tu proyecto de vida sea nuevo. Jesús para llevarnos a ese proyecto de vida tiene una propuesta a cada paso y un modo de darle cauce a aquello que el Padre soñó en nosotros, ver nuestra vida sin perder nuestra identidad transformada en cristo Jesús. El Padre nos dice este es mi hijo amado, escuchenlo.

 

 

El acto creyente es en Dios el Padre y el sueño es del Padre es ver reflejado en nosotros el rostro de Cristo que se ha hecho uno de nosotros para transformarnos y es en la escucha de su palabra donde ese proceso de transformación se da. Es la fe en Cristo la que nos transforma, por obra del Espíritu Santo. Por eso nuestro acto creyente involucra al Espíritu que es el que obra el proceso de transformación en Cristo, es el hacedor y por eso el creer en Jesús nos hace creer en aquel que Jesús ha enviado para que complete la obra que Cristo ha comenzado.

Dice el catecismo: No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque "nadie puede decir: ‘Jesús es Señor’ sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Cor 12,3). "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios…Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios". Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios. La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

 

 

El proyecto de Dios como padre es que el hombre alcance la plenitud de su ser a partir de su encuentro con Cristo Jesús que lo obra el Espíritu Santo y esa presencia transformante en el Espíritu se logra por un acto creyente.

Jesús viene para cambiarnos la vida y ponerla a la altura de lo que verdaderamente vale la pena vivir en plenitud y esto es obra del Espíritu Santo que trabaja en nosotros.

Si el acto de fe es el que nos permite todo esto, cómo es que obra la fe en nosotros?

 

Lo primero que tenemos que decir, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia es que la fe es una gracia. en el nº 153 del catecismo dice: Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido "de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos".

El creer es obra de Dios en nosotros, no solamente la propuesta de transformación sino la adhesión a esa propuesta es obra del Padre. La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, "Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede `a todos gusto en aceptar y creer la verdad’ de lo que Dios nos ofrece. Es un acto personal y humano pero movido por la gracia con la que Dios actúa libremente en el corazón infundiendo el don del creer.

 

 

Decíamos que solo es posible creer porque Dios nos da su gracia y porque el auxilio del Espíritu Santo obra en nosotros, pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano, no solamente humano ni primeramente humano pero sí, auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por él reveladas.

 

En las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Eso que ocurre en la convivencia de todos los días donde confiamos unos en otros en el camino de la vida, con Dios se multiplica porque el pacto es desde su iniciativa y no es a un hombre sino a un Dios hecho hombre a quien le damos nuestro pleno sentimiento. Porque él nos lo dice y esta es la razón sin razón por la cual adherimos. Presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela" y entrar así en comunión íntima con El, es un acto profundamente humano que actúa en la libertad humana.

 

 

La fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina. Ese mapa marítimo que podría ser la vida para no perder rumbo hacia el puerto donde va tiene que tener una clara orientación y es sobre esta naturaleza humana inteligente que es capaz de amar lo bello, lo noble de todo lo que va descubriendo en el camino y mientras más el corazón humano adhiere a ello, cuando se encuentra con el Dios que trae luz y belleza sobre la conciencia e inteligencia humana con mayor fuerza la voluntad y el afecto adhieren a este Dios que sobre la inteligencia se apoya y sobre la voluntad se desarrolla como acto creyente.

La fe como don de Dios que se da a conocer a si mismo en el camino de la vida se apoya en la inteligencia y se desarrolla desde la voluntad y el afecto y la entrega de aquello mismo que Dios propone e inteligentemente nos muestra como camino, elevando nuestra capacidad de comprensión de la realidad a la sabiduría con la que Dios ve y contempla todo.

 

Me gusta encontrar este modo de ejemplo, cuando uno ve por su propia razón y por su propia inteligencia es como ver la realidad desde el plano solamente del horizonte, cuando uno ve desde la fe, lo puede ver desde un plano alto, desde arriba, desde la montaña. Cuando uno sube a la montaña se da cuenta que hay cosas que se ven desde la montaña que no se ven a simple vista sobre la tierra. Se ve más, se ve con claridad, se ve en profundidad, se ve lejos, se ve el conjunto que siempre es tan importante a la hora de orientar un camino, no solamente el próximo trecho a andar sino el trecho dentro de lo que nos queda por caminar. Eso es ver creyendo, eso es entender la realidad desde la perspectiva donde Dios la ve, con la sabiduría con la que Dios contempla, lo mismo que él ha creado y la propuesta de redención con la que él viene a rescatarlo de aquello que nos conduce lejos de la vida, que nos lleva a la muerte, a la desesperación, al sin sentido, al sin valor.

Dios cuando nos da el don de la fe – que hay que pedirlo – se asienta sobre nuestra inteligencia y se desarrolla ese acto de creer de nuestra voluntad que adhiere a aquello que Dios nos a revelado inteligentemente, es un acto de amor el acto creyente, la forma de la fe, es el amor que está en lo profundo del corazón y que se asienta en la voluntad humana, en la decisión de amar. Hacia allí Dios nos conduce cuando nos invita a ir detrás de él y su propuesta. Dios nos llama a integrar toda nuestra persona en el acto de creer.

 

Nos queda por recorrer el camino de la fe y lo hacemos el lunes para compartir este espacio que nos hermana en la Radio, que tengan un buen fin de semana.