05/06/23 Sobre la base del Evangelio de Lucas en el capitulo 19 (Lc 19,1-19), el Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, nos habló de la figura de Zaqueo.
Zaqueo: un pródigo
Es uno los hombres más odiados de la zona, uno de los individuos más mal vistos y despreciados en toda sociedad. Zaqueo era un jefe de recaudadores, quien era considerado pecador, impuro, fuera de la ley de Moisés, fuera de la salvación y no gratos ante el Dios de Israel. De pies cortos, pero de “manos largas”.
Zaqueo fue un verdadero pródigo. Está perdido del todo. Se mira a sí mismo, ¿y qué puede esperar de sí y de los demás? ¿Quién le podrá ayudar?Siguiendo la regla de tres, en la parábola aparecen tres personajes: Zaqueo (los pecadores), los murmuradores (los considerados piadosos y justos) y Jesús. Ahí están los tres prototipos de hijos de Dios.
Zaqueo: un pobre rico
Zaqueo era tan pobre que sólo tenía plata. El materialismo no pude llenar lo profundo del hombre. Este hombre se encontraba en una terrible soledad y aislada. Para ver al Altísimo, se tuvo que subir a lo alto. Una vez más, el auténtico Hijo del Padre celestial toma la iniciativa. La gracia siempre precede. Cuando llega cerca de aquel sicómoro, Dos miradas que calan. El Señor mira desde abajo.
Jesus lo llama
Jesús lo llama por su nombre y le dice «Conviene que hoy me hospede en tu casa».El que es manso y humilde de corazón no sólo no lo desprecia, sino que le pide incluso alojarse en su casa, ser recibido como huésped, banquetear con él. Es el anuncio gozoso y anticipado de la salvación, tal como quiere el Padre.
Visita incómoda para muchos
Todos, es decir, los fariseos, los escribas, los paisanos y quizá los discípulos del Señor, se sienten incómodos por acompañar al Maestro a la casa de un hombre aborrecido, quedando ligados también ellos a esa embarazosa situación. Hay murmuraciones entre los tenidos por justos a quienes evidentemente no agradan estas manifestaciones de las relaciones del Maestro de Nazaret con los publicanos y pecadores.
La prisa y el abrazo
Zaqueo «se apresuró a bajar y lo recibió con alegría». Esa prisa, tan característica de este evangelio, denota ya la gravedad de la gracia y la respuesta favorable del hombre; una urgencia unida a la alegría infinita, ligada intrínsecamente a la conversión. El encuentro con la misericordia de Jesús cambia por dentro a Zaqueo. Allí está la presencia salvífica del Hijo, que no dice nada, no pide nada, no exige nada, pero ya ha abierto las puertas de la casa, de la mente, del corazón y del espíritu del Zaqueo renovado. El centro del pasaje evangélico está en la expresión conclusiva que se dice para que todos lo oigan bien: «El Hijo de hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». Los verbos buscar y salvar están a la base de la obra y misión de Jesús. Otro pródigo recuperado sano y salvo, y otros, que se tienen por justos, se quedan fuera de casa, murmurando.
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