“El camino de los reyes es el camino del Tesoro. Los reyes magos son de esas figuras que se han incorporado al mundo de los niños, por ser parte de ese Amor que se regala en Navidad, a través de caminos misteriosos. Por ser parte de ese regalo que se espera y siempre llega, sin que nadie se dé cuenta. Y es así, porque ellos supieron a su vez, en el sueño de un Niño envuelto en pañales, descubrir su regalo. Por eso, la tradición popular habla de ellos, como de los que mejor conocen del sueño de los niños. Este conocimiento del mundo de los niños, tuvieron que aprenderlo haciéndose niños. Jugando con Dios aquel juego de “la búsqueda del Tesoro”.
En cuanto Dios tuvo escondido su Tesoro entre los hombres, se pusieron a buscarlo. Las pistas, llevaban todas, una misma marca: una estrella. Una pequeña lucecita que reflejaba la luz del sol. Con ella debían iluminar a cada hombre, y al reflejarse en ellos el rostro de Dios, éste los conduciría a descubrirlo nuevamente y con mayor prontitud, en la pista siguiente, en el rostro siguiente. Así debían avanzar hasta dar con el Tesoro mismo: la luz del Amor de Dios brillando con toda su fuerza en el rostro de un Niño.
Este, es otro de los caminos a recorrer en el Adviento. Hacernos como niños y ponernos a jugar con Dios a la búsqueda de su Tesoro (con una ayudita: “Dios esconde siempre su Tesoro entre los hombres, y en especial, entre los niños, entre los más pequeños”). Quien viva así su Adviento, descubrirá que el sueño de los niños, es también el sueño del Dios hecho Niño: “Que papá y mamá se quieran, se respeten, no peleen; que los hombres se amen, no se maten, no se roben; que todos los niños tengan pan, tengan cariño; y que cuiden a los abuelos”. Quien llegue hasta aquí, habrá encontrado el Tesoro.”
[J.Albisu]