¡Te he hecho a ti!

jueves, 15 de enero de
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Un hombre vio cómo pueblos hermanos se mataban unos a otros sin saber por qué, mientras los “grandes” discutían, como simempre, ¡sin hacer nada! 

El hombre vio cómo millones de niños morían anualmente de hambre y sed, mientras en los parlamentos y las iglesias solo se multiplicaban las palabras, ¡nunca las obras! 

Y el hombre vio cómo tantos profetas, hombres y mujeres comprometidos con sus hermanos, eran a diario perseguidos, secuestrados… desaparecidos.


¡Cómo es posible TANTO DOLOR!


El hombre contempló cómo cada día, en nombre de la “seguridad nacional” y el “status quo”, se acallaban las voces de miles de hombres y mujeres heridos en su dignidad…

El hombre vio… niños con vidas truncadas… injusticia… mentira… corrupción… pobreza… exclusión… hambre… violencia… prostitución…


¡Cómo es posible TANTO DOLOR!


Y el hombre observó a millones de pobres que trabajan por un salario indigno, que a diario luchan en situaciones laborales infrahumanas…

Y vio a los hijos de los pobres, jóvenes casi sin futuro, agolparse en las esquinas de la driga y la marginación…


¡Cómo es posible TANTO DOLOR!


Y el hombre vio cómo una niña perdía cada noche su sonrisa en una esquina… ¡por unas monedas!

Y vio cómo un adolescente golpeaba a su madre y vendía las cosas de su casa… ¡buscando un “refugio” en la droga y el alcohol!

Y el hombre vio que un anciano, sin nombre, moría de soledad y tristeza… ¡abandonado!


¡Cómo es posible TANTO DOLOR!


Y el hombre vio cómo el FUEGO devoraba barrios enteros y AGUAS torrenciales inundaban los hogares de los pobres.

(¡Siempre son las mismas casas las que se queman y se “ahogan”! ¡Las casas de los pobres!)

Y el hombre, lleno de rabia y dolor… le GRITÓ a Dios:

“¡Basta Señor, cómo es posible tanto dolor, tanto sufrimiento, y tú no haces nada… ¿Por qué permites todas estas cosas, y tú no haces nada?!”

Y todos los días el hombre lanzaba a Dios la misma súplica, transida de sufrimiento, arropada en el dolor… Y Dios callaba…

Hasta que una noche, ¡el hombre la recuerda bien!, de improviso – como la brisa suave -, el hombre escuchó la voz de Dios que le decía:

“Hijo mio, muy querido… Sí he hecho algo, ¡te he hecho a ti!”.


Manuel Sánchez Monge


 

Virginia Garibaldi