Un hombre vio cómo pueblos hermanos se mataban unos a otros sin saber por qué, mientras los “grandes” discutían, como simempre, ¡sin hacer nada!
El hombre vio cómo millones de niños morían anualmente de hambre y sed, mientras en los parlamentos y las iglesias solo se multiplicaban las palabras, ¡nunca las obras!
Y el hombre vio cómo tantos profetas, hombres y mujeres comprometidos con sus hermanos, eran a diario perseguidos, secuestrados… desaparecidos.
¡Cómo es posible TANTO DOLOR!
El hombre contempló cómo cada día, en nombre de la “seguridad nacional” y el “status quo”, se acallaban las voces de miles de hombres y mujeres heridos en su dignidad…
El hombre vio… niños con vidas truncadas… injusticia… mentira… corrupción… pobreza… exclusión… hambre… violencia… prostitución…
Y el hombre observó a millones de pobres que trabajan por un salario indigno, que a diario luchan en situaciones laborales infrahumanas…
Y vio a los hijos de los pobres, jóvenes casi sin futuro, agolparse en las esquinas de la driga y la marginación…
Y el hombre vio cómo una niña perdía cada noche su sonrisa en una esquina… ¡por unas monedas!
Y vio cómo un adolescente golpeaba a su madre y vendía las cosas de su casa… ¡buscando un “refugio” en la droga y el alcohol!
Y el hombre vio que un anciano, sin nombre, moría de soledad y tristeza… ¡abandonado!
Y el hombre vio cómo el FUEGO devoraba barrios enteros y AGUAS torrenciales inundaban los hogares de los pobres.
(¡Siempre son las mismas casas las que se queman y se “ahogan”! ¡Las casas de los pobres!)
Y el hombre, lleno de rabia y dolor… le GRITÓ a Dios:
“¡Basta Señor, cómo es posible tanto dolor, tanto sufrimiento, y tú no haces nada… ¿Por qué permites todas estas cosas, y tú no haces nada?!”
Y todos los días el hombre lanzaba a Dios la misma súplica, transida de sufrimiento, arropada en el dolor… Y Dios callaba…
Hasta que una noche, ¡el hombre la recuerda bien!, de improviso – como la brisa suave -, el hombre escuchó la voz de Dios que le decía:
“Hijo mio, muy querido… Sí he hecho algo, ¡te he hecho a ti!”.
Manuel Sánchez Monge