Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.
Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús que nos dice: ¨El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia¨. A renglón seguido, se deja ver la respuesta inmediata y radical de los primeros discípulos que, dejándolo todo, siguen a Cristo. El primer llamado de Jesús, entonces, es a una profunda y radical metanoia, es decir, conversión.
Jesús cuenta con que nosotros, a partir del encuentro con Él, cambiemos nuestra vida, transformemos nuestra biografía, y seamos hombres y mujeres que lo sigamos camino de la Buena Nueva, hombres y mujeres que lo ayudemos en la construcción del Reino que ya está cerca.
A propósito de la conversión y el seguimiento de Cristo al que se nos llama, los primeros discípulos nos regalan hoy una clave esencial: dejarlo todo. Tanto en la vida de los primeros Apóstoles y discípulos como luego en la vida de los grandes Santos (pienso, entre otros, en Francisco de Asís, en Ignacio de Loyola), el encuentro con Jesús es, esencialmente, transformador. Nadie queda igual. Nadie sigue con su vida normal después de haberse encontrado con Cristo y haber comenzado, de su mano, un camino de conversión, un tiempo de metanoia.
En este sentido, cito a Francisco de Asís y a Ignacio de Loyola porque, como Pedro y Andrés, como Santiago y Juan, supieron plasmar en hechos concretos y externos la conversión mas interior que estaban viviendo. Los primero discípulos llamados por Cristo, dejan su antigua vida. Dejan las barcas, las redes, sus familias. Así demuestran con claros signos externos que la conversión interna, la conversión radical, la del corazón, va en serio. Así dan pruebas que en el seguimiento de Cristo están dispuestos a ir siempre más allá.
El Santo de Asís, cuando entiende que es Cristo mismo quien lo llama al seguimiento y a la reconstrucción de la Iglesia, también se juega con un gesto externo. ¿Cómo no recordar aquel día en que se despojó de todo y entregó a su padre sus ropas y riquezas? Ignacio, por su parte, como signo de la conversión profunda que había vivido en su tiempo de reposo y oración en Loyola, parte en peregrinación a un santuario Mariano, a la Virgen de Monserrat. Y, delante de ella, hace ofrenda de su espada y su puñal, signos de su vida pasada. Así mismo, regala sus lujosas prendas a un pobre y se viste con un simple sayo de peregrino. De esta forma, también Ignacio muestra con signos externos que la conversión interna va en serio, que el seguimiento de Cristo será, de ahora en más, radical.
El testimonio de estos Santos, sumado al Evangelio de hoy, donde contemplábamos a los primeros disípulos dejando todo por el Reino y convirtiendo su vida en seguimiento, nos interpela a nosotros, que estamos invitados a preguntarnos: ¿cómo va nuestra conversión?, ¿tenemos signos externos, palpables, concretos de que nuestra vida va en serio en la linea del Reino, en el camino del seguimiento? Pidamos esta gracia enorme, la gracia de reconocer el llamado de Cristo y ser capaces de dejarlo todo por Él. Que así sea.