¿Cómo reconocer a los verdaderos discípulos de Jesús? ¿Cuál es la manera más efectiva de incentivar a otros a que también lo sigan? ¿Cómo sanar heridas y acabar con los enfrentamientos violentos? Francisco sostiene que solo hay una respuesta para todos estos interrogantes: el amor.
“El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. En diversos países resurgen enfrentamientos y viejas divisiones que se creían en parte superadas.
A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pedirles especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo se cuidan unos a otros, cómo se dan aliento mutuamente y cómo se acompañan: «En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros» (Jn 13,35).
Es lo que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: «Que sean uno en nosotros […] para que el mundo crea» (Jn 17,21). ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos.”
Evangelii Gaudium (II. No a la guerra entre nosotros)
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