Evangelio según San Lucas 5,27-32

miércoles, 18 de febrero de
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Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.


Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.


Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”.Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.


Palabra de Dios



 


 

P. Juan Martinez Sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

Buen día amigos de Oleada Joven. Nos encontramos en el tiempo de la cuaresma con su invitación a la conversión, que de diversas maneras reclama encuentro con Jesús.

En el evangelio de hoy Jesús saliendo de una casa, en Cafarnaúm, vio a un publicano, llamado Leví, sentado en la mesa de recaudación de impuestos. Y se atreve a llamar nada menos que a un publicano, colocado allí por los romanos. Leví responde incondicional e inmediatamente. Abandonando todo, deja su vida de pecado que lo ha tenido sentado e inmóvil. Ha sido conquistado por Cristo; en la mirada y el llamado lleno de amor del Maestro ha descubierto la nueva posibilidad de su vida.

Sintiéndose amado, perdonado, elegido por Cristo, Leví se ha encontrado a sí mismo, ha encontrado la casa donde, sin temor, recibir al Señor y lo recibe feliz porque antes se ha sentido recibido y aceptado por Él. La comida de Jesús con los pecadores es la realización del banquete del Reino, es el encuentro de los hombres con Dios, la fiesta de la misericordia de Dios que ofrece gratuitamente su perdón y su intimidad.

Los fariseos que no pueden comprender la gratuidad de un Dios de misericordia que viene a nuestro encuentro cuestionan el comportamiento de Jesús y sus discípulos. La respuesta de Jesús no se hace esperar. En ella está el sentido de su presencia en medio de los hombres. No ha venido para los sanos, sino para los enfermos, no ha venido a llamar justos, sino pecadores, para que se arrepientan.

Como Iglesia estamos llamados a continuar siendo un espacio de misericordia, de amor y de paz donde los hombres puedan seguir esperando. Ella está llamada a ser el lugar donde todos, sin excepción, puedan experimentar la ternura y la misericordia amorosa del Padre. El mundo podrá transformarse sólo desde la práctica de la misericordia que lleva a contemplar el Rostro de Dios que sale a buscar a los que viven como ovejas sin pastor, para ayudarlos a descubrir el camino de la salvación. Si la Iglesia pierde su ser de misericordia pierde también su misión en la historia.

Que el Señor te bendiga y que por esta Palabra se actualice aquel encuentro que nos acerca más a Jesús.

Buen sábado.

 


 

Radio Maria Argentina