En nuestras manos podemos encontrar esa pequeña semilla, que en un futuro se convertirá en un gran árbol. El proyecto de Dios que tiene para nosotros y para el mundo, es un proyecto de salvación, de paz, de amor, de verdad y de justicia; es aparentemente pequeño, incluso puede parecer minúsculo y lo encontramos en un hombre humilde y sencillo de Nazaret.
(Mt. 13, 31)
¿Cómo enterrar los sueños, los deseos, las metas, en la tierra de lo concreto, donde acaso nada brote?
¿Cómo sepultar la voz que lucha por hacerse oír?
¿Cómo encarnar, sin sucumbir al miedo, verbos difíciles que hablan de renuncia, de sacrificio, de entrega?
¿Cómo cargar con la cruz ingrata, austera, desnuda que a veces te sepulta bajo su peso insoportable?
Pero Tú vuelves fecundo el suelo antes estéril. Contigo y a tu manera, echan raíz las historias enterradas, y brota un árbol frondoso, cuyos frutos saciarán mil hambres.
Tu Verbo habla de amor, de encuentro, de una alianza indestructible.
Y, aunque no siempre se vea, los crucificados dejarán las cruces, vencedores, al fin, en esa batalla que es la vida.
J. Mª. Rodríguez Olaizola