La hipocresía es como una levadura

jueves, 12 de marzo de

Igual que la levadura, puede fermentar nuestras vidas. Puede fermentar la vida del mundo. Vidas que se viven en apariencia, pero podridas por dentro. Vidas que cuidan su apariencia, pero llenas de mentira por dentro. Instituciones llenas de hipocresía. Estructuras llenas de hipocresía. Vidas llenas de hipocresía.

Así como la levadura fermenta la masa de harina, también puede fermentar:
El mundo.
La Iglesia.
El matrimonio.
La sociedad.
La política.
La Vida Religiosa.
La vida de piedad.

La hipocresía corrompe la verdad. La hipocresía corrompe la vida. La hipocresía incluso puede matar. Se puede matar con visos de verdad y legitimidad.

Se puede condenar con visos de buscar la verdad. Por eso hay que tener miedo a la hipocresía. Pero Jesús nos pone en alerta de que “no tengamos miedo”.

La hipocresía puede matar el cuerpo bajo infinidad de títulos y razones. Pero nunca podrá matar nuestra alma. Jesús es consciente de nuestros miedos en un mundo de hipocresía. Y nos pide que no tengamos miedo. Porque nuestra verdad está en manos de Dios. Y para Dios nosotros somos los más importantes. Para Dios somos hijos de los cuales él mismo cuida.

En torno a la vida de Jesús hubo demasiada hipocresía. Vivió constantemente bajo el acecho de los fariseos hipócritas. Y por eso vivió cada día en medio del peligro. Cada día estaban atentos a ver en qué podían agarrarle. Cada día estaban al ojo de cómo podía caer en sus redes.

¿A caso en su Pasión no hubo mucho de hipocresía? Hipocresía en la traición. Hipocresía en los juicios. Hipocresía en la condena. Hipocresía en la muerte como crucificado. Sin embargo: Sólo pudieron matar su cuerpo. Porque Dios salvó su alma. Y terminó resucitándolo en cuerpo y alma.

Claro que hace falta mucha fe y mucha confianza en Dios. Pero para quien se fía plenamente de Dios, el miedo no existe. Podrán hacernos daño físico.

Podrán matarnos. Pero antes muere el que nos mata que nosotros a quienes cree muertos. Dios se encargará de asegurar nuestra verdadera vida. Dios se encargará también de nuestra resurrección.

 

 

Clemente Sobrado C. P.