Caifás, el escandalizado

martes, 24 de marzo de
image_pdfimage_print

“Los principales sacerdotes y todo el Concilio buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte, pero no lo hallaban,  porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.  Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: —Nosotros lo hemos oído decir: “Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano.” Pero ni aun así concordaban en el testimonio. Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: — ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Pero él callaba y nada respondía. El Sumo sacerdote le volvió a preguntar: — ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo:—Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el Sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: — ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?  Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos lo condenaron, declarándolo digno de muerte.” Mt 26, 57-66


¿Qué pasa, Caifás? ¿Por qué estás tan enfadado con Jesús? ¿Por qué perseguirle a muerte? ¿Por qué vas a forzar a Pilatos para que le condenen? ¿Por qué te sientes tan amenazado?

Caifás es piadoso, cumplidor, tan perfecto… ¿Por qué este Jesús era tan peligroso para él? Tipos extraños con pretensiones mesiánicas había muchos. De vez en cuando surgía alguno de esos personajes pintorescos que pronto pasaban al olvido. Pero este Jesús era distinto. Amenazante porque cuando hablaba la gente se sentía tocada en lo más hondo. Amenazante porque el Dios que proponía no exigía una ley, no distinguía puros e impuros, hablaba de “perdón” y no de “castigo”. Caifás tuvo miedo. Miedo del cambio. Miedo de una verdad que haría tambalearse demasiadas cosas. Miedo de tener que mirar a la gente de igual a igual, y no desde arriba. Miedo de un Dios que no cupiese en los límites cómodos de un libro. Tal vez miedo de VIVIR… Y ante esa verdad desnuda y nueva, se rasgó las vestiduras escandalizado.


¿Cuántas veces nos escandalizamos nosotros por cambios, por reformas, por propuestas que pueden desinstalarnos? “¿A dónde vamos a ir a parar?” dice mucha gente ante nuevos planteamientos… ¿Qué va a pasar con la “tradición”, con lo que siempre se ha hecho?


¿Tal vez no estaría de más contemplar, una vez, de nuevo, la verdad desnuda de un Jesús que abraza a todos, que se ríe de los que se autodenominan perfectos, que habla de un Dios que es padre?


¿Somos nosotros también como Caifás juzgamos a los otros, nos encadalizamos por sus obras? Te invitamos a descubrir que generalmente eso que más condenamos o exigimos a otros es lo mismo que nos exigimos a nosotros mismos, aquello que más nos cuesta. 



Funte: http://historial.pastoralsj.org/promocion/ssanta2005.asp?id=1

 

Fer Gigliotti