Evangelio según San Juan 10,31-42

miércoles, 25 de marzo de
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Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?”.Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.

Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-¿Cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?

Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”.

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.

Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”.Y en ese lugar muchos creyeron en él.


Palabra de Dios



 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Colabora en la Pastoral del Templo de la Compañia de Jesús en Córdoba



 

“Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;
pero si las hago crean en las obras, aunque no me crean a mí”.

En todo su Evangelio, Juan quiere dar cuenta de algo que a él le impresionó muchísimo durante la vida pública de Jesús: la ceguera de muchos judíos. Por eso, en todo su Evangelio, va mostrando una y otra vez, cómo teniendo delante los signos, los hechos, las obras, aun así y todo se negaron a creer. La teoría de Juan, no es más que esta que conocemos según el dicho: “no hay peor ciego, que el que no quiere ver”. Porque si es por signos, hechos y obras, Jesús los hizo por montones y muchos de ellos muy significativos. Por tanto, el que no quiso creer, el que se cerró, fue precisamente aquel que no quiso ver, que eligió cerrar los ojos.

Según la definición de la Carta a los Hebreos (Heb. 11, 1): “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven”. Es decir, la fe, pide en cierto sentido que uno “apueste” por lo que no ve, lo que no puede constatar, lo que no tiene delante, lo que se le escapa, lo que está más allá. En ese caso, creer o no creer, estaría de cierta manera justificado… Pero no es ese el caso del Evangelio de Juan, porque lo que Jesús reclama aquí no es tanto la fe de sus contemporáneos, cuánto su querer ver o no querer ver. Porque de hecho, los judíos sí han tenido delante sobrados signos, obras y gestos realizados por Jesús y aun así y todo han elegido no creer. Teniendo a Dios delante han optado por no ver, por cerrar los ojos… Por no creer.

Hoy quiero compartir con ustedes una verdadera joyita de Jorge Luis Borges, se trata de algunas estrofas del “poema de los dones”. Poema que Borges escribe en una increíble circunstancia de su vida: lo acaban de hacer “Director de la Biblioteca Nacional”, a la vez que es ya manifiesta su ceguera, su imposibilidad de ver. Borges, exclama, entonces:

 

Nadie rebaje a lágrima o reproche 
esta declaración de la maestría 
de Dios, que con magnífica ironía 
me dio a la vez los libros y la noche. 
De esta ciudad de libros hizo dueños 
a unos ojos sin luz, que sólo pueden 
leer en las bibliotecas de los sueños…
De hambre y de sed (narra una historia griega) 
muere un rey entre fuentes y jardines; 
yo fatigo sin rumbo los confines 
de esta alta y honda biblioteca ciega. 
Lento en mi sombra, la penumbra hueca 
exploro con el báculo indeciso, 
yo, que me figuraba el Paraíso 
bajo la especie de una biblioteca. 

 

Dos imágenes son especialmente decidoras: i) la de un ciego en medio de una biblioteca, ii) la de un rey muerto de hambre y de sed en medio de jardines y fuentes. Paradoja grande, paradoja eterna ésta del hombre, de tener delante la felicidad más grande y no poder alcanzarla, no poder abrazarla, no poder verla, no poder reconocerla. ¡Cuántas veces somos nosotros esos ciegos! ¡Cuántas veces somos nosotros ese rey! ¡Cuántas veces somos nosotros esos judíos que no supieron, que no pudieron, que no quisieron ver!

Se nos viene Semana Santa, pidamos la Gracia de ver este enorme y único signo que nos regala nuestro Dios, cuando va a la Cruz por Amor. Que no se diga algún día de nosotros, que por no ver, morimos infelices, morimos de hambre y sed al lado del Dios-fuente, al lado de la felicidad.

 



Fuente: Radio Maria Argentina

 

Radio Maria Argentina