A veces iré distraído
y a mi vera serás peregrino ignorado.
Tú hazte notar. Puede que vaya sumido en fracasos, rumiando derrotas, lamentando golpes, arrastrando penas sin ver el sol radiante, la vida que bulle, tu manos tendida.
Tú toca mi hombro e importuname.
Acaso perdido en palabras no escuche Tu voz desvelando lo escrito en el cielo, en la historia, en el acontecer de cada día.
Tú grita. Quizás no te lo pida, no te abra la puerta, ni me de cuenta del hambre que nos atenaza. Pero Tú quédate.
Tal vez, al conocerte, te quiera retener en mi casa, a mi mesa apresando el instante. Tú te irás de nuevo, dejando en mi pecho el fuego de mil hogueras, y la alegría del reencuentro.
José María Rodríguez Olaizola