El valor de la memoria

martes, 21 de abril de
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EL VALOR DE LA MEMORIA…


Hay días en que miro atrás y descubro que voy acumulando recuerdos. Y si esto pasa cuando uno es joven, qué no será a los ochenta… Supongo que en cierta medida empezamos a ser adultos cuando podemos mirar atrás, y vamos teniendo memorias; empezamos a sentir que hay heridas (unas bien cicatrizadas, otras que aún escuecen); que hay situaciones joviales que, al evocarse, no pueden menos que suscitar una sonrisa; que hay rostros que en algún momento fueron tan cercanos y ahora se desdibujan un poco, pero aún me hacen vibrar. Entonces palabras como gratitud, arrepentimiento, olvido, nostalgia, madurez, historia, empiezan a cobrar sentido…

Es hermoso este tiempo en el que los recuerdos aún no pesan, pero ya son reales. Es muy hermoso el saber que uno va cargando las maletas con un equipaje que incluye nombres, abrazos, errores, lecciones, perdones, fracasos y éxitos, caricias, opciones, luchas, oraciones, dudas, pequeñas historias que van entretejiendo una historia grande. Es hermoso saber que en mi vida hay todavía tanto por escribir, y al tiempo empieza a haber algo ya escrito, que me convierte en quien soy, una persona única, distinta, especial, con mis virtudes y mis defectos, mis manías y mis encantos, parte de mi mundo grande.


EQUIPAJE…


«Que se me pegue la lengua al paladar si me olvidara yo de ti» (Sal 136)


La vida es tan rápida… Cada cosa, cada imagen, cada palabra, es fugaz, presente, efímera. La moda cambia. Las imágenes se van. Hoy se vende una cosa, y mañana otra. Hoy es actual un personaje que mañana está en el olvido. Por eso es muy importante para cada uno saber qué permanece en su vida: quiénes son tus gentes, esos nombres que da igual dónde estés, sabes que son parte de ti. Esas personas con quienes te unen vínculos fuertes. Y es importante no olvidar los caminos recorridos; los momentos en los que has sido feliz, sin trabas, sin nubes en el horizonte, los momentos en que has reído con ganas, con franqueza; y los momentos en los que has llorado, por las cosas que te importaban; es importante aprender de los errores que has cometido, y si has hecho daño a alguien. Las heridas que has inflingido y las que te han marcado a ti. Todo eso es parte de ti.


EL CORAZÓN LLENO DE NOMBRES…


«Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres» (Pedro Casaldáliga)


La memoria no ha de ser una losa que nos llene de tristezas o nos ancle en el pasado. Es parte (sólo parte) de quien soy hoy. Es comprensible acarrear un poco de nostalgia, si nos recuerda que en nuestra vida ha habido algo bueno, pero no si nos lleva a sumirnos en llanto por lo que ya no está. El pasado está ahí para hacerme fuerte, no inútil. Para hacerme libre, no esclavo. Para darme vida en los momentos de fatiga. Para mostrarme un horizonte que se abre siempre hacia el futuro. Para recordarme que los caminos no se detienen, no todavía. Que los caminos se entrecruzan, se separan, serpentean, y me descubren siempre nuevas sorpresas, nuevos caminantes, obstáculos y recodos, lugares confortables donde descansar, que hay jornadas de cansancio y otras de reposo, que hay tormentas y luego sol. Y allá sigo, caminando, con mi equipaje ligero pero valioso, con tantos nombres que se siguen uniendo al mío.



Fuente: http://www.pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=496%3Ael-valor-de-la-memoria&catid=24%3Areflexion&Itemid=6

 

 

María Eugenia Castagnola