La madre de todos

jueves, 7 de mayo de

Pasa algo verdaderamente alentador en el mundo y sobre todo en Chile: como una segunda primavera además de lo material de la naturaleza, una primavera espiritual, durante el Mes de María. Todo cambia de aspecto, las Iglesias se repletan, en este mes, de gente que llega de no se sabe dónde, hombres de trabajo, soldados, mujeres de esfuerzo, no solo la gente desocupada. Y esto cuatro o cinco veces al día, en todos los templos.

 

¿Por qué la Santísima Virgen tiene esta influencia en nuestras almas?, ¿qué atracción ejerce en nosotros? Primero una influencia intuitiva, sentimental, emotiva, porque, como se ha dicho, si ella no hubiera sido creada por Dios, el hombre habría tenido que inventarla, es una necesidad psicológica del corazón humano. En el fondo, María representa la aspiración de todo lo más grande que tiene nuestra alma. La madre es la necesidad más primordial y más absoluta del alma, y cuando la hemos perdido, o sabemos que la vamos a perder, necesitamos algo del Cielo que nos envuelva con su ternura.

 

Ella no es divina, es enteramente de nuestra tierra, como nosotros, plenamente humana: hacía lo oficios de cualquiera madre, pero sintiéndola tan totalmente nuestra, la reconocemos como trono de la divinidad.

 

¡Que difícil es pasar en repaso tan rápido los privilegios dogmáticos de María!, pero el alma intuye que como el corazón del joven de 20 años necesita una niña que complete su vida, la humanidad necesita esta Madre tierna, Virgen pura, ser humano que lleno de divinidad, que ha recibido de Dios, en María. Aún los que no saben teología quedan absortos cuando ven lo que es.

 

En nuestra época de problemas tremendos, tenemos que volver a cristianizar el mundo: hay millones de hombres bajo el dominio del ateísmo, a punto de entrar en guerra atómica, en este momento difícil me parece que María viene de nuevo a multiplicar sus llamados. Ella se aparece en Lourdes a Bernardita: Yo soy la Inmaculada Concepción, y hace brotar una fuente donde centenares de enfermos han recuperado la salud, y que ha sido reproducida en todas las ciudades, hasta en las poblaciones marginales. En México se ha dicho: no hizo nada parecido en ninguna otra parte del mundo. Ahí Nuestra Señora de Guadalupe se apareció al indio Juan Diego, y cuando él le contestó «Niña mía, si no me van a creer», en el poncho del indio le dejó caer, en pleno invierno, una lluvia de rosas rojas para que se las llevara al arzobispo. Ella apareció con aspectos de indiecita, porque venía en defensa de los indios.

 

He pensado tantas veces cuando veo el Mes de María lleno de gente, y el día de la Procesión del Carmen, esa gente hambrienta de verdad, ¿cuál es nuestro deber ante ella? Primero dar ejemplo de integridad de vida cristiana, no acomodarnos al mundo sino que éste se acomode a María. En las conversaciones, caridad: que nuestras palabras sean bondadosas, tiernas y cariñosas. Al mundo le gusta la francachela, nada más que diversión, nosotros no seremos obstáculo, pero pondremos la nota de austeridad y trabajo. No podemos tener devoción a ella y faltar a la caridad, no haciendo nada por solucionar la miseria humana.

 

Estos días me ha tocado vivir ahogado en la miseria, asediado por el miserable que no tiene nada, absolutamente nada. ¿Adónde va hoy un hombre que tenga hambre y no tenga que comer? Ayer una mujer joven, decentemente vestida, me decía: «Padre, no he desayunado esta mañana, me han pedido la pieza, tengo cinco hijos ¿Donde me voy?… ». Un pobre, preso por vago, la sociedad no le da techo ni trabajo y lo encierra por andar vagando. Estamos empapados en una miseria que ha llegado al último extremo. Sé de gente que pasa tres y cuatro días sin comer.

 

Nuestra devoción a la Virgen, ¿no debería llevarnos a preguntar cómo podemos solucionar este problema? Nuestra devoción vacía y piedad estéril, en vano vuestra Madre se aparece a los pobres si vosotros no dais caridad. La primera manifestación de amor que sea caridad en palabra, juicios, desprendimiento, en obras de justicia. El mundo tiene sus ojos puestos en nosotros. Acordémonos que somos cristianos y que el mundo nos mira. Temo que nuestra piedad sea en gran parte solo sentimental, hojarasca, y no la misericordia de Cristo. Caridad en honor de la Virgen Santísima. Vosotras oficinistas, ¿vais al tope de vuestra caridad? Tan «bueyes» que somos los católicos, tan dormidos, tan poco inquietos por la solidaridad social. Todas dificultades, tropiezos, escándalos… Ojalá que nuestra devoción a la Virgen nos traiga ternura de mirar al Cielo y trabajar en la tierra porque haya caridad y amor. Dios quiera llevarnos al Cielo por medio de Ella, la Mensajera del Padre, la Madre de todos, especialmente de los que sufren.

 

San Alberto Hurtado

 

Fer Gigliotti