Francisco nos alienta a ser, cada día, la luz del mundo y la sal de la tierra. Pero, ¿Qué significa ser luz y sal?
No basta con que Jesús sea la luz del mundo, Él quiere que también nosotros lo seamos. Ser luz significa ser testimonio verdadero del amor de Dios en medio de esta realidad que muchas veces se encuentra en tinieblas ¡Tengamos un corazón colmado de fe!
Así como la sal da sazón al alimento, vos estás invitado a darle sabor a tu vida y a la de los demás, contagiando la alegría de estar vivo y de ser amigo de Cristo. Pero también la sal ayuda a conservar los alimentos. Es parte de la misión del cristiano ayudar a sus hermanos a no perder las huellas del Señor en el camino.
Y vos, ¿Te animás a ser luz y sal? Leé lo que Francisco hoy quiere decirte:
“Allí está la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un «pequeño rebaño» (Lc 12,32), los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva ¡No nos dejemos robar la comunidad!”
Evangelii Gaudium (II. Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo)
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