Misionar: meterse en el barro

lunes, 11 de mayo de
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Creo que muchas veces el riesgo que se corre es el de pensar que los cristianos somos misioneros por ir a misionar durante el año a algún lugar. Sin embargo resuena la palabra de Jesús: quédense en las casas.

 

Claro que esto nada tiene que ver con estancarse y ceder frente al miedo y encerrarse en uno mismo. Lo de Jesús más bien pasa por pedir que lo que se haga es lo que él vive permanenetemente en su Encarnación: hacerse uno más. Meterse en la realidad. Embarrarse.

 

Muchas veces creo que hemos hecho de la misión un “toco y me voy”. Es decir, paso unos días en algún lugar que no es el mío y comparto con la gente. Yo creo que es una muy linda experiencia. Pero si nos quedamos con eso solo, nos quedamos cortos. Porque como decía allá en los pasillos de la villa 31 de Buenos Aires Carlos Mugica, “yo me puedo ir, ellos no…”

 

Entonces uno se pregunta: ¿ir a misionar o ser misioneros? Creo que el desafío que se nos presenta hoy es no sólo ir a misionar. Lo que Jesús nos pide es que seamos misioneros. En todo momento. En todo lugar. Todo los días, todo el año.

 

Jesús no tuvo “temporadas de misión”. Toda su vida fue misión permanente. Esto quiere decir que si al que nosotros seguimos hizo de toda su vida una permanente misión, nosotros nos sentimos llamados a lo mismo. Está bien ir a misionar. Pero no nos alcanza. Tenemos y deseamos y queremos ser misioneros. No solamente por un tiempo sino toda la vida.

 

Nos puede parecer difícil, claro. Sin embargo es la única manera de vivir cristianamente: dar testimonio de que el Reino está entre nosotros y queremos apurar su venida.

 

La misión pasa por las cosas pequeñas, sencillas y cotidianas de todos los días. Pasa cuando me decido a dejar de mirarme el propio ombligo y me doy cuenta que hay gente que tiene necesidad de mí, de mi originalidad. Ahí hay misión. Cuando soy capaz de romper con mi marco de seguridad y confort personal para dar una mano, consolar, escuchar, compadecerme… Cada vez que desarrollo mi capacidad de empatía con los demás, con los que comparto mi destino diario y me siento más hermano, disponiéndome a vivir con ellos, “quedándome en sus casas”, soy misionero de Jesús.

 

Y así vamos sin alforjas, sin dinero, sin vestimenta… A la intemperie y en itinerancia. Así queremos vivir los cristianos.

 

Y te comparto la oración del P. Carlos Mugica:

 

 

“Señor: Perdóname por haberme

acostumbrado a ver que los chicos

parezcan tener ocho años y tengan trece.

 

Señor: perdóname por haberme

acostumbrado a chapotear en el barro.

Yo me puedo ir, ellos no.

 

Señor: perdóname por haber

aprendido a soportar el olor

de aguas servidas, de las que

puedo no sufrir, ellos no.

 

Señor: perdóname por encender

la luz y olvidarme que ellos

no pueden hacerlo.

 

Señor: Yo puedo hacer huelga

de hambre y ellos no, porque

nadie puede hacer huelga

con su propia hambre.

 

Señor: perdóname por decirles

‘no sólo de pan vive el hombre’ y

no luchar con todo para que rescaten su pan.

 

Señor: quiero quererlos por

ellos y no por mí.

 

Señor: quiero morir por ellos,

ayúdame a vivir para ellos.

 

Señor: quiero estar con ellos

a la hora de la luz.”

 

 

P. Sebastían García 

Sacerdote del Sagrado Corazón 

 

Oleada Joven