¡Oh Trinidad eterna!
Sos un mar sin fondo en el que,
cuanto más me hundo, más te encuentro;
y cuanto más te encuentro,
más te busco todavía.
De Vos jamás se puede decir: ¡basta!
El alma que se sacia en tus profundidades,
te desea sin cesar, porque siempre
está hambrienta de Vos, Trinidad eterna;
siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz.
Como el ciervo suspira por el agua
viva de las fuentes, así mi alma ansía
salir de la prisión tenebrosa del cuerpo,
para verte de verdad.
¿Podrás darme algo más que
darte a Vos misma? Sos el fuego
que siempre arde, sin consumirse jamás.
Sos el fuego que consume
en sí todo amor propio del alma;
Sos la luz por encima de toda luz.
Sos el vestido que cubre toda desnudez,
el alimento que alegra con su dulzura
a todos los que tienen hambre pues
sos dulce, sin nada de amargor.
¡Revísteme, Trinidad eterna, revísteme
de Vos misma para que pase esta vida mortal
en la verdadera obediencia y en la luz
de la fe santísima con la que Vos
has embriagado a mi alma!.
Santa Catalina de Siena