Estimado Doc. Guillermo Oscar Kreutzer:
¿Qué tal? Quizás le sorprenda esta misiva, así que, ante todo, me presento.
Mi nombre Adrián Francisco Roelly, tengo 46 años, soy cura (sacerdote religioso de los Misioneros Redentoristas) vivo en San Miguel de Tucumán y me dedico a acompañar a los jóvenes en sus búsquedas, vocacion, carreras, profesión y cuestiones similares, No es nada fácil, pero resulta maravilloso y gratificante a la vez.
Le comparto que hace muchos años que he intentado reencontrarme con Usted. Pero por variados motivos no lo he podido hacer. En el misterio de la vida y de los caminos Dios sabrá por qué.
En octubre del año 1976, usted y otros médicos me operaron de una valvulopatía aórtica congénita, equipo que usted coordinaba y guiaba en el hospital de niños Gutiérrez, en Capital. Mis padres, en esos momentos, no tenían obra social, pero Dios, mis viejos, la Vida, quisieron que Usted me operara.
Le soy sincero, no recuerdo su rostro, o el del equipo que me operó. Tenía ocho años, tan solo me recuerdo siendo llevado en la camilla, gritando y llorando por el pasillo a cirugía. Después, despertando, entubado en terapia, con dolor en el pecho y durmiendo casi sentado durante meses, porque me dolían los huesos del tórax.
También recuerdo a una niña catamarqueña en la cama de al lado, la que luego se murió víctima del Mal de Chagas. Más adelante me siguieron viendo otros médicos y ya no regresamos más al hospital.
Aquí me tiene 46 años después, y bien, escribiendo y compartiéndole estas líneas.
En el año 2004, viviendo en Buenos Aires ya en el seminario, un día regresé al hospital, como le dije antes, le soy sincero, nada recodaba del edificio.
No sé si Usted es creyente, pero no me recordaba ni siquiera la Capilla que está allí en medio; ese lugar donde mi vieja pasó horas rezando, dando gracias por lo que suscedia… Según ella, allí me llevó antes de irnos y Usted estaba por allí, en los pasillos, cerca de la Capilla. Fue lo último que vi de los médicos que me metieron mano.
Así fue que me pasé el día en el lugar, fui a donde supuestamente están los afectados cardíacos y pregunté por Usted, pero creo que confundieron su nombre con uno de sus hijos, o algun familiar, me parece; puesto que, por la edad no podría haberme operado él.
Así que me fui sin haberlo podido conocer, y poderle agradecer personalmente lo importante que ha sido Usted en mi vida. Eso es lo que siento en mi vida desde siemprte, en mi CORAZÓN desde hace mucho, el que Usted tocó, reparó, y le diera arranque nuevamente.
Mis viejos eran personas que me enseñaron a ser agradecido y uno AGRADECE, así con mayúsculas esos seres humanos que desde su darse, con sus capacidades, cuentan don dones de sostener las vidas de los demás, usted de vocacion es medico, cirujano y mas de una vez ha sido testigo de esos no entendibles milagros de vivir.
Seguro que no será la primera vez que alguien le dice GRACIAS, pero créame que para mí es como que tengo algo pendiente desde hace mucho.
No sé cuanto más estaré de este lado de la orilla, pero créame que he vivido y vivo con una intensidad y energía que por momentos no la puedo explicar- Según el último cateterismo que me hicieron hace un año, en el Cardiológico de Córdoba, que es donde me atiendo, mi situación es de moderada a grave, en algún momento tendré que someterme a una colocación de una válvula mecánica; pero, según los médicos, seguiremos esperando unos diez años, más o menos, hasta tener sintomatologías externas.
De momento, no me agito, ando en bicicleta, llevé y llevo una vida bastante normal, no competitiva, algo desarreglada en la juventud y para serle sincero casi no he registrado mi cardiopatía. Pero no quiero extenderme demasiado sobre estos pormenores, pues no es una consulta.
En realidad estoy bien y vivo porque Dios, Usted y la Vida así lo quisieron.
Hace poco más de un año, pasando por la clínica Bazterrica pregunté por Usted, pues tenía un dato que un tal doctor Kreutzer atendía allí. Pero me dieron con su hijo, le dije a la chica que no quería un turno ni nada de eso, quería conocerlo a Usted, así que no lo llamó a él y me dijo que en frente estaba su consultorio, pero que justo ese día Usted no atendía. Así es la vida, mi Estimado Doctor, una vez más no he podido dar personalmente con Usted, supongo que ha de tener ya la edad más o menos de mis padres, alrededor de los setenta. Mi viejo murió a los 54 años, también de una cardiopatía. Él no se cuidaba, fumaba, tenía mal el colesterol. Varios de mis tíos, hermanos de papá, también murieron por problemas al corazón.
La única ventaja mía es que estoy monitoreado desde que nací, gracias a la cirugía que Usted me realizó, Cuanto viviré, no lo sé. Pero aquí andamos con 46.
Sabe Doctor, no sé si llegaremos a conocernos, pero el motivo de esta carta es que tengo esta inquietud de decirle GRACIAS, por haberse cruzado en mi historia, por sus dones, por haber sido buen cirujano, por haber puesto sus conocimientos y haber hecho tanto bien.
Usted se dirá, este pibe que ni sabe quién soy y así me valora. Bueno, seguro que tendrá lo suyo también, como lo tengo yo y todos.
Pero CRÉAME, que cuando uno mira atrás, ve el paso del tiempo, contempla lo que ha vivido y elegido ser, y no puede no ver que cuando nos vayamos de este mundo, no obstante todo seguro que en algo lo dejamos algo mejor de lo que nos recibió; y podremos decir “VIDA NADA TE DEBO…”.
Pero, en mi caso, siento como una deuda pendiente de decirle GRACIAS, abrazarlo y decirle con todo cariño, GRACIAS por haberme salvado.
Como creyente, no creo en las solas casualidades, sino en esas causalidades que la mano providente del buen Dios nos ofrece misteriosamente.
Así, cuando en la vida me cruzo con los padecimiento de otros, siento que se me ha otorgado un plus de comprensión, como una cierta sensibilidad. Y no puedo no relacionarlo con lo que he vivido.
Así las cosas, no descarto la posibilidad de poder encontrarlo para expresarle mi mas profundo agradecimiento, darle un abrazo y decirle soy Adrián, ese mismo que Usted a los 8 años lo lanzó nuevamente a la vida, aquí estoy con un corazón de cura, que ama y quiere servir a este mundo lo mejor posible para no hacer vano el Don de Dios, que sus manos, Estimado Doctor, ayudaron a hacer presente en el misterio de mi vida.
Le dejo un gran ABRAZO y mi CARIÑO y hasta que nos crucemos aquí o en el para siempre.
Atte: P. Roelly, Adrián Francisco
San Miguel de Tucuman – 02 de junio del 2015