Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo:
“Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado“. Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio”.
Palabra de Dios
P. Matías Jurado Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
Una persona que habla muy bien, pero que no hace lo que dice, es un chamuyero. Hoy Mateo nos muestra que Jesús no es un chamuyero. Sus obras prueban lo que él dice. Los gestos que hace acompañan y hacen verdaderas sus palabras. Nos dice que Dios nos quiere… y nos lo demuestra.
Hoy este leproso -con una enfermedad terrible, que lo alejaba de la sociedad- se anima a acercarse a Jesús a pedirle ayuda. Hace un gesto fuerte: podían llegar a matarlo por acercarse así a la gente sana. En esas simples palabras: “si querés podes purificarme”, se esconde un dolor muy grande. Y una fe enorme. No le pide a Jesús que lo cure… desde una hamaca junto a la playa, con un licuado en la mano. Hace un esfuerzo, se la juega. Esa es una oración que demuestra mucha fe. Así nos enseña cómo tenemos que rezar.
Jesús se conmueve. Se conmueve por esa fe. Y con una frase y un gesto lo sana. Extiende la mano y lo toca. Otro gesto jugado: el que tocaba a un leproso también quedaba contaminado. Pero Jesús no tiene miedo, no nos tiene asco en nuestras enfermedades. Por más grande que hayan sido las macanas que nos mandamos… él no nos condena, él no nos mira mal. Extiende la mano, la deja extendida para que vengamos a buscarla todas las veces que queramos. Mano que acaricia, mano que sostiene, mano que cura.
Pero Jesús le dice que guarde secreto. No quiere que se lo confunda con un milagrero. No es un chamán, no es curandero: es Jesús. Si lo seguimos, nos dice, van a tener muchos problemas, como todo el mundo. Pero, igual que cuando un niño se enferma, es completamente distinto estar en la cama solo… que tener a mamá o a papá al lado, que nos toman de la mano.
Hoy Jesús nos dice: quizás alguna vez haga un milagro fuerte en tu vida. Pero siempre, siempre… voy a estar a tu lado, tomándote de la mano, acompañándote en el camino. Incluso en el que no me gusta, en el que te hace mal. No te voy a soltar. Ni siquiera en esos momentos. Confía en mí. Y volvé cuando quieras: te voy a estar esperando.
Fuente: Radio Maria Argentina