Hablamos, en la vida, de expectativas, de esperanza, de grandes sueños. Hablamos de ilusiones, de motivos, de razones para pelear. Hablamos de lo que nos hace levantar cada mañana. De lo que tira de nosotros para avanzar. ¿Te imaginas no esperar nada, no desear nada, no luchar por nada? Sería bien triste. Por eso, en ocasiones, es bueno recordar lo que nos mueve.
Los motivos cotidianos…
«Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús, el Nazareno». (Jn 18, 7)
Hay una parte de la vida que pasa por los motivos cotidianos. Los que te hacen ir avanzando en distintas etapas.Aprobar los exámenes cuando estudias. Llegar al fin de semana en esas ocasiones en que andas más abrumado de tarea. Tener amigos, y disfrutar con ellos. Poder ir conquistando parcelas de autonomía en la vida. Crecer. Cultivar alguna afición. Aprender a plantearte, y quizás ir hallando respuestas, para las dudas que se van generando a menudo. Conseguir una meta. Encontrar el amor. Motivos que son versos, nombres, gente. Tan cotidianos, y tan importantes al tiempo.
Los motivos últimos…
«Buscad, ante todo el reinado [de Dios] y su justicia, y lo demás os lo darán por añadidura». (Mt 6, 33)
«Grandes esperanzas» es el título de una novela de Dickens. Pero es, en realidad, una descripción de la vida. No podemos quedarnos cortos de sueños, chatos de ideales, prematuramente escépticos. Hay que soñar con la justicia, con la libertad, con el pan de todos, con el Sermón de la montaña hecho historia y vida. Hay que soñar con algo más que llegar a fin de día o a fin de mes (aunque eso, para algunos en este mundo, es, tristemente, la batalla de cada día, pero por eso mismo hay que soñar en algo mejor para todos). Que nunca deje de buscar y de soñar(te).
Fuente: http://pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1681&catid=24&Itemid=6