Evangelio según San Mateo 10,16-23

viernes, 10 de julio de
image_pdfimage_print

Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.”

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

P. Matías Jurado Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

 

En los primeros años de la Iglesia, los cristianos fueron muy perseguidos. Por el sólo hecho de ser cristiano podían torturarte, sacarte todos tus bienes, hacerte esclavo, y hasta matarte en medio de las torturas más brutales. En ese tiempo se sabía que un mártir, alguien que era capaz de mantener su fe incluso frente a la muerte, iba directo al cielo. Y, en nuestro santoral, veneramos a muchos mártires. Tanto de aquella primera época como posteriores.


Pero, en el Evangelio de hoy, con la comparación de las ovejas en medio de los lobos, con esto de ser astutos, Jesús nos recuerda que Dios no quiere el sufrimiento innecesario de sus hijos. Sobre todo si puede ser evitado. El martirio cruento, nos recuerda la Iglesia, es algo que viene como don, como regalo. No está bueno ir a buscarlo.


Es claro que la buena noticia del amor de Dios -y todo lo que eso trae aparejado- no es recibida siempre con alegría y con agradecimiento. Muchas veces la verdad, especialmente algunas verdades dichas en voz alta, molestan. Y mucho.


La invitación es a dar testimonio del amor de Dios en nuestra vida, a cada rato. Donde “corresponda” (entre comillas) y donde no. Frente a los que quieran escucharnos… pero a veces también frente a los que no. Encontrar esa diferencia es usar la astucia que nos pide Jesús. Por las personas, por los tiempos, por los modos.


No nos invita a ser unos pesados, fanáticos, tocando el timbre de los vecinos a las 6 de la mañana, y que lo único que hacemos es tratar de convencer a los demás, aunque sea de mala manera. Nos invita a que, confiando en él, tratemos de hacer que la Buena noticia sea algo atractivo, que sea linda noticia, además de buena.


¿Cuál es el riesgo? Que, desde nuestros miedos, disfracemos tanto la Buena noticia… que nos olvidemos de hablar de Dios, de Jesús.


No hay nada más lindo que encontrar a un cristiano que se sabe amado por Dios… y que sabe amar y respetar a los demás. Y que comparte -en su forma de vivir, en sus programas, en sus palabras, en sus gestos- ese amor que le llena el alma.


Habitualmente eso sólo lo va a poder hacer un cristiano que se encuentra con Jesús en su comunidad. Y que en esa comunidad se habla abiertamente de la fe, de Jesús, y de lo que él va haciendo en nuestra vida.


Pidámosle a Jesús que nos ayude a encontrar las situaciones difíciles que aparecen en nuestras vida a partir de vivir la Buena noticia de su amor. Y que, cuando aparezcan, también sepamos disfrutar que estamos por el mismo camino que Jesús recorrió.

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

Radio Maria Argentina