Evangelio segun San Mateo 6, 7-15

lunes, 14 de marzo de
image_pdfimage_print

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.  No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. 

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.  No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.  Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Palabra de Dios






Monseñor Fernando Carlos Maletti  Obispo de la Diócesis de Bariloche

 

 

Queridos muchachos y chicas, queridos hermanas y hermanos el Evangelio de hoy nos propone Jesús que cuando recemos no hagamos como los Fariseos, sino que recemos en espíritu y en verdad la Oración del Padre Nuestro. La oración es una de las claves de este tiempo de cuaresma y en la realidad de los jóvenes cuando la Oración se hace profunda y se hace sabiendo que es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios, es extraordinario como moviliza el corazón, la mente, también nuestra sensibilidad y nos hace darle más lugar a Dios en nuestra vida.

Rezar, recordémoslo en este tiempo de Cuaresma, es ponerse en comunicación reverente y filial con Dios, es establecer un dialogo de amor con Él. “La Oración es pensar en Dios amándole” decía Santa Teresa, y “es hablar de amor con quien sabe de amor” decía Charles de Foucauld. El Padre Nuestro, le decimos “hágase tu voluntad”, le pedimos que lo que tiene que venir es lo más importante que nos puede pasar en la vida, que es que venga su reino, le pedimos la solidaridad en el “danos el pan de cada día”. Porque en la Oración y en especial en el Padre Nuestro rezado como si fuera la primera vez cada vez que lo hacemos, es Dios quien sale a nuestro encuentro para ofrecernos su amor. Dios en el Padre Nuestro supone que somos hermanos, porque todos somos sus hijos y por lo tanto cuando rezamos el Padre Nuestro se hace surgir el ideal de una comunidad de vida y de amor con él, con Dios, porque el fin del amor de Dios es nuestro amor reciproco.

Por eso rezar siempre y en especial en estos días de preparación a la pasión, muerte y resurrección del Señor, es decir, a la Semana Santa y a la Pascua. Rezar porque somos criaturas, rezar porque somos hijos de Dios, rezar porque somos indigentes frente a alguien (con mayúscula) que no sabe cómo hacer para que estemos cada vez más cerca del Padre.

 

Por eso en estos días, sepamos rezar en paz con los hermanos, sepamos rezar con humildad, sepamos rezar con confianza constante, que podamos realmente encontrar en aquellas palabras que vamos a escuchar el viernes santo y el jueves santo a la noche: “velen y oren para no caer en la tentación” esa oración en la agonía donde Jesús hace que los testigos de su vida, sean testigos en su oración, que podamos descubrir no solo esta necesidad sino también esta virtud de ser gente interior y de ser gente que ame la soledad, no para estar solitarios y tristes, sino para estar con Dios, para acompañar a Jesús.

 

Jesús antes de hacer algo importante se retira y ora. ¿Pienso en la vida? ¿Qué me falta para ser feliz? ¿Siento a Dios? Que la Oración del Padre nuestro desgranada suavemente, nos haga encontrar entonces en ese dialogo afectivo y efectivo con Dios el sentido y la orientación de una vida en la que lo más importante es saber tomar decisiones desde Dios.

 

Oleada Joven