Evangelio según San Lucas 10,17-24

martes, 29 de septiembre de
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En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. El les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.

 

Palabra de Dios

 

 

 


 P. Juan Martinez sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

Buen día a los Amigos de Oleada Joven! Iniciados en el mes de las misiones gustamos el relato del evangelio de san Lucas con los que habían sido enviados y al volver de la misión se toman un tiempo para contarle al Maestro lo que han vivido. Este encuentro es el punto de partida para nuevas lecciones de Jesús para los misioneros. Los setenta y dos regresan alegres por el éxito de su trabajo: la victoria sobre el mal lograda por la invocación del nombre de Jesús. Experimentan la grandeza del ser discípulos de Jesús, que les ha dado poder sobre todo “poder enemigo”.


Pero Jesús no se queda en la acción, sino que los invita a levantar sus miradas hacia lo alto y alaba a Dios Padre, por la obra realizada por sus discípulos. Jesús se goza en la acción de gracias porque la revelación de Dios, ha llegado a los pequeños y han tenido acceso al corazón de un Padre que se desvela por sus hijos más pequeños y los ama a través de las acciones de su Hijo. Sin embargo la verdadera victoria, no es sólo la obra que han realizado por la salvación de otros sino la misma salvación de ellos.


Como Iglesia evangelizadora no podemos olvidar que evangelizamos y nos evangelizamos, que siempre somos discípulos, que lo que anunciamos debe ir en coherencia con lo que vivimos, que lo que proclamamos es lo que nos esforzamos en creer, que lo que damos es la expresión de lo que llevamos dentro.


La Iglesia es dichosa por la obra que se le encomienda pero sobre todo porque la Palabra de gracia sigue resonando en su interior y la invita a renovarse constantemente.


Hoy más que nunca, nuestro testimonio de vida es condición esencial para la eficacia de la misión. Debemos hacernos responsables del Evangelio que proclamamos.


Es necesario que nuestro esfuerzo evangelizador brote de una verdadera coherencia de vida y que el anuncio, animado con la oración y el amor a la Eucaristía, vaya haciéndonos crecer en la amistad con Jesús. El mundo exige y espera de nosotros: sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos y especialmente con los pequeños y los pobres, humildad, generosidad y alegre renuncia. Sólo es creíble para el mundo de hoy un Evangelio encarnado.


El Señor te bendiga y buen sábado.

 

 

Fuente: Radio Maria Argentina

 

Radio Maria Argentina