Llegando a la entrada de la localidad de Lujan, mientras íbamos del brazo para soportar el frío de la madrugada, medio en tono de broma, pero medio en serio, mi amiga me pregunta, indicando a todos los chicos que ingresaban a Luján: – ¿Por qué caminan?
Me lo tome en serio, y busque una respuesta a una pregunta de una persona que evidentemente también estaba caminando, y que tendría sus motivos. Pero quizás tratando de reflexionar sobre los mismos, buscó otra respuesta, otra mirada.
Inspeccioné dentro de mí tratando de comprender porque había tantos jóvenes caminando, de todas partes del país, soportando todo tipo de incomodidades: sueño, cansancio, dolores, sed, hambre, frío. ¿Qué los mueve? ¿Qué buscan? ¿Qué sentido le da a sus vidas caminar casi 70 kilómetros?
Nunca había estado en la Peregrinación a la Basílica de Luján. Puede ver de todo, gente con toda clase de música (Desde cumbia, pasando por Cerati, Los piojos, algún que otro regetton y hasta alguna melodía de “Alamafuerte”), llevando diferentes advocaciones de la virgen en carritos o en las manos. Algunos rezando el rosario, otros charlando de sus vidas con sus amigos, tomando algún mate, riendo, o sufriendo algún dolor.
¡Cuántas vidas! ¡Cuántas historias maravillosas que debían tener esos jóvenes que caminaban!
Cada uno mostraba lo que era, mostraba de donde venía, su comunidad, su parroquia, su pueblo.
Todos de una realidad diferente, con diferentes ánimos, con distintas formas de ser, pero con un solo objetivo: Llegar a la casa de María para encontrarse con ella, y con su hijo.
¿Por qué caminan? Simple, porque tiene Fe, y aunque sea poca, tienen Fe en que Dios aún está ahí, esperándolos y acompañándolos en su vida. Tienen Fe y Esperanza de que tienen una casa, un lugar donde descansar, un lugar donde Jesús les dice “Yo los amo, yo creo en ustedes, y estoy con ustedes hasta el fin del mundo”.
¿Quién de niño, cuando vivía con su casa y si tenía la bendición de tener a su mamá no esperaba el momento de volver a verla?
Estos jóvenes que caminaban eran como esos chicos que quieren ver a su mamá, que los va a cuidar, los va a amar y les mostrará y enseñará el camino que deben seguir.
Esos jóvenes caminan porque aún tienen Fe y Esperanza en Dios, aún creen que las cosas se pueden cambiar, que están para más, para cosas grandes.
Algo así fue mi respuesta (por el frío, el sueño y el cansancio no lo recuerdo con exactitud). Llegamos a Luján, muy felices, renovados y con ganas de repetirlo.
Peregrinar es hacer “rezar con el cuerpo”, como leí o escuché por ahí. Es un testimonio, como me pasó a mí. En la oficina me vieron dolorido, y les conté sobre la peregrinación. Aunque no son muy católicos, al menos ven que todavía hay jóvenes dispuestos a cambiar el mundo, a construir el Reino de Dios.
Animo, tu vida también es una peregrinación hacía la casa del Padre, y en camino, aun en las dificultades, podes hacer y dar mucho, aun en tus dolores podes dar testimonio del amor de Dios.
Jorge Orellana