Espíritu Santo, toma mis ojos.
Mis ojos tentados por la curiosidad.
Mis ojos que juzgan y condenan,
que controlan, que envidian.
Incapaces de contemplar
la verdad sin miedo.
Toma mis ojos, y conviértelos
en admiración, ternura,
disculpa, compasión.
Coloca en ellos
lamirada de Cristo.
Espíritu, toma mis oídos,
que solo escuchan
lo que les conviene,
o que se atontan escuchando
todos los ruidos del mundo.
Mis oídos cerrados al hermano,
incapaces de escuchar la Palabra
que invita al cambio.
Toma mis oídos y conviértelos,
para que sean acogedores,
y escuche con amor al hermano;
llenos de sensibilidad, de apertura,
atentos a la voz del Buen Pastor,
sensibles al susurro amable de Cristo.
Espíritu Santo, toma mi boca,
usada muchas veces para reprochar,
ironizar, criticar, mentir, para quejarse,
para murmurar.
Tómala Espíritu, y conviértela
en un lugar de canción,
de aliento, de perdón.
Hazla capaz de decir la palabra justa,
el consejo justo, las palabras fecundas
de amor sincero, las palabras que diría Cristo.
Y ábrela en un himno de alabanza al Creador.
¡Amén!
Víctor Manuel Fernández