UN DÍA DE PALIDAS, una tras otra como cachetada de loco, venía de un fin de semana muy arriba, y hoy fueron tratar con malas noticias. (Noticias de amigos/as que no vienen al caso nombrar).
Sumado a eso, me quedé dormido en el tren cuando salí de trabajar y termine en Retiro, así que aproveché y fui a buscar el Pasaporte que estaba en el Ministerio del Interior, esperándome.
En medio de la lluvia, la humedad, y la gente, venía pensando en estas cosas, encima alguien me escribe contándome “otra” mala noticia, y pienso “Pero la puta madre, hoy le pasan todas a la gente”.
Automáticamente, para los que tenemos Fe, tratamos de buscar alguna respuesta en Dios, claro, pensando que querrá decir con todas estas cosas que pasan, y porque les pasan a chicos y chicas que no se merecen sufrir como sufren. Preguntas que muchas veces nos hacemos… ¿no?
Salgo del subte, estación Juramento de la línea D bajo una lluvia que no paraba, la verdad que mal, porque seguía maquinando con todos esos problemas que no eran míos, pero que afectaban a gente que quiero.
Iba a cruzar la calle, cambia el semáforo y espero donde había una señora y un señor, donde me saludan:
-Hola hermano, Dios te bendiga…
Eran evangélicos. Trato de poner un poco de onda. Me quieren dar un folleto y le digo
-Pero yo soy católico, voy a la parroquia que esta acá.
A pesar de eso, insistieron. Luego el señor me dice:
-Hay que dar gracias a Dios por este día
Llovía, yo estaba mojado de arriba a abajo, y encima mal por los problemas de mis amigos, continuó diciendo:
-… y hay que confiar en la misericordia de Dios. Por eso, vamos, demos gracias y recibamos a Jesús ahora.
Me quede pensando dos segundos y le digo
-¿Ahora? ¿Acá?
-Si – me dice – ¿Acaso donde haya dos o tres en su nombre Él no va a estar?
Cuanta verdad, cuanta profundidad y cuanta valentía en invitarme a rezar, ahi, en la esquina de una de las calles más transitadas de Buenos Aires. Le respondo:
-Está bien.
-Muy bien, repetí lo que te voy a decir.
No recuerdo muy bien la oración que repetí, pero si me quedo la frase “Jesús, te entrego mi corazón, lo que soy“.
Cuando terminamos me dice:
-Hiciste algo maravilloso.
Nos les pudo explicar la paz que me trajo poder frenar y rezar, entregar todo a Dios.
Más allá de que con esas dos personas no compartíamos la misma forma de vivir Fe, si teníamos en común que nuestra esperanza está en Jesús, en Dios, que viene a cargar nuestro yugo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.” (Mt 11, 28)
Volví pensando en esas palabras de San Pablo “No estén tristes como los que no tienen esperanza“, porque nosotros SI TENEMOS ESPERANZA porque Jesús está vivo y actúa en cada uno de nosotros.
En la vida vamos a encontrarnos con cosas que no son muy lindas, con la muerte, con la lejanía de los seres queridos, con aquellos que no nos comprende, con la soledad mal llevada, con la desolación de no sentir a Dios cerca, con las personas que nos hacen mal, que nos defraudan, con las críticas y los rechazos, cosas que nos hacen tambalear, nos ponen tristes, nos quitan la alegría.
Pero por nuestra Fe, debemos saber que nuestra esperanza en Jesús es más grande que todas esas cosas que nos tiran abajo. Porque Jesús, cuando parecía que había perdido, resucitó, y las cosas no fueron iguales.
No hablo de vivir en un mundo de fantasía, sino de saber la verdad de nuestra Fe cristiana: Jesús resucitó, está vivo.
Por eso, vivamos esta esperanza en cada momento de nuestras vidas, especialmente en el dolor, oremos a Dios por nuestros hermanos, por nuestros amigos. La esperanza es creen en la vida, creer en Jesús, confiar y entregar nuestra vida en Él. Y termino con las palabras de San Pablo a los hebreos:
“Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre…”
Jesús resucitó, Dios esta vivo.. Dios está.
Textos bíblicos:
Tesalonicenses 4, 13-18
Hebreos 6, 9-20