Quizás como yo, ya estés un poco grande, y la fiesta de Reyes casi suene a tiempos de niñez. De igual modo te invito a que esta noche puedas poner tus zapatos (zapatillas, sandalias, crocs o lo que uses) bajo el arbolito o junto al pesebre.
No me animaría a pedir nada material, creo que no lo necesito. Sí les pediría a los Magos de Oriente que me regalen algo de su decisión, esa que los llevó a recorrer vaya a saber cuántos kilómetros…
También un poco de de su espíritu comunitario. Seguramente en el camino no habrán faltado oportunidades para discusiones, pero seguro que hubo más de ellas para compartir y para dejarse acompañar. Esperar al que viene demorado, y avanzar cuando somos nosotros los que nos vamos quedando atrás.
Me animo a pedir esa capacidad suya de dejarse conducir por Dios… en la luminosidad de la estrella, y también en la oscuridad a través de los sueños.
También pediría el poder caer de rodillas, no sólo exteriormente, sino desde adentro, al descubrir que nada tenemos verdaderamente valioso que ofrecer al Niño. Y en esa misma pobreza, sabernos inmensamente ricos porque “llevamos un tesoro en vasijas de barro”.
Su sagacidad y discernimiento, para descubrir que aún rodeado de pompas y poder, seducciones y falsas promesas, Herodes sólo quería acabar con el Niño. Capacidad de poder decir que No al poder, (espíritu del mundo, mal espíritu, o como sea), aún sabiendo que puede haber reprimendas. El poder sigue en nuestro tiempo queriendo destruir a tantos indefensos: niños y jóvenes, adultos y ancianos sin diferencia.
Grandeza para, terminada la misión, alejarse en silencio.
Agradecimiento y memoria, para que ese gran acontecimiento de encuentro con Jesús sea capaz de llenar una vida y una misión.
¡Felices Reyes!
De nuestra redacción
Milagros Rodón